Para despertarla -con todos los cuidados de no provocarle un shock- es necesario empezar por definir qué es hoy la Izquierda. Un error frecuente que amaga toda posibilidad de rearticulación y puesta al día de la Izquierda, es creer que se trata de una marca política registrada, cuyos dueños son determinados partidos, grupos o movimientos.

Pero la Izquierda es mucho más. Su significado profundo tiene que ver con democracia y participación; con igualdad de derechos y oportunidades; con libertad, pluralismo, derechos humanos, políticos y sociales. El papel de la Izquierda es construir un poder nuevo, el poder del pueblo. Por eso ningún sector puede atribuirse la propiedad y uso exclusivo del nombre "Izquierda". Quienes así lo hacen cometen una estafa política y debilitan todo proyecto liberador.

La Izquierda chilena está dispersa en partidos, grupos, colectivos, movimientos y sobre todo, en organizaciones sociales. Está fuera y dentro de la Concertación y de quienes han venido votando por ella. Y aún va más allá. Tiene su fuerte en las masas desorganizadas y en los que no están inscritos en los registros electorales. Las organizaciones sociales han asumido sin quererlo, y muchas veces sin saberlo, el proyecto de Izquierda y en medio de penumbras, con dudas, temores y confusión, intentan recomponer y acumular fuerzas para las nuevas batallas de la justicia social.

Con toda razón pueden considerarse de Izquierda personas cuyas ideas tienen diversas fuentes pero que coinciden en que "otro mundo es posible", como lo han popularizado los movimientos antiglobalización neoliberal. Se trata, efectivamente, de cambiar el mundo. De evitar que siga siendo destruido por las ambiciones sin límites de una minoría. De que la solidaridad entre los seres humanos se convierta en razón de ser de la nueva sociedad; de lograr que la generosidad y el desprendimiento personal construyan nuevos liderazgos y que la contribución de todas las corrientes del pensamiento humanista permita construir un nuevo sistema de ideas para guiar el cambio social.

La Izquierda de los años 70 resulta estrecha y sectaria para los desafíos del siglo XXI. Reconocerlo no significa abjurar de principios que conservan su legitimidad. De lo que se trata es de admitir un hecho tal como es y, a partir de ese reconocimiento, tener firmeza y claridad para proseguir, en las nuevas condiciones, la lucha histórica de la Izquierda por democracia, justicia, libertad, fraternidad e igualdad.
Para esto se requiere una dosis importante de racionalidad política. Hay que descubrir el camino en una nueva realidad muy compleja que exige convencer a millones. El conflicto de fondo sigue siendo el de siempre: entre justicia e injusticia, entre los derechos de todos y los intereses de una minoría, entre verdad y mentira.

El historiador Eric J. Hobsbawm ha escrito: "Ciento veinticinco años después de Lassalle y cien años después de la fundación de la Segunda Internacional, los partidos socialistas y obreros no saben a dónde van. Dondequiera que se encuentren los socialistas se preguntan lacónicamente unos a otros por el futuro de nuestros movimientos. Creo que está perfectamente justificado preguntar tales cuestiones, pero -y creo que esto debe resaltarse- éstas no se circunscriben sólo a los partidos socialistas. Todos los demás partidos se encuentran en la misma situación. ¿Quién sabe realmente qué nos deparará el futuro? ¿Quién llega siquiera a pensar que lo sabe, aparte de los musulmanes, los cristianos, los judíos y otros fanáticos irracionalistas cuyo número sigue aumentando precisamente porque sólo la fe ciega parece fiable en un mundo en que todos han perdido el norte?" (Política para una Izquierda racional, Crítica, Barcelona, 2000).

Tiene razón Hobsbawm en que el camino de la Izquierda está reñido con todo fanatismo, no sólo religioso sino también ideológico y político. Para caminar despiertos y no tropezar con los mismos errores del pasado, se necesita un criterio racional que rehuse el discurso hueco y priorice propuestas y argumentos. En política esto significa amplitud y pluralismo. Hay que ordenar y acumular lo disperso, dar coherencia y hacer verosímil lo que decimos.

Nunca como hoy fue más evidente la necesidad de la Izquierda -en el sentido amplio de su significado-. Nunca hubo tanta injusticia. Nunca tantos seres humanos fueron condenados a la pobreza y carencias de todo tipo. Nunca nuestra casa común -la Tierra- corrió tantos peligros.

Estamos cargados de experiencia, de triunfos y fracasos. Caminamos con nuestros muertos inolvidables que nos alientan con su ejemplo. Comencemos hoy a conquistar el futuro. Terminemos de despertar a la nueva realidad

Nota del director.- Nos proponíamos analizar en este número la situación de la Izquierda chilena al inicio de la coyuntura electoral que culminará con las elecciones de diciembre. Sin embargo, poco o nada ha cambiado desde septiembre de 2002, cuando publicamos este editorial en PF 528. Lo que describíamos ayer -salvo retoques menores- se mantiene inalterable. Lo lamentamos junto con millones de ciudadanos que anhelan una alternativa confiable y capaz de promover un cambio verdadero en nuestro país.
M.C.D.