Durante todo un año se debatió en Washington sobre la doctrina Rumsfeld-Cebrowski de destrucción de los Estados y se llegó a la conclusión de que esta había conducido al desastre de Irak. Pero todo siguió igual. El vicepresidente estadounidense Dick Cheney siguió adelante con su proyecto de destrucción de Irán, lo cual condujo a escaramuzas en Líbano y Georgia. Tratando de dejar atrás el sórdido periodo abierto con los dos mandatos presidenciales de George W. Bush y la generalización de la tortura por parte de Estados Unidos, el Estado Profundo organiza la elección de Barack Obama. A partir de entonces se hablará del color de la piel del nuevo presidente, mucho más que de su política.

Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
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La Comisión Baker-Hamilton
En Irak, todo va de mal en peor. El Gobierno Provisional instaurado después de la Autoridad Provisional, no logra estabilizar el país. Ya disipado el efecto terrorífico de los bombardeos de la coalición estadounidense perpetrados como parte de la operación estadounidense «Conmoción y pavor», la población iraquí despierta y toma conciencia del saqueo y la destrucción impuestos por la Autoridad Provisional.
Desde los primeros días de la ocupación, Estados Unidos quemó los archivos del país y la Biblioteca Nacional. Los ocupantes estadounidenses empezaron saqueando los museos nacionales de Irak, cuyos tesoros nadie había puesto a salvo a su debido tiempo. Metódicamente, Estados Unidos privatizó, para su propio beneficio, la economía socialista de Irak, recurriendo para ello a la ayuda de “especialistas”, como el ex presidente búlgaro Peter Stoyanov y el ex primer ministro ruso Egor Gaidar.
Los soldados iraquíes desmovilizados por el ocupante estadounidense comienzan a reorganizarse y se sublevan contra la ocupación en todas partes. Para contrarrestar la cólera de los iraquíes, el embajador estadounidense John Negroponte decide romper la unidad de la población y llevarlos a matarse entre sí.
Con apoyo de su viejo amigo Elliot Abrams y de Liz Cheney en Washington, Negroponte crea un grupo sunnita que atacará a los chiitas y un grupo chiita para masacrar sunnitas. Cuando comienza la guerra civil en Irak, Negroponte ya es director de la Inteligencia Nacional estadounidense. Para los iraquíes, el descenso al infierno de la guerra civil comienza con el bárbaro y gigantesco atentado contra la mezquita chiita al-Askari, en Samarra, el 22 de febrero de 2006, cuyo balance sobrepasa los 1 000 muertos. Aunque nadie reclamó su autoría, ese atentado se atribuye generalmente al «Emirato Islámico en Irak» –el futuro Daesh. A pesar de los llamados a la calma que lanzan el gran ayatola Alí al-Sistani y Muqtada al-Sadr, el atentado de Samarra desata en respuesta numerosos ataques y linchamientos en los que mueren 3 000 sunnitas.
Concretamente, el balance de la guerra de Irak se resume de la siguiente manera:
– el presidente Saddam Hussein fue derrocado bajo pretextos falsos;
– Irak fue metódicamente saqueado por el grupo responsable del golpe de Estado perpetrado en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001; y,
– a pesar de la presencia en Irak de una fuerza ocupante de 170 000 efectivos estadounidenses y de la inversión de varios miles de millares de millones de dólares, el país se ve sumido en una guerra civil tan atroz como artificial.
En Washington, la clase dirigente estadounidense se divide entre los que recibieron una parte del botín y los que han tenido que pagar la operación. El Congreso decide crear una comisión bipartidista encargada de encontrar una salida a la aventura iraquí. Dos personalidades que los grupos ya mencionados consideran neutrales van a copresidir esa comisión: el republicano James Baker y el demócrata Lee Hamilton. James Baker fue secretario de Estado y luego consejero del fondo de inversiones Carlyle Group, que maneja los fondos de las familias Bush y Ben Laden. Lee Hamilton fue el relator a cargo del tema de las reservas petroleras del Medio Oriente y más tarde fue vicepresidente de la comisión investigadora presidencial sobre el 11 de septiembre.
Durante cerca de un año, la Comisión Baker-Hamilton analiza no sólo la cuestión de Irak sino toda la política de Estados Unidos en el Medio Oriente, particularmente todo lo vinculado con Líbano, Siria e Irán. El 6 de diciembre de 2006, la comisión concluye que hay que abandonar el proyecto de guerras sucesivas contra todos los países que se resisten a Washington en el Medio Oriente y que, por el contrario, hay que negociar un regreso a la paz con Siria e Irán [1].
Mientras la Comisión Baker-Hamilton hacía su trabajo, el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa Rumsfeld presionaban a los militares para apresurar la guerra contra Irán y sus aliados chiitas. Varias veces tratan de iniciar el conflicto antes de la entrega del informe. Saliendo del deber de reserva impuesto a los militares, varios oficiales superiores exigen públicamente la renuncia del secretario de Defensa, señalando que no es el hombre de la situación. Los militares hallan un evidente respaldo en la opinión pública, perfectamente consciente de la desastrosa situación reinante en Irak. Finalmente, ante la derrota sufrida en las elecciones legislativas, el presidente George Bush hijo decide deshacerse del sempiterno Rumsfeld –de 74 años– y reemplazarlo por uno de los miembros de la Comisión Baker-Hamilton. Pero James Baker prefiere conservar su estatus de “sabio neutral” y es en definitiva el republicano Robert Gates, ex director de la CIA, quien se convierte en secretario de Defensa.
Durante todo el año 2007, los hombres del 11 de septiembre intentan varios golpes bajos. Discretamente, los contingentes de España, Francia e Italia que componen la Fuerza de Interposición de la ONU en Líbano (FINUL) son puestos bajo las órdenes de la OTAN. Después del asesinato de Rafic Hariri y de la agresión israelí, todo hace presagiar un “tercer round” en Beirut. Seis bombas atómicas son enviadas ilegalmente desde la base de Minot a la base de Baksdale, donde son acondicionadas para trasladarlas al Medio Oriente [2]. La operación se cancela en el último momento. Un satélite-espía que vigilaba el Medio Oriente se autodestruye y sus restos caen en Perú.
Finalmente, el vicealmirante John Michael McConnell, director de la Inteligencia Nacional estadounidense, publica un documento confidencial donde se señala que Irán detuvo su programa nuclear civil desde hace años, al menos 4. El vicealmirante impide así que el vicepresidente Cheney intente una jugada similar a la historia de las «armas de destrucción masiva» que se usó para justificar la agresión contra Irak. Los generales se rebelan contra la administración Bush, y además hacen pública su rebelión.

La guerra contra los chiitas
no será en Líbano
El jefe del US Central Command (CentCom) –supervisor de las guerras en Afganistán e Irak–, almirante William Fallon, es un veterano de Vietnam. Sabe bien que sus tropas están exhaustas y que no podrán librar al mismo tiempo una guerra de contraguerrilla frente la resistencia iraquí y otra guerra contra Irán. Recurriendo a los contactos que ha ido acumulando durante su carrera, el almirante Fallon se comunica con varias personalidades iraníes y negocia con la República Islámica en presencia de representantes de Rusia y China. El 2 de marzo de 2008, se reúne en secreto con el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad en Bagdad. El almirante estadounidense y el presidente de Irán logran llegar a un acuerdo. Irán está dispuesto a retirar sus comandos de las zonas sensibles del Medio Oriente Ampliado –Afganistán e Irak, Bahréin y Líbano, etc.– si Estados Unidos hace lo mismo.
Furioso, el vicepresidente Dick Cheney desautoriza al almirante. Traicionado por los suyos, el almirante Fallon dimite. Teherán reacciona haciendo grandes envíos de armamento a la resistencia iraquí, a la resistencia libanesa y a la resistencia palestina.
Lleno de júbilo, el general David Petraeus, comandante de las tropas estadounidenses en Irak, se convierte en jefe del CentCom, en lugar del almirante Fallon, e inunda la prensa con su propia versión sobre lo que sucede en Irak. Asegura a todo el mundo que el aumento de sus efectivos («the surge») le ha permitido contrarrestar la resistencia iraquí y que todo está a punto de volver a la normalidad.
La realidad es muy diferente. Los mercenarios de John Negroponte han logrado poner a los chiitas en contra de los sunnitas y viceversa. Pero, aunque hay grupos armados que luchan entre sí, la población no participa realmente en esa guerra civil. Poco a poco, los iraquíes se dan cuenta de que están siendo víctimas de una manipulación. Decenas de miles de jóvenes iraquíes desempleados se incorporan entonces a la resistencia contra el ocupante.
El general Petraeus, siguiendo los consejos del experto australiano David Kilcullen, decide sobornar a 80 000 nacionalistas iraquíes, pagándoles 10 dólares diarios. Se detiene así la inmensa mayoría de las acciones armadas contra las tropas estadounidenses, aunque es evidente que en cuanto cese el estipendio, los 80 000 «colaboradores» de las fuerzas ocupantes se volverán otra vez contra ellas y que lo harán utilizando el armamento que acaban de recibir… del propio Pentágono. Pero Petraeus sólo busca ganar tiempo… tiempo para firmar contratos escandalosamente ventajosos para la explotación de campos petrolíferos y para obtener inmunidad jurídica para sus tropas así como el mantenimiento ad æternam de las bases militares estadounidenses en Irak.
Hoy en día se presenta a Petraeus como uno de los mejores expertos en contraterrorismo, reputación que no tiene nada que ver con la realidad. David Petraeus es un general de salón que hizo carrera como agente de enlace… entre el Pentágono y el Congreso, no en el campo de batalla. Durante su estancia en Irak, pasó más tiempo abusando de niñas que resolviendo absolutamente nada.
Por lo pronto, el nuevo secretario de Defensa, Robert Gates, se pronuncia por una tregua de un año entre los dos bandos en que se ha dividido el Pentágono y, partiendo de esa tregua interna, por una suspensión de las intervenciones militares de Estados Unidos a través del mundo.
Los hombres del 11 de septiembre se inclinan, pero no renuncian a sus designios. Al ver que no pueden manipular a las fuerzas armadas estadounidenses, se vuelven hacia los británicos y los israelíes. Estos últimos están dispuestos, a la vez, a intentar la revancha contra el Hezbollah y Siria y, por otro lado, a lanzar un ataque aéreo sorpresivo contra Irán, similar al que realizaron en 1981 contra un reactor nuclear en Irak.
Pero el radio de acción de sus bombarderos no les permite alcanzar el territorio iraní. Londres propone entonces poner a disposición de Tel Aviv aeródromos más cercanos, en la República de Georgia. El presidente georgiano Mijaíl Saakachvili acepta y pone dos bases militares a la disposición de Israel, mediante el pago de un alquiler. Los británicos ponen a uno de sus súbditos en el gobierno de Saakachvili mientras que los israelíes ponen a uno de los suyos, David Kezerachvili, como ministro georgiano de Defensa.

Mientras tanto, en Líbano, el primer ministro Fouad Siniora trata de cortar las comunicaciones internas de la Resistencia y el transporte entre el Hezbollah e Irán para facilitar el próximo ataque de Israel contra su propio país. Siniora es el antiguo contador de la familia Hariri y es un secreto a voces que también es agente de los servicios de inteligencia de Jordania. Así que ordena sabotear la red de telefonía terrestre que el Hezbollah y sus aliados habían instalado con ayuda de ingenieros iraníes. La resistencia libanés se verá así obligada a utilizar la red telefónica normal estatal del Líbano o una de las 3 redes de telefonía móvil, todas bajo control del enemigo israelí. Siniora también retira al Hezbollah el uso de la pista de aterrizaje que el aeropuerto de Beirut ponía a su disposición para mantener un puente aéreo con Teherán. Numerosos aviones utilizan esa pista para transportar jóvenes libaneses que se entrenan en Irán con la milicia de los basiyis y con los Guardianes de la Revolución, los que a su vez envían a Líbano importantes cantidades de armamento, incluyendo innumerables misiles.
El secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, pide al primer ministro Siniora que anule esas instrucciones, que además señala como una «declaración de guerra». Pero el jefe del gobierno las mantiene, mientras ya se prepara una nueva guerra contra Líbano, Siria e Irán.
El 7 de mayo de 2008, el Hezbollah ocupa todos los edificios oficiales y los domicilios privados de los responsables del gobierno y, en pocas horas, desarma a todos los servicios de seguridad del Estado libanés, consolidando así su victoria. Más discretamente, las fuerzas de élite del Hezbollah penetran en un bunker situado bajo la antigua sede de la Televisión del Futuro –propiedad de la familia Hariri. Ese bunker sirve de centro de operaciones a los militares británicos, estadounidenses, israelíes y jordanos. Los oficiales extranjeros logran a duras penas escapar por un túnel y alcanzar la playa, donde abordan botes neumáticos y se alejan de la costa hasta un punto donde los recoge un barco estadounidense. Cumplida su misión como guardián de la Resistencia, el Hezbollah se retira.
Esta victoria relámpago de la resistencia libanesa conducirá al acuerdo de Doha. La Coalición 14 de Marzo, reunida alrededor del clan Hariri, negocia su permanencia en el gobierno, sin encontrar oposición del Hezbollah, al que no le interesa el gobierno y que sólo exige libertad de acción para defender el país.
La destrucción del Hezbollah tendrá que esperar, pero la de Irán ya está en marcha.

La guerra abortada contra Irán
En el Cáucaso, convencido de que el dispositivo cuya instalación ha concedido a los occidentales le sirve de protección, el presidente georgiano Mijaíl Saakachvili toma la iniciativa y ataca Osetia del Sur y Abjasia. Puestos bajo la administración de Georgia en tiempos de la Unión Soviética, estos dos Estados se habían declarado independientes al disolverse la URSS, sin obtener el reconocimiento de la comunidad internacional. A sabiendas de que la mayor parte de los osetios y de los abjasios ostentan también la nacionalidad rusa, el presidente ruso Dimitri Medvedev autoriza la intervención de las tropas rusas. Su primer ministro, Vladimir Putin, asume el mando de las operaciones y, para sorpresa de todos, lo primero que hace es bombardear las dos bases militares que Georgia había puesto a la disposición de Israel, cuyos aviones son destruidos en tierra. Sólo después de esa acción, ataca al ejército georgiano.
Los medios de prensa occidentales no mencionan la presencia de Israel en Georgia, ni los preparativos contra Irán, y aseguran que el ejército ruso es totalmente obsoleto. Según los medios occidentales, si el ejército ruso ha salido victorioso es sólo porque Georgia tampoco contaba con el armamento apropiado. Sea eso cierto o no, el caso es que Rusia, país que todos creían devastado desde la disolución de la URSS y el saqueo que caracterizó la era de Boris Yeltsin, está volviendo a levantarse.
Ninguno de los dos bandos existentes en Estados Unidos tiene el menor interés en revelar lo sucedido, así que Washington recurre a su agente francés –el presidente Nicolas Sarkozy– para que “negocie” la paz. En realidad, no hay nada que negociar: Georgia inició la agresión… y perdió. Israel es incapaz de explicar su presencia en Georgia.
El sumiso Sarkozy corre a Moscú para reunirse con el presidente Medvedev. A su llegada observa, en el trayecto entre el aeropuerto y la ciudad de Moscú, gran cantidad de afiches publicitarios de la revista Profile, que publica su foto en la portada. Sarkozy pregunta al embajador de Francia el tono de lo publicado. Es un estudio redactado por mí y basado en sus vínculos familiares con uno de los tres fundadores de la CIA [3]. Cuando llega al Kremlin, Sarkozy es recibido por Medvedev, su homólogo ruso. Pero, en cuanto se sienta a hablar con él, la puerta se abre nuevamente y entra el primer ministro Vladimir Putin. Cuando Sarkozy trata de plantear sus condiciones, Putin, sin decir ni una palabra, pone ante él, encima de la mesa, un ejemplar de la revista Profile, con la portada dirigida hacia el presidente francés. Al final, es Sarkozy quien se pliega a las condiciones de Rusia, suscitando con ello la furia de sus socios de Europa central.

El terror de Estado
Durante sus dos mandatos presidenciales, George W. Bush aterrorizó al mundo musulmán. No sólo apoyó el rediseño de las fronteras del Medio Oriente Ampliado con la pretensión de crear Estados de no más de 10 millones de habitantes, no sólo atacó Afganistán e Irak matando al menos 3 millones de inocentes sino que además torturó como mínimo a 80 000 musulmanes.
Contrariamente a lo que puede verse en las series de televisión y en las películas de Hollywood, la tortura nunca ha sido eficaz en la obtención de información confiable. Desde tiempos inmemoriales, la tortura constituye, sin embargo, una forma de gobierno. Porque es disuasiva.
En la Antigüedad y la Edad Media, la tortura no se utilizaba para obtener información sino para obligar los torturados a firmar las confesiones ya preparadas para ellos. Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis recurrieron masivamente a la tortura, obteniendo información sólo de manera incidental. Sus verdaderos interrogadores, conforme a las instrucciones de Hanns Scharff, no utilizaban ninguna forma de violencia, pero obtenían todo tipo de informaciones válidas. Los torturadores nazis aterrorizaron a las poblaciones –garantizando el poder del Reich– pero al mismo tiempo suscitaron la resistencia que acabó venciéndolo.
En Estados Unidos, el vicepresidente Dick Cheney organizó –en la Casa Blanca– una docena de reuniones para decidir qué técnicas utilizar contra los musulmanes. La consejera de Seguridad Nacional Condoleeza Rice, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el secretario de Estado Colin Powell, el Fiscal General (ministro de Justicia) John Ashcroft y el director de la CIA George Tenet participaron en aquellas reuniones y se pronunciaron sobre la base de los experimentos realizados ante ellos.
Muy pocos dictadores llegaron a rebajarse tanto, ni siquiera el propio Hitler. John Ashcroft acabó negándose a participar en esas reuniones y declarando: «La Historia no nos perdonará lo que hemos hecho.»
La opinión pública occidental ha oído hablar del campo de prisioneros creado en la base estadounidense de Guantánamo, de la cárcel de Abu Ghraib y de las cárceles secretas de la CIA, pero nunca ha sido informada sobre las cárceles de la US Navy, en las bodegas de navíos de guerra que navegaban en aguas internacionales. En total, 17 barcos de la marina de guerra de Estados Unidos han sido identificados como cárceles flotantes: los buques USS Bataan, USS Peleliu, USS Ashland, USNS Stockham, USNS Watson, USNS Watkins, USNS Sister, USNS Charlton, USNS Pomeroy, USNS Red Cloud, USNS Soderman, USNS Dahl, MV PFC William B. Baugh, MV Alex Bonnyman, MV Franklin J. Phillips, MV Louis J. Huage Jr. y MV James Anderson Jr.. Según la asociación británica Reprieve, más de 80 000 personas secuestradas en el Medio Oriente Ampliado fueron torturadas a bordo de esos navíos estadounidenses antes de ser finalmente liberadas y enviadas de regreso a sus países.
Así que nadie puede sorprenderse de que algunos familiares de esas víctimas expresen odio hacia Occidente y se involucren sin reflexionar en cualquier grupo que afirme rebelarse contra las potencias occidentales.
El coronel Lawrence Wilkerson, director de la oficina de Colin Powell, señaló en un testimonio escrito, en el marco de un juicio en Guantánamo, que la administración Bush sabía perfectamente que gran parte de las personas detenidas en esa base naval estadounidense no tenían ningún vínculo con el terrorismo.
Y ya que estaban torturando, los 6 dirigentes «demócratas» de la «primera democracia del mundo» anteriormente citados decidieron poner a prueba las teorías del profesor Martin Seligman, no sobre el uso de la tortura para obtener información sino para imponer un comportamiento a las víctimas de las torturas [4].
Basándose en
– el estudio de las torturas chinas realizado durante la guerra de Corea por el profesor Albert D. Biderman, de la Rand Corporation;
– las prácticas de la CIA durante la guerra fría en la Political Warfare Cadres Academy (en Taiwán) y en la Escuela de las Américas (en Panamá) –prácticas explicadas en el Manual Kubark–;
– los experimentos sobre la manipulación de la mente humana realizados en el marco del Proyecto MK-Ultra de la CIA;
– y en el estudio del «espíritu árabe» (sic) realizado por el profesor Raphael Patai,
el profesor Martin Seligman, ex presidente de la American Psychological Association, había concebido un método tendiente a quebrar la personalidad de la persona torturada –la teoría de «la impotencia aprendida»– para imponerle una nueva personalidad.

Ningún medio de la prensa occidental mencionó las informaciones que yo publiqué en Rusia sobre ese tema, en 2009. Hubo que esperar a que varios sicólogos estadounidenses tradujeran mi artículo –inmediatamente desmentido por el profesor Seligman–, a que su asociación abriera una investigación, y sobre todo a que la senadora Diane Feinstein presentara un informe sobre 119 casos de prisioneros de la CIA, para que finalmente estallara el escándalo.
La senadora Diane Feinstein demostraba de paso que, fuera de los alaridos de los torturados, Estados Unidos nunca obtuvo nada parecido a una confesión que vinculara los atentados del 11 de septiembre de 2001 con al-Qaeda [5]. La senadora también cuestionaba en su informe a 2 discípulos de Seligman que habían mostrado un sadismo excepcional durante la supervisión de los «interrogatorios extremos»: Bruce Jensen y el obispo mormón James Mitchell.
La presidencia de Barack Obama

En medio de ese contexto tienen lugar la crisis de las subprimes y el crash financiero que resulta de esa crisis. El 15 de septiembre de 2008, se derrumba el banco Lehman Brothers, institución cuyas operaciones alcanzan un monto de 46 700 millones de dólares al año. La sacudida es tan violenta que afecta todo el conjunto del sistema financiero mundial. En honor a la verdad, hay que decir que la quiebra de Lehman Brothers y las que le siguen tenían muy poco que ver con la actividad económica real, pero desorganizan todo el sector bancario. Sin embargo, también proporcionan a la administración Bush y a la administración Obama una justificación que les permite utilizar los fondos del Tesoro estadounidense para sacar a flote a los donantes de sus campañas electorales.
Por el momento, Estados Unidos se ve obligado a reducir urgentemente su tren de gastos y realizar gigantescos recortes presupuestarios. Las guerras tendrán que esperar.
Así se terminan entonces los dos mandatos de George W. Bush y tiene lugar la elección del candidato demócrata Barack Obama. La prensa internacional consideraba que el presidente Bush hijo era demasiado tonto para poder gobernar y que era su vicepresidente, Dick Cheney, quien manejaba todo entre bambalinas. Pero no reconocía que Cheney, además de ser el vicepresidente que en realidad maneja los hilos, era también uno de los miembros del gobierno invisible que organizó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 2001. Esa misma prensa fingirá igualmente creer que el poder reside en la Casa Blanca y que Obama va a ser un verdadero presidente.
La mentalidad estadounidense se acomoda fácilmente a la idea de «dejar atrás el pasado», lo que nosotros llamamos más popularmente “borrón y cuenta nueva”. Cuando un empresario estadounidense quiebra, lo que hace es declararse en bancarrota y eso le permite irse tranquilamente sin pagar a sus acreedores. En Europa ese empresario sería llevado a los tribunales, juzgado y generalmente condenado a una pena que le prohíbe administrar otro negocio, pero en Estados Unidos puede crear inmediatamente una nueva empresa y continuar su actividad. Asimismo, después de cada elección presidencial –exceptuando la que ganó Donald Trump–, el nuevo presidente nunca es considerado deudor por los crímenes cometidos por sus predecesores.
Barack Obama es un maestro en materia de “borrón y cuenta nueva”. Se compromete, lo más seriamente del mundo, a reducir unilateralmente los arsenales nucleares estadounidenses y a llevar así la humanidad de la mano hacia la paz mundial, compromiso que le vale estruendosos aplausos e incluso recibir –a título preventivo– el Premio Nobel de la Paz. Siguiendo la misma tónica, la propaganda atlantista celebra el color de la piel del nuevo presidente de Estados Unidos como símbolo del fin del racismo y del triunfo de la igualdad. En la práctica, bajo los dos mandatos de Obama pululan las asociaciones de supremacistas blancos y los policías estadounidenses se acostumbran a asesinar negros sin tener que enfrentar la justicia.

Barack Obama es hijo de una estadounidense y de un kenyano. Lo educaron el segundo esposo de su madre, el indonesio Lolo Soetoro, y más tarde su abuela materna, Madelyn Dunham. Tanto su padre biológico como su padre adoptivo estudiaron en el East–West Center de Hawai, equivalente estadounidense de la Universidad rusa de Amistad con los Pueblos que lleva el nombre de Patricio Lumumba. Su madre y su padre adoptivo trabajaron para la CIA en Indonesia, en el momento del golpe de Estado de Suharto. Su abuela materna manejaba las cuentas bancarias de la CIA en el Extremo Oriente en el Banco de Hawai, en Honolulu [6].
Considerado extranjero por los servicios administrativos estadounidenses, el joven Barack Obama obtuvo una beca Fullbright –precisamente gracias a su estatus de extranjero. Siendo ya senador por el Estado de Illinois, hizo una gira por África por cuenta de la CIA, utilizando como cobertura su responsabilidad como parlamentario [7]. El lanzamiento de su campaña como candidato a la presidencia de Estados Unidos fue financiado por el multimillonario irako-británico sir Nadhmi Auchi, muy vinculado al primer ministro británico Tony Blair y al MI6. Todo indica que al financiar a Obama, Auchi actuaba por cuenta de la Corona británica. Al convertirse en presidente, Barack Obama incluirá en su primera administración a numerosos miembros de la extremadamente secreta Pilgrim’s Society, la asociación anglo-estadounidense que preside la reina Isabel II.
Todo indica que Barack Obama no nació estadounidense ni en Hawai, sino en Kenya y como súbdito de la Corona británica, lo cual no debería haberle permitido presentarse a la elección presidencial, según la Constitución estadounidense. En todo caso, su abuela paterna declaró que recuerda haber estado presente en el nacimiento de Barack Obama… en África. Quizás lo confunde con el nacimiento de otro de sus nietos… En el registro civil de Hawai no hay huella de su nacimiento allí… Quizás los archivos de Hawái son un desastre... Pero el Departamento de Estado le concedió una beca como estudiante extranjero… Quizás Barack Obama hizo trampa para obtener la beca… Después de su elección como presidente, el servicio de prensa de la Casa Blanca publicó una copia de la certificación de nacimiento de Barack Obama… pero resulta que el documento está “arreglado”. Se desarrolla entonces un movimiento marginal que pone en duda la legitimidad de Barack Obama como presidente… movimiento financiado por el empresario neoyorkino Donald Trump.

La edición en español de este libro también existe en papel.
– Argentina
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– Amazon
[1] The Iraq Study Group Report, James Baker III y Lee H. Hamilton, Lawrence S. Eagleburger, Vernon E. Jordan Jr., Edwin Meese III, Sandra Day O’Connor, Leon E. Panetta, William J. Perry, Charles S. Rob, Alan K. Simpson, Vintage Books, 2008.
[2] «La mise en place de bombes nucléaires états-uniennes contre l’Iran?», por Larry Johnson, Réseau Voltaire, 17 de septiembre de 2007.
[3] «Operación Sarkozy: Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa», por Thierry Meyssan, профиль (Federación Rusa), Red Voltaire, 10 de julio de 2008.
[4] «El secreto de Guantánamo», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire, 6 de noviembre de 2009.
[5] «Committee Study of the Central Intelligence Agency’s Detention and Interrogation Program», Senate Select Committee on Intelligence, 9 de diciembre de 2014.
[6] «La biografía oculta de los Obama: una familia al servicio de la CIA», por Wayne Madsen, Red Voltaire, 31 de agosto de 2010.
[7] «La experiencia política africana de Barack Obama», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de marzo de 2013.
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