A fines de este junio, y en consonancia con el Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura, los familiares de los Cinco Héroes cubanos encarcelados desde 1998 en los Estados Unidos por sus acciones antiterroristas, denunciaron otra vez ante la opinión pública los vejámenes y arbitrariedades que enfrentan nuestros compatriotas en prisión.
En el encuentro celebrado en La Habana, los ponentes relataron las medidas restrictivas impuestas a los cinco luchadores, las anomalías judiciales y manejos sucios en torno a su enjuiciamiento, los castigos injustificados que les han sido propinados en los establecimientos penitenciarios donde se encuentran, y la negativa oficial norteamericana que afecta sus respectivos contactos con sus familias en la Isla.
Es, sencillamente, el proceder de las autoridades de esa nación que, mientras fomenta guerras de conquista a nombre de la lucha contra el titulado terror internacional, no duda en ningún momento en practicar esa política genocida, proteger a sus agentes encargados de ejecutarla, y arremeter con brutal vesania contra quienes se oponen a semejante práctica.
Porque ese y no otro es el contexto donde se mueve todo el asunto relativo a la perniciosa inquina de Washington hacia los cinco antiterroristas cubanos, cuya actitud digna y vertical constituye además desafío permanente a la prepotencia de sus captores.
Drama al que, dicho sea de paso, el presidente norteamericano, Barack Obama, bien podría dar fin si demostrase su verdadero apego a la justicia y el interés de al menos maquillar el rostro nada inmaculado del imperio en materia de patrañas y engaños.
Cara bien conocida por el planeta, como se puso de manifiesto en la también reciente conferencia internacional antiterrorista que con la presencia de delegados de 60 países, entre ellos Cuba, se realizó en Teherán.
Durante los debates, quedó bien claro que el terrorismo ha constituido -y constituye- una de las armas preferentes de los poderosos para imponer su voluntad a los pueblos del mundo, y que además resulta bochornoso instrumento mediático de los ricos al intentar identificar como actos aberrantes y asesinos las justas acciones de los pueblos oprimidos para conquistar su independencia y su futuro.
Mientras, en esos días, juristas de 11 países reunidos en La Habana debatieron durante el seminario especializado el hecho de que, según se expresó en la reunión, “el pretexto de combatir el terrorismo ha devenido en argumento de algunos Estados poderosos para invadir a otros e incrementar con diferentes pretextos el uso de la fuerza, algo prohibido por el derecho internacional moderno.”
En pocas palabras, que las campañas, tergiversaciones y falsedades que Washington y sus compinches urden con respecto a las prácticas terroristas, ya no engañan a nadie, y en todo caso no hacen otra cosa que remarcar la doblez de quienes no reparan en barbaridad alguna para intentar imponerse al resto de la humanidad.
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