En el primer caso no sólo está Barack Obama, sino hasta Nicolás Sarkozy, un derechista conocido, quien ha tenido que recurrir a medidas estimadas por el neoliberalismo como horrorosas; es decir, aumentar el gasto público, apoyar a los individuos de bajos ingresos y supervisar a las empresas. Los dirigentes europeos saben que no hay de otra: es hora de archivar las fórmulas impuestas en la década de 1980 por Margaret Tatcher.

En México, lo mejor es hacer parábolas, citar sin sentido a teóricos y aparentemente lucirse en el exterior. Es el caso de Felipe Calderón, quien en Chile, ante Michelle Bachelet, lanzó discursos bastante ininteligibles para los compatriotas de Neruda.

Quizá porque su siguiente visita era Argentina, país donde la ganadería es vital, Felipe hizo una reflexión acerca de los bancos, las tarjetas de crédito y los carniceros. Comparó a los ejecutivos del dinero con los expendedores de filetes y vísceras, quienes ofrecen primero lo sustancial a unos cuantos y lo más barato aunque nocivo para la salud a la mayoría, los de menos posibilidades económicas. No citaremos el texto –realmente increíble, como en los mejores tiempos de Fox– por falta de espacio, pero vale la pena leerlo (La Jornada, 22 de noviembre).

El hecho, en el fondo, es que, con alegorías, Felipe atribuyó la difícil situación de México a los bancos. No debemos olvidar que en nuestro país hay más de 40 diferentes instituciones, algunas creadas para favorecer a quienes apoyaron el sexenio de Marta y Vicente, pero siete de ellas –la mayoría extranjeras– acaparan los depósitos. Tenemos, pues, un oligopolio que ha impuesto su ley.

Dichos consorcios han establecido comisiones para todo: cheques sin fondos; retiro del dinero del cliente; traspasos de una cuenta a la siguiente, incluso de la misma persona, y hasta por el manejo de la lana de quienes caen en sus garras. Hay comisiones por morosidad en los pagos, mayores al ciento por ciento. En días recientes, a la chita callando, se elevaron todas sus operaciones.

El negocio –aparte de los pagos del IPAB que continúan siendo fabulosos, este año cercano a 50 mil millones de pesos–, más que prestar e impulsar la economía, se dedica a extorsionar al máximo a los que realizan operaciones en sus agencias y, sobre todo, a dejar en la ruina a quien no sabe manejar su tarjeta de crédito o intenta paliar, torpemente, la crisis endeudándose al infinito.

Un ejemplo de la ineficacia: Citigroup opera en más de 100 países y, debido a su expansión sin medida, estuvo a punto de quebrar. Se salvó por el crédito e inversiones en acciones por 20 mil millones de dólares que le otorgó el gobierno estadunidense. No obstante eso, despedirá en los próximos meses a decenas de miles de empleados.

Pues bien, en México a través de Banamex, su filial, obtiene ¡el 32 por ciento de sus utilidades totales!, aunque sólo contribuye con el 3 por ciento de crédito a la actividad económica nacional. Y mientras en 2006 obtuvo ganancias por 18 mil millones de pesos, en 2007 las aumentó a 19 mil. Cantidad que espera superar, a pesar de las dificultades, este año.

Así podemos señalar otros casos. BBVA logró aquí el 36 por ciento de las utilidades del orbe, que llegaron a más de 4 mil millones de euros. Y Scotiabank se embolsó el 12 por ciento de lo que logró en todas partes hace un año, el 33 por ciento de lo obtenido en América Latina.

Los números hablan por sí solos. Tenemos un sistema que permite a los piratas modernos saquearnos, incluso sin hacerse a la mar. Lejos de ponerles un alto, las autoridades posibilitan que sólo financien a las grandes industrias, cuyos líderes son generalmente accionistas de los mismos bancos. En tanto que a las pequeñas y medianas empresas se les exigen miles de garantías y casi se les excluye.

Los ahorradores, además, reciben utilidades ridículas. Por lo que no hay inversión para impulsar nuevos proyectos.

Ante ese panorama de sangrar al tarjetahabiente y favorecer a unos pocos, lo que hace la Condusef, por ejemplo, son anuncios para “sensibilizar” a la población. Incluso los juicios donde interviene la oficina a cargo de Luis Pazos –un charlatán profesional– son largos y, si no se cuenta con apoyo burocrático, generalmente resultan una pérdida de tiempo y dinero.

Entretanto, los funcionarios de la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores simplemente esperan cobrar un jugoso aguinaldo y brindar en las despedidas de 2008 con los “gastones billetes” que dibujaba Abel Quezada.

Mientras eso ocurre en tierras aztecas, Calderón, en Santiago, dijo que para salir de la crisis debemos hacer un coctel ideológico entre Friedman, Keynes y Freud (sic en un diván). Lo que lleva a la conclusión: ¡sicoanálisis a Felipe!

Las angustias de millones, en tanto, aumentan sin cesar.

jamelendez44@gmail.com

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