La Comisión Baker-Hamilton hace un balance de los resultados de la estrategia Rumsfeld-‎Cebrowski en Irak.‎

Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a ‎Donald ‎Trump. ‎Ante nuestra ‎mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.‎

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La Comisión Baker-Hamilton

En Irak, todo va de mal en peor. El Gobierno Provisional instaurado después de la ‎Autoridad ‎Provisional, no logra estabilizar el país. Ya disipado el efecto terrorífico de los ‎bombardeos de la coalición estadounidense perpetrados como parte de la operación ‎estadounidense «Conmoción y pavor», la población iraquí despierta y toma conciencia ‎del ‎saqueo y la destrucción impuestos por la Autoridad Provisional.

Desde los primeros días ‎de la ‎ocupación, Estados Unidos quemó los archivos del país y la Biblioteca Nacional. Los ocupantes ‎estadounidenses empezaron saqueando los museos nacionales de Irak, cuyos tesoros nadie había ‎puesto a salvo a su debido ‎tiempo. Metódicamente, Estados Unidos privatizó, para su propio ‎beneficio, la economía socialista de Irak, ‎recurriendo para ello a la ayuda de “especialistas”, ‎como el ex presidente búlgaro Peter ‎Stoyanov y el ex primer ministro ruso Egor Gaidar. ‎

Los soldados iraquíes desmovilizados por el ocupante estadounidense comienzan a reorganizarse y ‎se ‎sublevan contra la ocupación en todas partes. Para contrarrestar la cólera de los iraquíes, ‎el embajador estadounidense John Negroponte decide romper la unidad de la población ‎y ‎llevarlos a matarse entre sí. ‎

Con apoyo de su viejo amigo Elliot Abrams y de Liz Cheney en ‎Washington, Negroponte crea ‎un grupo sunnita que atacará a los chiitas y un grupo chiita ‎para masacrar sunnitas. Cuando ‎comienza la guerra civil en Irak, Negroponte ya es director ‎de la Inteligencia Nacional ‎estadounidense. Para los iraquíes, el descenso al infierno de la ‎guerra civil comienza con el ‎bárbaro y gigantesco atentado contra la mezquita chiita al-Askari, en ‎Samarra, el 22 de febrero ‎de 2006, cuyo balance sobrepasa los 1 000 muertos. Aunque nadie reclamó ‎su autoría, ‎ese atentado se atribuye generalmente al «Emirato Islámico en Irak» –el futuro ‎Daesh. A pesar ‎de los llamados a la calma que lanzan el gran ayatola Alí al-Sistani y Muqtada ‎al-Sadr, el atentado ‎de Samarra desata en respuesta numerosos ataques y linchamientos en ‎los que mueren ‎‎3 000 sunnitas. ‎

Concretamente, el balance de la guerra de Irak se resume de la siguiente manera:
 el ‎presidente Saddam Hussein fue derrocado bajo pretextos falsos;‎
 Irak fue metódicamente ‎saqueado por el grupo responsable del golpe de Estado perpetrado en ‎Estados Unidos el 11 ‎de septiembre de 2001; y,
 a pesar de la presencia en Irak de una fuerza ocupante de 170 000 ‎efectivos estadounidenses y ‎de la inversión de varios miles de millares de millones de ‎dólares, el país se ve sumido en una ‎guerra civil tan atroz como artificial. ‎

En Washington, la clase dirigente estadounidense se divide entre los que recibieron una ‎parte del ‎botín y los que han tenido que pagar la operación. El Congreso decide crear una ‎comisión ‎bipartidista encargada de encontrar una salida a la aventura iraquí. Dos ‎personalidades que ‎los grupos ya mencionados consideran neutrales van a copresidir esa ‎comisión: el republicano ‎James Baker y el demócrata Lee Hamilton. James Baker fue ‎secretario de Estado y luego ‎consejero del fondo de inversiones Carlyle Group, que maneja ‎los fondos de las familias Bush ‎y Ben Laden. Lee Hamilton fue el relator a cargo del tema de ‎las reservas petroleras del Medio Oriente y más tarde fue vicepresidente de la comisión ‎investigadora presidencial sobre el 11 de ‎septiembre. ‎

Durante cerca de un año, la Comisión Baker-Hamilton analiza no sólo la cuestión de Irak sino ‎toda ‎la política de Estados Unidos en el Medio Oriente, particularmente todo lo vinculado ‎con Líbano, ‎Siria e Irán. El 6 de diciembre de 2006, la comisión concluye que hay que ‎abandonar el proyecto ‎de guerras sucesivas contra todos los países que se resisten a ‎Washington en el Medio Oriente y ‎que, por el contrario, hay que negociar un regreso a la ‎paz con Siria e Irán ‎ [1]‎. ‎

Mientras la Comisión Baker-Hamilton hacía su trabajo, el vicepresidente Cheney y el ‎secretario ‎de Defensa Rumsfeld presionaban a los militares para apresurar la guerra contra Irán y ‎sus aliados chiitas. Varias veces tratan de iniciar el conflicto antes de la entrega del ‎informe. ‎Saliendo del deber de reserva impuesto a los militares, varios oficiales superiores ‎exigen ‎públicamente la renuncia del secretario de Defensa, señalando que no es el hombre ‎de la ‎situación. Los militares hallan un evidente respaldo en la opinión pública, ‎perfectamente ‎consciente de la desastrosa situación reinante en Irak. Finalmente, ante la ‎derrota sufrida en las ‎elecciones legislativas, el presidente George Bush hijo decide ‎deshacerse del sempiterno ‎Rumsfeld –de 74 años– y reemplazarlo por uno de los miembros ‎de la Comisión Baker-Hamilton. ‎Pero James Baker prefiere conservar su estatus de “sabio ‎neutral” y es en definitiva ‎el republicano Robert Gates, ex director de la CIA, quien se ‎convierte en secretario de Defensa. ‎

Durante todo el año 2007, los hombres del 11 de septiembre intentan varios golpes ‎bajos. ‎Discretamente, los contingentes de España, Francia e Italia que componen la Fuerza ‎de ‎Interposición de la ONU en Líbano (FINUL) son puestos bajo las órdenes de la OTAN. ‎Después ‎del asesinato de Rafic Hariri y de la agresión israelí, todo hace presagiar un ‎‎“tercer round” en ‎Beirut. Seis bombas atómicas son enviadas ilegalmente desde la base ‎de Minot a la base de ‎Baksdale, donde son acondicionadas para trasladarlas al Medio ‎Oriente ‎ [2]. ‎La operación se cancela ‎en el último momento. Un satélite-espía que vigilaba el Medio Oriente ‎se autodestruye y sus restos caen en Perú. ‎

Finalmente, el vicealmirante John Michael McConnell, director de la Inteligencia ‎Nacional ‎estadounidense, publica un documento confidencial donde se señala que Irán detuvo ‎su ‎programa nuclear civil desde hace años, al menos 4. El vicealmirante impide así que ‎el vicepresidente Cheney intente una jugada similar a la historia de las «armas de ‎destrucción ‎masiva» que se usó para justificar la agresión contra Irak. Los generales se rebelan ‎contra la ‎administración Bush, y además hacen pública su rebelión. ‎

El almirante William Fallon, comandante del CentCom, presenta ‎su renuncia. Como jefe del CentCom, el almirante Fallon había negociado la paz con Irán, ‎pero la administración de Bush hijo quería todo lo contrario. ‎

La guerra contra los chiitas
no será en Líbano

El jefe del US Central Command (CentCom) –supervisor de las guerras en Afganistán e Irak–‎‎, ‎almirante William Fallon, es un veterano de Vietnam. Sabe bien que sus ‎tropas están exhaustas ‎y que no podrán librar al mismo tiempo una guerra de ‎contraguerrilla frente la resistencia iraquí y ‎otra guerra contra Irán. Recurriendo a los ‎contactos que ha ido acumulando durante su carrera, ‎el almirante Fallon se comunica ‎con varias personalidades iraníes y negocia con la República ‎Islámica en presencia de ‎representantes de Rusia y China. El 2 de marzo de 2008, se reúne ‎en secreto con el ‎presidente iraní Mahmud Ahmadinejad en Bagdad. El almirante ‎estadounidense y el presidente ‎de Irán logran llegar a un acuerdo. Irán está dispuesto a retirar ‎sus comandos de las zonas ‎sensibles del Medio Oriente Ampliado –Afganistán e Irak, Bahréin ‎y Líbano, etc.– si ‎Estados Unidos hace lo mismo. ‎

Furioso, el vicepresidente Dick Cheney desautoriza al almirante. Traicionado por los suyos, ‎el ‎almirante Fallon dimite. Teherán reacciona haciendo grandes envíos de armamento a ‎la ‎resistencia iraquí, a la resistencia libanesa y a la resistencia palestina. ‎

Lleno de júbilo, el general David Petraeus, comandante de las tropas estadounidenses en ‎Irak, ‎se convierte en jefe del CentCom, en lugar del almirante Fallon, e inunda la prensa con ‎su propia ‎versión sobre lo que sucede en Irak. Asegura a todo el mundo que el aumento de ‎sus efectivos ‎‎(«the surge») le ha permitido contrarrestar la resistencia iraquí y que todo está ‎a punto de ‎volver a la normalidad. ‎

La realidad es muy diferente. Los mercenarios de John Negroponte han logrado poner a ‎los ‎chiitas en contra de los sunnitas y viceversa. Pero, aunque hay grupos armados que ‎luchan ‎entre sí, la población no participa realmente en esa guerra civil. Poco a poco, ‎los iraquíes se ‎dan cuenta de que están siendo víctimas de una manipulación. Decenas de miles ‎de jóvenes iraquíes ‎desempleados se incorporan entonces a la resistencia contra el ocupante. ‎

El general Petraeus, siguiendo los consejos del experto australiano David Kilcullen, decide ‎sobornar a 80 000 nacionalistas iraquíes, pagándoles 10 dólares diarios. Se ‎detiene así la ‎inmensa mayoría de las acciones armadas contra las tropas estadounidenses, ‎aunque es evidente ‎que en cuanto cese el estipendio, los 80 000 «colaboradores» de las fuerzas ‎ocupantes ‎se volverán otra vez contra ellas y que lo harán utilizando el armamento que ‎acaban de recibir… ‎del propio Pentágono. Pero Petraeus sólo busca ganar tiempo… tiempo ‎para firmar contratos ‎escandalosamente ventajosos para la explotación de campos ‎petrolíferos y para obtener ‎inmunidad jurídica para sus tropas así como el mantenimiento ‎ad æternam de las bases ‎militares estadounidenses en Irak. ‎

Hoy en día se presenta a Petraeus como uno de los mejores expertos en ‎contraterrorismo, ‎reputación que no tiene nada que ver con la realidad. David Petraeus es un ‎general de salón ‎que hizo carrera como agente de enlace… entre el Pentágono y el Congreso, ‎no en el campo ‎de batalla. Durante su estancia en Irak, pasó más tiempo abusando de niñas que ‎resolviendo ‎absolutamente nada. ‎

Por lo pronto, el nuevo secretario de Defensa, Robert Gates, se pronuncia por una tregua ‎de ‎un año entre los dos bandos en que se ha dividido el Pentágono y, partiendo de esa ‎tregua ‎interna, por una suspensión de las intervenciones militares de Estados Unidos a través del ‎mundo. ‎

Los hombres del 11 de septiembre se inclinan, pero no renuncian a sus designios. Al ver ‎que ‎no pueden manipular a las fuerzas armadas estadounidenses, se vuelven hacia ‎los británicos ‎y los israelíes. Estos últimos están dispuestos, a la vez, a intentar la revancha ‎contra el ‎Hezbollah y Siria y, por otro lado, a lanzar un ataque aéreo sorpresivo contra Irán, ‎similar ‎al que realizaron en 1981 contra un reactor nuclear en Irak. ‎

Pero el radio de acción de sus bombarderos no les permite alcanzar el territorio iraní. ‎Londres ‎propone entonces poner a disposición de Tel Aviv aeródromos más cercanos, en la República ‎de ‎Georgia. El presidente georgiano Mijaíl Saakachvili acepta y pone dos bases militares a ‎la ‎disposición de Israel, mediante el pago de un alquiler. Los británicos ponen a uno de ‎sus ‎súbditos en el gobierno de Saakachvili mientras que los israelíes ponen a uno de ‎los suyos, ‎David Kezerachvili, como ministro georgiano de Defensa.‎

El pilar de la defensa nacional del Líbano no es el ejército libanés sino ‎el movimiento de resistencia establecido alrededor del Hezbollah.

Mientras tanto, en Líbano, el primer ministro Fouad Siniora trata de cortar las ‎comunicaciones ‎internas de la Resistencia y el transporte entre el Hezbollah e Irán para ‎facilitar el próximo ‎ataque de Israel contra su propio país. Siniora es el antiguo contador de ‎la familia Hariri y es un ‎secreto a voces que también es agente de los servicios de inteligencia ‎de Jordania. Así que ‎ordena sabotear la red de telefonía terrestre que el Hezbollah y sus ‎aliados habían instalado ‎con ayuda de ingenieros iraníes. La resistencia libanés se verá así obligada ‎a utilizar la red ‎telefónica normal estatal del Líbano o una de las 3 redes de telefonía móvil, ‎todas bajo control ‎del enemigo israelí. Siniora también retira al Hezbollah el uso de la pista ‎de aterrizaje que ‎el aeropuerto de Beirut ponía a su disposición para mantener un puente ‎aéreo con Teherán. ‎Numerosos aviones utilizan esa pista para transportar jóvenes ‎libaneses que se entrenan en Irán con ‎la milicia de los basiyis y con los Guardianes de la ‎Revolución, los que a su vez envían a Líbano ‎importantes cantidades de armamento, ‎incluyendo innumerables misiles. ‎

El secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, pide al primer ministro Siniora que anule ‎esas ‎instrucciones, que además señala como una «declaración de guerra». Pero el jefe del ‎gobierno las‏ ‏mantiene, mientras ya se prepara una nueva guerra contra Líbano, Siria e Irán. ‎

El 7 de ‎mayo de 2008, el Hezbollah ocupa todos los edificios oficiales y los domicilios privados ‎de ‎los responsables del gobierno y, en pocas horas, desarma a todos los servicios de ‎seguridad ‎del Estado libanés, consolidando así su victoria. Más discretamente, las fuerzas de élite ‎del Hezbollah penetran en un bunker situado bajo la antigua sede de la Televisión del ‎Futuro –‎propiedad de la familia Hariri. Ese bunker sirve de centro de operaciones a los militares británicos, ‎estadounidenses, israelíes y jordanos. Los oficiales extranjeros logran a ‎duras penas escapar por ‎un túnel y alcanzar la playa, donde abordan botes neumáticos y se ‎alejan de la costa hasta un ‎punto donde los recoge un barco estadounidense. Cumplida su ‎misión como guardián de la ‎Resistencia, el Hezbollah se retira.‎

Esta victoria relámpago de la resistencia libanesa conducirá al acuerdo de Doha. La Coalición ‎‎14 ‎de Marzo, reunida alrededor del clan Hariri, negocia su permanencia en el gobierno, sin ‎‏ ‏encontrar oposición del Hezbollah, al que no le interesa el gobierno y que sólo exige ‎libertad ‎de acción para defender el país. ‎

La destrucción del Hezbollah tendrá que esperar, pero la de Irán ya está en marcha. ‎

El primer ministro de Georgia, Mijaíl Saakachvili (en segundo plano, en mangas de camisa) y ‎su ministro de Defensa, el israelo-georgiano Davit Kezerashvili (el personaje en uniforme que mira ‎su reloj), alquilaron 2 aeropuertos georgianos a Israel para que la aviación israelí ‎bombardeara Irán.

La guerra abortada contra Irán‏

En el Cáucaso, convencido de que el dispositivo cuya instalación ha concedido a los ‎occidentales ‎le sirve de protección, el presidente georgiano Mijaíl Saakachvili toma la ‎iniciativa y ataca ‎Osetia del Sur y Abjasia. Puestos bajo la administración de Georgia en ‎tiempos de la Unión ‎Soviética, estos dos Estados se habían declarado independientes al ‎disolverse la URSS, ‎sin obtener el reconocimiento de la comunidad internacional. A ‎sabiendas de que la mayor parte ‎de los osetios y de los abjasios ostentan también la ‎nacionalidad rusa, el presidente ruso Dimitri ‎Medvedev autoriza la intervención de las ‎tropas rusas. Su primer ministro, Vladimir Putin, asume ‎el mando de las operaciones y, para ‎sorpresa de todos, lo primero que hace es bombardear las ‎dos bases militares que Georgia ‎había puesto a la disposición de Israel, cuyos aviones son ‎destruidos en tierra. Sólo después ‎de esa acción, ataca al ejército georgiano. ‎

Los medios de prensa occidentales no mencionan la presencia de Israel en Georgia, ‎ni los ‎preparativos contra Irán, y aseguran que el ejército ruso es totalmente obsoleto. ‎Según los ‎medios occidentales, si el ejército ruso ha salido victorioso es sólo porque Georgia ‎tampoco ‎contaba con el armamento apropiado. Sea eso cierto o no, el caso es que Rusia, país ‎que ‎todos creían devastado desde la disolución de la URSS y el saqueo que caracterizó la era de ‎Boris Yeltsin, está volviendo a levantarse. ‎

Ninguno de los dos bandos existentes en Estados Unidos tiene el menor interés en revelar ‎lo sucedido, ‎así que Washington recurre a su agente francés –el presidente Nicolas Sarkozy– ‎para que ‎‎“negocie” la paz. En realidad, no hay nada que negociar: Georgia inició la agresión… ‎y ‎perdió. Israel es incapaz de explicar su presencia en Georgia. ‎

El sumiso Sarkozy corre a Moscú para reunirse con el presidente Medvedev. A su llegada ‎observa, ‎en el trayecto entre el aeropuerto y la ciudad de Moscú, gran cantidad de afiches ‎publicitarios de ‎la revista Profile, que publica su foto en la portada. Sarkozy pregunta al ‎embajador de Francia el ‎tono de lo publicado. Es un estudio redactado por mí y ‎basado en sus vínculos familiares con uno ‎de los tres fundadores de la CIA ‎ [3]‎. Cuando llega al ‎Kremlin, Sarkozy es ‎recibido por Medvedev, su homólogo ruso. Pero, en cuanto se sienta a ‎hablar con él, la puerta ‎se abre nuevamente y entra el primer ministro Vladimir Putin. ‎Cuando Sarkozy trata de plantear ‎sus condiciones, Putin, sin decir ni una palabra, pone ante ‎él, encima de la mesa, un ejemplar de ‎la revista Profile, con la portada dirigida hacia el ‎presidente francés. Al final, es Sarkozy quien ‎se pliega a las condiciones de Rusia, suscitando ‎con ello la furia de sus socios de Europa central. ‎

En la base estadounidense de Guantánamo, base que mantiene ‎ilegalmente en suelo cubano, Estados Unidos tortura abiertamente.

El terror de Estado

Durante sus dos mandatos presidenciales, George W. Bush aterrorizó al mundo musulmán. ‎No sólo apoyó ‎el rediseño de las fronteras del Medio Oriente Ampliado con la pretensión de crear ‎Estados ‎de no más de 10 millones de habitantes, no sólo atacó Afganistán e Irak matando al ‎menos 3 ‎millones de inocentes sino que además torturó como mínimo a 80 000 musulmanes. ‎

Contrariamente a lo que puede verse en las series de televisión y en las películas de ‎Hollywood, ‎la tortura nunca ha sido eficaz en la obtención de información confiable. ‎Desde tiempos ‎inmemoriales, la tortura constituye, sin embargo, una forma de gobierno. ‎Porque es disuasiva. ‎

En la Antigüedad y la Edad Media, la tortura no se utilizaba para obtener información sino ‎para ‎obligar los torturados a firmar las confesiones ya preparadas para ellos. Durante la ‎Segunda ‎Guerra Mundial, los nazis recurrieron masivamente a la tortura, obteniendo ‎información sólo de ‎manera incidental. Sus verdaderos interrogadores, conforme a las ‎instrucciones de Hanns Scharff, ‎no utilizaban ninguna forma de violencia, pero obtenían ‎todo tipo de informaciones válidas. ‎Los torturadores nazis aterrorizaron a las poblaciones –‎garantizando el poder del Reich– pero ‎al mismo tiempo suscitaron la resistencia que acabó ‎venciéndolo.‎

En Estados Unidos, el vicepresidente Dick Cheney organizó –en la Casa Blanca– una docena ‎de ‎reuniones para decidir qué técnicas utilizar contra los musulmanes. La consejera de ‎Seguridad ‎Nacional Condoleeza Rice, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el secretario ‎de Estado ‎Colin Powell, el Fiscal General (ministro de Justicia) John Ashcroft y el director de ‎la CIA George ‎Tenet participaron en aquellas reuniones y se pronunciaron sobre la base de ‎los experimentos realizados ‎ante ellos. ‎

Muy pocos dictadores llegaron a rebajarse tanto, ni siquiera el propio Hitler. John Ashcroft ‎acabó ‎negándose a participar en esas reuniones y declarando: «La Historia no nos perdonará ‎lo que ‎hemos hecho.»‎

La opinión pública occidental ha oído hablar del campo de prisioneros creado en la ‎base ‎estadounidense de Guantánamo, de la cárcel de Abu Ghraib y de las cárceles secretas ‎de la CIA, ‎pero nunca ha sido informada sobre las cárceles de la US Navy, en las ‎bodegas de navíos de ‎guerra que navegaban en aguas internacionales. En total, 17 barcos de ‎la marina de guerra de ‎Estados Unidos han sido identificados como cárceles flotantes: los buques USS Bataan, ‎‎USS Peleliu, USS Ashland, USNS Stockham, USNS Watson, USNS Watkins, ‎‎USNS ‎Sister, USNS Charlton, USNS Pomeroy, USNS Red Cloud, USNS Soderman, ‎‎USNS Dahl, MV PFC ‎William B. Baugh, MV Alex Bonnyman, MV Franklin J. Phillips, ‎‎MV Louis J. Huage Jr. y MV ‎James Anderson Jr.. Según la asociación británica Reprieve, más de ‎‎80 000 personas ‎secuestradas en el Medio Oriente Ampliado fueron torturadas a bordo de esos ‎navíos estadounidenses antes ‎de ser finalmente liberadas y enviadas de regreso a sus países. ‎

Así que nadie puede sorprenderse de que algunos familiares de esas víctimas expresen odio ‎hacia ‎Occidente y se involucren sin reflexionar en cualquier grupo que afirme rebelarse contra ‎las ‎potencias occidentales. ‎

El coronel Lawrence Wilkerson, director de la oficina de Colin Powell, señaló en un ‎testimonio ‎escrito, en el marco de un juicio en Guantánamo, que la administración Bush ‎sabía ‎perfectamente que gran parte de las personas detenidas en esa base naval ‎estadounidense ‎no tenían ningún vínculo con el terrorismo. ‎

Y ya que estaban torturando, los 6 dirigentes «demócratas» de la «primera democracia del ‎mundo» ‎anteriormente citados decidieron poner a prueba las teorías del profesor Martin ‎Seligman, ‎no sobre el uso de la tortura para obtener información sino para imponer ‎un ‎comportamiento a las víctimas de las torturas ‎ [4].‎

Basándose en
 el estudio de las torturas chinas realizado durante la guerra de Corea por el profesor Albert ‎D. ‎Biderman, de la Rand Corporation;‎
 las prácticas de la CIA durante la guerra fría en la Political Warfare Cadres Academy (en Taiwán) ‎y ‎en la Escuela de las Américas (en Panamá) –prácticas explicadas en el Manual Kubark–;‎
 los experimentos sobre la manipulación de la mente humana realizados en el marco del ‎Proyecto ‎MK-Ultra de la CIA;‎
 y en el estudio del «espíritu árabe» (sic) realizado por el profesor Raphael Patai,
el profesor Martin Seligman, ex presidente de la American Psychological Association, ‎había ‎concebido un método tendiente a quebrar la personalidad de la persona torturada –la teoría de ‎‎«la ‎impotencia aprendida»– para imponerle una nueva personalidad.‎

El profesor Martin Seligman, consejero de la CIA.‎

Ningún medio de la prensa occidental mencionó las informaciones que yo publiqué en Rusia ‎sobre ‎ese tema, en 2009. Hubo que esperar a que varios sicólogos estadounidenses ‎tradujeran mi ‎artículo –inmediatamente desmentido por el profesor Seligman–, a que su ‎asociación abriera ‎una investigación, y sobre todo a que la senadora Diane Feinstein ‎presentara un informe sobre ‎‎119 casos de prisioneros de la CIA, para que finalmente ‎estallara el escándalo.‎

La senadora Diane Feinstein demostraba de paso que, fuera de los alaridos de los ‎torturados, ‎Estados Unidos nunca obtuvo nada parecido a una confesión que vinculara los ‎atentados del 11 ‎de septiembre de 2001 con al-Qaeda [5]. La senadora también cuestionaba en su informe ‎a ‎‎2 discípulos de Seligman que habían mostrado un sadismo excepcional durante la ‎supervisión de ‎los «interrogatorios extremos»: Bruce Jensen y el obispo mormón James ‎Mitchell. ‎

La presidencia de Barack Obama‏

‎En medio de ese contexto tienen lugar la crisis de las subprimes y el crash ‎financiero que ‎resulta de esa crisis. El 15 de septiembre de 2008, se derrumba el banco Lehman ‎Brothers, ‎institución cuyas operaciones alcanzan un monto de 46 700 millones de dólares al año. ‎La ‎sacudida es tan violenta que afecta todo el conjunto del sistema financiero mundial. En ‎honor ‎a la verdad, hay que decir que la quiebra de Lehman Brothers y las que le siguen ‎tenían muy ‎poco que ver con la actividad económica real, pero desorganizan todo el sector ‎bancario. ‎Sin embargo, también proporcionan a la administración Bush y a la administración ‎Obama una ‎justificación que les permite utilizar los fondos del Tesoro estadounidense para ‎sacar a flote a ‎los donantes de sus campañas electorales. ‎

Por el momento, Estados Unidos se ve obligado a reducir urgentemente su tren de gastos ‎y realizar ‎gigantescos recortes presupuestarios. Las guerras tendrán que esperar. ‎

Así se terminan entonces los dos mandatos de George W. Bush y tiene lugar la elección ‎del ‎candidato demócrata Barack Obama. La prensa internacional consideraba que ‎el presidente ‎Bush hijo era demasiado tonto para poder gobernar y que era su vicepresidente, ‎Dick Cheney, ‎quien manejaba todo entre bambalinas. Pero no reconocía que Cheney, además de ser ‎el ‎vicepresidente que en realidad maneja los hilos, era también uno de los miembros ‎del ‎gobierno invisible que organizó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 2001. Esa misma ‎prensa ‎fingirá igualmente creer que el poder reside en la Casa Blanca y que Obama va a ser ‎un ‎verdadero presidente. ‎

La mentalidad estadounidense se acomoda fácilmente a la idea de «dejar atrás el pasado», ‎lo ‎que nosotros llamamos más popularmente “borrón y cuenta nueva”. Cuando ‎un empresario ‎estadounidense quiebra, lo que hace es declararse en bancarrota y eso le permite ‎irse ‎tranquilamente sin pagar a sus acreedores. En Europa ese empresario sería llevado a ‎los ‎tribunales, juzgado y generalmente condenado a una pena que le prohíbe administrar ‎otro ‎negocio, pero en Estados Unidos puede crear inmediatamente una nueva empresa y ‎continuar su actividad. Asimismo, después de cada elección presidencial –exceptuando la ‎que ‎ganó Donald Trump–, el nuevo presidente nunca es considerado deudor por ‎los crímenes cometidos ‎por sus predecesores. ‎

Barack Obama es un maestro en materia de “borrón y cuenta nueva”. Se compromete, lo más ‎seriamente del mundo, a ‎reducir unilateralmente los arsenales nucleares estadounidenses y a llevar así la ‎humanidad de la mano hacia la paz mundial, compromiso que le vale ‎estruendosos aplausos ‎e incluso recibir –a título preventivo– el Premio Nobel de la Paz. Siguiendo ‎la misma tónica, ‎la propaganda atlantista celebra el color de la piel del nuevo presidente de ‎Estados Unidos ‎como símbolo del fin del racismo y del triunfo de la igualdad. En la práctica, ‎bajo los dos ‎mandatos de Obama pululan las asociaciones de supremacistas blancos y ‎los policías ‎estadounidenses se acostumbran a asesinar negros sin tener que enfrentar la ‎justicia. ‎

‎Barack Obama es hijo de una estadounidense y de un kenyano. Lo educaron ‎el segundo esposo ‎de su madre, el indonesio Lolo Soetoro, y más tarde su abuela materna, ‎Madelyn Dunham. ‎Tanto su padre biológico como su padre adoptivo estudiaron en el East–West ‎Center de Hawai, equivalente estadounidense de la Universidad rusa de Amistad con los Pueblos ‎que ‎lleva el nombre de Patricio Lumumba. Su madre y su padre adoptivo trabajaron para ‎la CIA ‎en Indonesia, en el momento del golpe de Estado de Suharto. Su abuela materna ‎manejaba ‎las cuentas bancarias de la CIA en el Extremo Oriente en el Banco de Hawai, ‎en Honolulu [6]. ‎

Considerado extranjero por los servicios administrativos estadounidenses, el joven ‎Barack ‎Obama obtuvo una beca Fullbright –precisamente gracias a su estatus de extranjero. ‎Siendo ‎ya senador por el Estado de Illinois, hizo una gira por África por cuenta de la CIA, ‎utilizando ‎como cobertura su responsabilidad como parlamentario [7]. El lanzamiento de ‎su campaña ‎como candidato a la presidencia de Estados Unidos fue financiado por ‎el multimillonario ‎irako-británico sir Nadhmi Auchi, muy vinculado al primer ministro británico ‎Tony Blair y al ‎MI6. Todo indica que al financiar a Obama, Auchi actuaba por cuenta de la ‎Corona británica. ‎Al convertirse en presidente, Barack Obama incluirá en su primera ‎administración a ‎numerosos miembros de la extremadamente secreta Pilgrim’s Society, ‎la asociación anglo-‎estadounidense que preside la reina Isabel II.‎

Todo indica que Barack Obama no nació estadounidense ni en Hawai, sino en ‎Kenya y ‎como súbdito de la Corona británica, lo cual no debería haberle permitido ‎presentarse a ‎la elección presidencial, según la Constitución estadounidense. En todo caso, ‎su abuela paterna ‎declaró que recuerda haber estado presente en el nacimiento de ‎Barack Obama… en África. ‎Quizás lo confunde con el nacimiento de otro de sus nietos… En el ‎registro civil de Hawai ‎no hay huella de su nacimiento allí… Quizás los archivos de ‎Hawái son un desastre... Pero ‎el Departamento de Estado le concedió una beca como ‎estudiante extranjero… Quizás Barack ‎Obama hizo trampa para obtener la beca… Después ‎de su elección como presidente, el servicio ‎de prensa de la Casa Blanca publicó una copia de la certificación ‎de nacimiento de Barack Obama… pero ‎resulta que el documento está “arreglado”. Se ‎desarrolla entonces un movimiento marginal que ‎pone en duda la legitimidad de Barack Obama ‎como presidente… movimiento financiado por el ‎empresario neoyorkino Donald Trump.‎

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[1The Iraq Study ‎Group Report, James Baker III y Lee H. Hamilton, Lawrence S. Eagleburger, ‎Vernon E. Jordan Jr., ‎Edwin Meese III, Sandra Day O’Connor, Leon E. Panetta, William J. Perry, ‎Charles S. Rob, Alan ‎K. Simpson, Vintage Books, 2008.

[2«La mise en place de bombes nucléaires états-uniennes contre l’Iran?», ‎por Larry Johnson, Réseau Voltaire, 17 de septiembre de 2007.

[3«Operación Sarkozy: Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa», por Thierry Meyssan, профиль ‎‎(Federación Rusa), Red ‎Voltaire, 10 de julio de 2008.

[4‏«El secreto de Guantánamo», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), ‎‎Red Voltaire, 6 de noviembre ‎de 2009.

[5«Committee Study of the Central Intelligence Agency’s Detention and Interrogation Program», Senate Select Committee on Intelligence, 9 de diciembre de 2014.

[6«La biografía oculta de los Obama: una familia al servicio de la CIA», por Wayne Madsen, Red Voltaire, 31 de agosto de 2010.

[7«La experiencia política africana de Barack Obama», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de marzo de 2013.