El reconocido filósofo alemán Jurgen Habermas se dirige a los electores franceses de izquierda. Piensa que la única manera de regular la economía exige disponer de una Europa política y, dado que el tratado constitucional tiene como objetivo declarado la construcción de ese tipo de Europa, hay que aprobarlo. En su argumentación, el autor no analiza en ningún momento el contenido del texto. Para Maurice Allais, por el contrario, es precisamente en el contenido que reside el problema.
El referéndum francés sobre el proyecto de tratado constitucional europeo es el premier escrutinio que podría dar lugar a un rechazo del texto. Por ello atrae la atención de toda Europa, tanto la de los partidarios del texto coma la de sus opositores. El diario austriaco Der Standard da la palabra a dos adversarios del texto que exponen su punto de vista sobre la campaña francesa y su visión del mundo de habla alemana.
El escritor Burkhard Muller-Ullrich se pone en el lugar de un francés al redactar un texto en el que pide a los intelectuales alemanes firmantes de un llamado alarmista en favor del "sí" publicado en el diario Le Monde que cambien de tono. ¿Con qué derecho afirman que votar “no” es un reflejo de miedo cuando Alemania acaba de negar a su pueblo el derecho a pronunciarse mediante un referéndum? ¿Por qué sería una catástrofe el rechazo de ese texto? En un estilo diferente, el analista austriaco Manfred Rotter expresa su descontento ante la campaña alarmista que orquestan los partidarios del “sí” y denuncia la decisión austriaca de ratificar el texto por la vía parlamentaria. El autor considera que ese texto no sirve y que los franceses deben aprovechar la oportunidad de rechazarlo.
En Le Nouvel Observateur el intelectual alemán Jurgen Habermas se dirige directamente a los electores franceses, más exactamente a los electores de izquierda contrarios al texto. Su razonamiento es simple, si se quiere regular esta economía, hay que establecer una entidad política capaz de controlarla. Si está mejor integrada desde el punto de vista político, Europa puede ser esa entidad. Siendo esa integración política el objetivo declarado del tratado constitucional, hay que apoyarlo. Según Habermas, los neoliberales se regocijarían ante un rechazo del texto en la medida en que ese rechazo sería perjudicial para la Europa política. El autor no cita en ningún momento parte alguna del texto que pueda confirmar sus propias afirmaciones demostrando que la Unión Europea tendrá en el futuro alguna influencia sobre las corrientes políticas mundiales. Habermas utiliza después el mismo argumento en lo tocante a la política exterior, limitándose a poner a los neoconservadores en el lugar de los neoliberales.
La cuestión del vínculo entre ese texto y la filosofía liberal constituye el punto central de la campaña de la izquierda con vistas al referéndum. Para los partidarios del texto, al igual que para Habermas, el texto en sí constituye un freno a los excesos del liberalismo. Los adversarios del texto contradicen ese enfoque. En Le Monde, Maurice Allais, premio Nobel de Economía en 1988, niega a los defensores del “sí” todo derecho a utilizar ese argumento. Citando el artículo III-314 del Tratado, Allais señala que el texto deja a los Estados sin posibilidad alguna de protegerse de las consecuencias nefastas de un libre intercambio exacerbado. En ése mismo diario un grupo de personalidades socialdemócratas (Jean-Maurice Dehousse, Oskar Lafontaine, Pierre Larrouturou et Cesare Salvi) indica incluso que el texto es, a largo plazo, peligroso para la Unión Europea. El tratado constitucional abre el camino a la competencia entre Estados en materia fiscal en un momento en que Europa necesita cuantiosas inversiones públicas en el sector de la investigación, sobre todo en lo tocante a las fuentes de energía capaces de reemplazar el petróleo. Los autores estiman que la crisis energética que se anuncia hundirá la economía mundial en la depresión y que una Europa fuerte y dotada de los medios necesarios para influir en la economía será entonces necesaria, y no una Europa partidaria del liberalismo económico.
Dentro de la derecha francesa, ciertos partidarios del “no”, como Philippe de Villiers, han expresado la idea según la cual un rechazo del tratado constitucional europeo traería un rechazo de la incorporación de Turquía a la Unión Europea, aunque sean dos temas que no están ligados entre sí. Ciertas figuras del UMP favorables al texto han afirmado que no hay relación entre ambos temas, lo cual no impide que un colectivo de parlamentarios ese mismo partido utilicen el mismo argumento en el sentido adverso: al votar por el “sí”, ¡se estaría votando contra la incorporación de Turquía! Al aceptar el tratado constitucional, Europa construiría un proyecto político basado en los Derechos humanos que sería definitivamente incompatible con la incorporación de Turquía. Esa reflexión se basa en el principio según el cual el Islam y la democracia son incompatibles y presupone que un país laico cuya población es mayoritariamente musulmana es ante todo un país musulmán y, por consiguiente, sospechoso de ser portador del germen del islamismo.
Finalmente, el intelectual mediático francés Bernard Henri Levy se indigna, en un editorial de Le Point, que retoma el diario Los Angeles Times, ante la farsa que constituye la guerra contra el terrorismo. ¿Cómo creer en los arrestos de dirigentes de al-Qaeda en el momento más oportuno? Sin embargo, lejos de ser un indicio contra la imagen de la guerra contra el terrorismo que presenta la administración Bush o contra la existencia real de una gran conspiración islamista mundial, esa farsa representa para el autor una oportunidad de recordar su propia tesis sobre la existencia de un vínculo entre Ben Laden y Musharraf. Sin poner en duda la buena fe de Washington, BHL llama a sus lectores a desconfiar de Pakistán que, según él, esta dispuesto a entregar la bomba atómica a al-Qaeda.
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