Hemos entrado a una época donde los militares, marinos y la Fuerza Aérea decidan, con su jefe nato (hoy Peña, mañana Meade), donde implantan la guerra interna para combatir a las delincuencias (y en los fuegos cruzados asesinar a inocentes), sin tener que informar; y dizque procurar la paz social, pero sólo disparando a matar sin responsabilidades penales ni civiles. Y con unas fuerzas militares vueltas hacia dentro contra una población sometida, parafraseando a Harvey Wheeler, cuando dice que el autoritarismo se convierte en despotismo, disminuyendo la democracia representativa y cancelando las protestas de la democracia directa (La democracia en una era revolucionaria, Monte Ávila, editores). A la par de aprobar esa nazifacista ley de seguridad, se aprobó la figura de “daño moral” para recortar las libertades de expresión cerrando más la pinza antidemocrática.

Así que transitamos al gobierno militar, sin tener que rendir cuentas de sus actos y menos de sus hechos. Es, quién gobierna: los militares. Y no: cómo se gobierna y para quiénes. Pues ante el violentísimo problema de la inseguridad causada por las delincuencias coludidas con los funcionarios, es que se ha recurrido a los militares; en lugar de haber fortalecido a las policías, federal y de las entidades. Pues el que los soldados anden en las calles como si fueran sus cuarteles representa otro problema, porque esa peligrosa ley de seguridad les otorga legalidad para actuar con impunidad al dizque imponer la paz civil con las bayonetas.

Tal vez pondrán en jaque a los narcos, pero al mismo surgirá terrorismo contra la población civil. Luego vendrá la suspensión de garantías y derechos humanos, que desencadenó el golpe de Pinochet en Chile, en 1973. Nuestra elemental democracia está en la mira del militarismo que conduce al golpismo; para transitar del Estado de Derecho Democrático, al gobierno de los coroneles y generales. Se trata de fusilar al Estado federal y poner en su lugar al Estado centralista, para que el general de cinco estrellas, Enrique Peña Nieto, imponga como sucesor en la presidencia al señor “Mid”, con el poder tras el trono de Luis Videgaray; actual vicepresidente que endeudó billonariamente a los mexicanos, trianguló dinero de la Tesorería al PRI y metió más al país en los enredos de Trump, quien insiste en construir el muro.

Y es que para quedar bien con sus guardaespaldas de uniforme, Peña no titubeó en cancelar los derechos humanos; y con esta medida acrecentará la crisis de inseguridad que aumentó porque los desgobernadores dejaron de cumplir con sus obligaciones, con el pretexto de que el narcotráfico es un problema penal federal. Por lo que entramos a la etapa de un régimen que para imponer la paz a sangre y fuego, suspende de facto garantías y derechos. Cuyo resultado serán más tumbas clandestinas, feminicidios y homicidios que ya suman más de 250 mil.

Ya el general Peña ha dado el golpe de Estado para con el fraude electoral en 2018, aplastar a la oposición; sobre todo con la mira puesta en impedir que López Obrador mantenga la delantera. El PRI y su cuarto sector: el militar, decidirán quién ocupará Los Pinos al estilo de aquel golpismo que puso a otro general de cinco estrellas: Victoriano Huerta. Así que impondrá a Pepe-Toño “Mid” Kuribreña en la silla, nuevamente ensangrentada por la guerra militar que ha sustituido a la política electoral. La Ley de Seguridad otorgará total y absoluta impunidad a los militares. Suspenderá la vigencia de la Constitución. Desaparecerá la separación de poderes. Afianzará el presidencialismo del general de cinco estrellas. Y regresará el golpismo a la Victoriano Huerta y Salinas (de Madero a Colosio).

De esta manera, Peña quiere convertir al país en un Estado de México; en un Estado Unitario a la Santa Anna. No se ha necesitado el feroz golpismo a la Pinochet, pero sí más de un cuarto de millón de homicidios, secuestros, desapariciones, feminicidios, para que Peña haya decidido quitarse el traje de civil y ponerse el uniforme de general de cinco estrellas. Se trata sólo de la seguridad del régimen priista. De sabotear las elecciones del 2018 en complicidad con el INE, Trife y la Corte; institución que ya recibió la orden del general Peña para que, cuando conozca de las quejas, se pronuncie a favor de esa Ley de Seguridad. El terrorismo militar reinará con más prepotencia, más corrupción y más impunidad.

Nuestro país sufre ya el poder del militarismo sustituyendo al Estado de Derecho. Por lo que en lugar de Constitución, brillan las cinco estrellas del general Peña.