Todos sabemos que la Cumbre Mundial contra el recalentamiento climático organizada por las Naciones Unidas en la ciudad de Copenhague (Dinamarca) en diciembre de 2009 se transformó en una farsa y en un intento de manipulación por parte de algunos países que ven en todo esto una manera de controlar un negocio muy rentable: la venta de derechos a contaminar a terceros dentro de la Bolsa Mundial de Derechos de Emisión de gases de efecto invernadero, que ya tiene sede en la ciudad de Chicago y que incluso opera ya financieramente con el nombre de Climate Exchange y su otra filial internet en Londres.

Bajo el estatuto de firma establecida según el derecho británico y la denominación de Climate Exchange [bolsa de valores sobre el clima], se creó un holding correspondiente a la modalidad Public Limited Company, lo cual implica que partes de dicha empresa pueden venderse a través de una oferta pública y que la responsabilidad de sus accionistas se limita a los aportes. El redactor de sus estatutos fue un administrador de la Joyce Foundation, un jurista totalmente desconocido para el público en esa época llamado Barack Obama.

Esta lógica es rechazada por el presidente boliviano Evo Morales y muchos pueblos del Sur así como organismos y asociaciones en defensa del medio ambiente, porque el principio de las autorizaciones negociables, estimando que no se puede permitir, y mucho menos vender, [comercializar] algo que se cree peligroso, como son los gases contaminantes de la actividad industrial mundial.