Un paradigma cayó en la Argentina después de más de 25 años de dictadura militar, genocidio y fundamentalismo neoliberales.

Un nuevo paradigma se está escribiendo en la Argentina y como todos los procesos culturales, lo está definiendo el pueblo argentino en medio de un debate oculto por los medios masivos de comunicacion.

La recuperación de la identidad nacional no es proceso libre de conflictos, por lo contrario la misma conlleva en su seno la redefinición de la comunidad organizada como equilibradora de los conflictos sociales y el proceso social de reconstrucción en un marco solidario que recupere al hombre argentino.

Si algo marcó la cultura neoliberal fueron los procesos de acumulación de la riqueza y de control político, sobre la base del prebendarismo alejado de las concepciones doctrinarias humanistas y solidarias que supimos construir, que apoyándose en las necesidades emergentes de las propias víctimas del modelo, permitían perpetuar el poder, tanto en democracia como en dictadura.

Así, la militancia politica dejó de ser tal para convertirse en gerentes de espacios de poder, propios o ajenos, prestos para aceptar alianzas que permitiesen, más allá de los condimentos ideológicos, construir opciones de poder a cualquier precio. Así nos fue.

Las nuevas camadas dirigenciales con la teoría del éxito ya, abandonaron los fundamentos de la política como herramienta del bien común, ubicando prioridades en función de la conservación de los espacios de poder logrados. Así, el peronismo, de un movimiento de masas para un proceso de liberación nacional, pasó a ser una expresión degradada de lo peor de la década infame que justificó nuestra irrupción y el protagonismo de la clase trabajadora en la historia argentina.

La transversalidad proclamada para justificar un nuevo tránsito de construcción política en la Argentina, no sólo tiene como defecto que se convoca desde el poder, no desde la identidad política, desde el protagonismo excluyente, no desde los objetivos estratégicos y sólo como marco de contención y defensa del poder del Estado actual, más allá de los debates pendientes en la Argentina y de las instrumentaciones necesarias para reconstruir al país y al hombre argentino.

Las políticas de Estado convocadas desde un peronismo revigorizado en lo doctrinario, con un Perón vivo en el pensamiento actual, con una concepción clara del modelo argentino para el proyecto nacional, verdadero legado vigente, permite convocar desde una serie de objetivos nacionales trascendentes al propio movimiento, constituir acordadamente políticas de Estado, reconstruir al mismo todavía Estado ausente en los grandes temas sociales y constituir el anhelado frente nacional de objetivos comunes en la lucha por la reinserción al mundo desde nosotros, sin cantos de sirena de alineamientos automáticos, ni teorías equilibristas entre los dinosaurios en extinción.

La tercera posición nunca fue una teoría de equilibrio entre los imperios, hoy EEUU y Europa en pugna, sin desconocer Rusia, China y Japón , por lo contrario fue una opción superadora desde dónde integrarse al mundo con una identidad, con proyecto, con utopías e inteligencia necesaria en una lucha del capitalismo salvaje con democracias exigentes, es decir mayorías que votan y reclaman y minorías que controlan y ajustan en la macroeconomía.

Caer en la lógica del enemigo, permitir que intereses externos armen nuestra agenda de prioridades, consolidar el poder con los mecanismos neoliberales y partidocráticos, la búsqueda insaciable de espacios de poder, antes que respuestas a las demandas emergentes del pueblo argentino, sería anticipar un fracaso que todos los argentinos de buena fe y del campo nacional y popular evitaremos, pero el sector dominante de la política actual debe entender que no es desde el autismo desde donde se construye, ni menos aún desde el desprecio a la participación plena de amplios sectores que pretenden ayudar a evitar un nuevo fracaso

El movimiento obrero organizado, las organizaciones libres del pueblo, la militancia comunitaria y barrial, los sectores profesionales y rurales, los cooperativistas y mutualistas, las cámaras empresariales, los partidos populares, la juventud universitaria, todos deben tener cabida en un frente nacional de objetivos comunes al destino nacional

La escuela pública, la salud pública, la defensa nacional, la seguridad tan en boga en estos días, los derechos humanos, el marco laboral, los derechos de los trabajadores, los mayores, los niños y los desocupados, la industria nacional, la ciencia y la tecnología, la universidad, el Mercosur, la distribución de la riqueza, son objetivos que no pueden faltar en la agenda del país.

La transversalidad aparece así como aventura de menor cuantía frente a las demandas nacionales de compromiso, grandeza, desprendimiento y vocación transformadora valiente y decidida a cambiar la historia, con el conjunto del pueblo argentino sin falsas opciones, en general planteadas por los enemigos de la nación.