La historia regional, signada por la arrogancia, la violencia y el espíritu agresivo de Washington sobre las espaldas de nuestros pueblos, brinda pruebas más que evidentes de las verdaderas intenciones del imperio.

Invasiones, maniobras políticas y golpistas destinadas a imponer gobiernos corruptos, apropiación y despilfarro de las riquezas naturales, explotación de los pueblos del área e instrumentación de modelos económicos destinados a afianzar la dependencia, no importa su costo humano y social, son algunas de las armas de ese nocivo arsenal.

Al unísono, la Casa Blanca fomentó toda una red de instituciones y entidades bajo el rótulo de “panamericanistas” o “hemisféricas”, las cuales no han sido más que instrumentos para cercenar desde adentro todo intento de unidad independiente.

Cuando hoy asistimos a la creciente búsqueda de mecanismos propios que hablan de integración regional del Sur, los hombres y mujeres de este continente se sienten optimistas y con mayores bríos.

Dentro de unas horas en la brasileña ciudad de Salvador de Bahía, se iniciará un serio intento en ese camino. Se trata de la primera Conferencia de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, foro de contexto regional en el cual los gobiernos de verdadera raíz popular pueden dejar significativa impronta en sus acuerdos y decisiones.

Esta reunión posee la gran virtud de la no presencia de Estados Unidos como habitual “director de orquesta”.

En Brasil, por tanto, no habrá voz, voto ni espacio para el gran culpable de las desdichas latinoamericanas y caribeñas.

Convergerán allí además, todos los mecanismos de integración que existen en las dos regiones, con el gran desafío de cohesionar voluntades y construir puentes para avanzar hacia la verdadera unidad de sus pueblos, en un instante global de recesión capitalista de la cual no somos ajenos.

A un lado quedan entonces los caminos trazados por la Casa Blanca, y todo el andamiaje político y diplomático que le ha servido tradicionalmente para ejercer sus controles sobre esta área.

Ahora, en Salvador de Bahía, los pueblos de la región confirmarán la imprescindible unidad que los momentos actuales demandan. Cuba, con la presencia de su Presidente Raúl Castro, es ejemplo de voluntad, firmeza y resistencia, y evidencia que el imperialismo norteamericano no es infalible

Pese a que todavía quedan por estas tierras quienes reniegan de su origen y prefieren aliarse a los poderosos del Norte, sin dudas se está más en la hora de los pueblos que en la de los oligarcas.

Esa característica y el propio fracaso histórico del imperio, son acicates para el optimismo y el relanzamiento del empeño por fundar y cimentar la unidad entre las naciones de América y el Caribe.

Agencia Cubana de Noticias