Roger Noriega

Cuando todo parecía indicar que la celebración de la IV Cumbre de las Américas en Argentina transitaba por la vía ancha, aparentes reticencias de Estados Unidos se levantan como piedras en el camino.

No resulta fácil explicar que desde Washington se escuchen voces discordantes a estas alturas, cuando el país anfitrión declara que todo está listo en la sede, Mar del Plata, y que no se ha dejado detalle alguno al azar, incluyendo el controvertido tema de la seguridad.
Pero cuando se sabe que las dudas provienen de Roger Noriega, subsecretario de Estado para América Latina, y John Maisto, embajador de Estados Unidos en la OEA, todo parece posible.

Se trata de los dos altos funcionarios de la administración de George W. Bush con el mejor récord en desatinos al abordar asuntos en los cuales, se supone, debían ser calificados especialistas.

Están frescos aún los graves errores de ambos -sobre todo el primero- en el proceso de elección del nuevo secretario de la OEA, el mayor fiasco diplomático en la región en los últimos años, y la fracasada política de desestabilización de Venezuela.

Aunque el embajador de Washington en Buenos Aires, Lino Gutiérrez, declaró aquí públicamente la “total fe en el gobierno argentino” en materia de seguridad y auguró que la Cumbre será “exitosa”, medios de prensa locales indican que de la boca hacia adentro piensa diferente.

El impacto que podrían tener en la cumbre del 4 y 5 de noviembre la lucha política interna para las elecciones legislativas del 23 de octubre y la convocada anticumbre de organizaciones populares locales y extranjeras son asuntos que inquietan al diplomático, según esas fuentes.

Sin embargo, lo atribuido a Noriega es mucho más de fondo, pues se refiere a un enfoque diferente al propuesto por Argentina en el tema central de debate de la reunión de los 34 presidentes de las Américas, de la que Cuba está excluida por explícita determinación de Washington desde el inicio de este proceso en Miami, en 1994.

El documento base introducido por Buenos Aires desde octubre del 2004 en el Grupo de Revisión e Implementación de Cumbres (GRIC) reunido en Washington se titula “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”.

Prácticamente endosado en otro encuentro del GRIC en marzo de este año en Buenos Aires, todo parecía andar como miel sobre hojuelas, pero hoy se supo, por boca del canciller, Rafael Bielsa, que “hay disparidad de intereses”, aunque no “división ideológica” con Estados Unidos.

Así lo divulgan varios diarios argentinos, que se refieren a pedidos de explicaciones del Canciller a las autoridades de Estados Unidos por esas aludidas preocupaciones y le atribuyen la afirmación de que la agenda de la IV Cumbre se mantiene “inalterable”.

De acuerdo con un torrente de análisis, la “disparidad de intereses” reconocida por Bielsa tiene un cariz nada simple ni despreciable.

Para implementar el tema propuesto, Washington considera fundamental la libertad de mercado, la seguridad jurídica y la lucha contra la corrupción, modelo diseñado por el Consenso de Washington que fracasó en varios países, con especial estrépito en la propia Argentina.

Mientras, Buenos Aires pone el énfasis en la reforma de los organismos internacionales de crédito, la eliminación de los subsidios agrícolas en los países del Primer Mundo y la educación como medios para lograr los objetivos propuestos.

Según analistas locales, Canadá y hasta cierto punto Chile apoyan a Estados Unidos, mientras el resto, con algunos matices, se colocan al lado de Argentina.

Como dice un viejo refrán ruso, “quien manda la orquesta decide la música que se baila”.

Ahora la inquietud pasó al campo de Argentina, de lo cual es muestra evidente el movimiento diplomático generado ante el Departamento de Estado y la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el inusitado despliegue mediático.

Resulta contradictorio que la búsqueda de una solución al desempleo para combatir la pobreza sea para el señor Noriega una preocupación, junto con la posible acción de organizaciones argentinas de desocupados para repudiar la cumbre y la presencia de Bush en Mar del Plata.

Parecería claro que resolver el primero conduce directamente a la eliminación del segundo, en términos prácticos.

Pero en materia de buscar salidas sensatas y plausibles a los graves problemas de la Humanidad la ausencia de ideas -y de voluntad- en la superpotencia mundial hegemónica es ya antológica.

PL