La crisis ucraniana es el pretexto ideal de la OTAN para empujar a los europeos a incrementar sus presupuestos militares y a financiar ese aumento vendiendo la industria militar europea a Estados Unidos. El 21 y 22 de mayo de 2014, el general estadounidense Martin Dempsey estuvo en Bruselas para convencer a sus «aliados»
Silencio político-mediático alrededor de la reunión de los jefes de estado mayor de los países miembros de la OTAN realizada en Bruselas el 21 y el 22 de mayo, a pesar de que no fue una reunión de rutina sino una cumbre que enunció una nueva estrategia llamada a tener importantes consecuencias para el futuro de Europa. Basta con decir que 23 de los 28 países miembros de la Unión Europea son también miembros de la OTAN, por lo tanto las decisiones tomadas en el seno de la alianza atlántica, bajo la jefatura indiscutible de Estados Unidos, son forzosamente determinantes para las orientaciones de la Unión Europea.
Fue el general estadounidense Philip Breedlove –o sea, el Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa, nombrado siempre por el presidente de Estados Unidos– quien enunció en Bruselas el punto de viraje: «Estamos ante la decisión crucial de cómo enfrentar, a largo plazo, un vecino agresivo». O sea, la Rusia acusada de violar el principio de respeto de las fronteras nacionales en Europa, desestabilizando Ucrania como Estado soberano y amenazando los países de la región oriental de la OTAN.
Esta prédica se lanza desde el púlpito de una alianza militar que destruyó Yugoslavia mediante la guerra, llegando incluso a arrancarle Kosovo a Serbia, alianza militar que se ha extendido hacia el este tragándose todos los Estados del desaparecido Pacto de Varsovia, 2 Estados de la ex Yugoslavia y 3 de la también desaparecida URSS. Esa misma alianza militar penetró en Ucrania, tomando bajo su control posiciones claves en las fuerzas armadas de ese país y entrenando los grupos neonazis utilizados en el golpe de Estado de Kiev.
Al mismo tiempo, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, de visita en Skopie, [capital de la República de Macedonia, otro territorio ex yugoslavo. NdlR.], aseguró que «la puerta de la alianza [atlántica] se mantiene abierta a nuevos miembros», como Macedonia, Georgia y –por supuesto– Ucrania. Así que se mantiene el proceso de expansión de la OTAN hacia el este.
La OTAN, advierte el Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa, debe emprender una «adaptación estratégica para enfrentar el uso, del lado ruso, de maniobras improvisadas, ciberactividades y operaciones secretas». Eso «costará dinero, tiempo y esfuerzos».
El primer paso consistirá en el ulterior aumento del gasto militar de la OTAN, que ya sobrepasa los 1 000 millardos [1] de dólares al año. Fue para eso que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Chuck Hagel, anunció previamente una reunión, en la que han de participar no sólo los ministros de Defensa sino también los ministros de Finanzas, reunión cuyo objetivo no es otro que empujar a los aliados a aumentar sus gastos militares.
El escenario de la «adaptación estratégica» de la OTAN va mucho más allá de la Unión Europea, extendiéndose hasta la región Asia-Pacífico. Allí, dada la oleada de acuerdos ruso-chinos que convierten en papel mojado las sanciones occidentales contra Rusia al abrir a este último país nuevos horizontes comerciales hacia el este, se prefigura la posibilidad de una unión económica euroasiática capaz de actuar como contrapeso ante la que formarían Estados Unidos y la Unión Europea y que Washington pretende reforzar con la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP).
Los acuerdos firmados en Pekín no se limitan al aprovisionamiento energético que Rusia garantizará a China. Tienen que ver también con sectores de alta tecnología. Por ejemplo, ambos países estudian el proyecto de un gran avión de pasajeros que, fabricado por una empresa mixta ruso-china, se convertiría en un competidor para la estadounidense Boeing y la europea Airbus. Otro de sus proyectos tiene que ver con la fabricación de un súper helicóptero capaz de transportar hasta 15 toneladas de carga.
La disyuntiva que se plantea, y que a pesar de ser fundamental ha sido sorprendentemente ignorada durante la campaña para las elecciones europeas, es la siguiente: ¿Debe la Unión Europea correr tras Estados Unidos en la «adaptación estratégica» de la OTAN, que conduce a una nueva confrontación oeste-este no menos peligrosa y costosa que la de los tiempos de la guerra fría? O bien, ¿debe la Unión Europea liberarse para emprender su propia vía constructiva rechazando la idea de poner la espada en la balanza para conservar una ventaja que de todas maneras ya se hace cada vez más reducida para «Occidente»?
La única señal que ha emitido hasta ahora la Unión Europea es un insulto a la inteligencia. La Comisión Europea ha decidido que, a partir de 2014, al calcular el Producto Nacional Bruto (PNB) los gastos en materia de defensa no serán contabilizados como gastos sino como inversiones en la seguridad del país.
Así que para aumentar el PNB de Italia, estamos invirtiendo en los aviones de combate F-35 [2].
Zafarrancho en la prensa francesa,
los jefes del estado mayor se movilizan y amenazan con dimitir…«Presupuesto de las fuerzas armadas: advertencia de Jean-Yves Le Drian a Manuel Valls» [3]
«(…) En una carta que Le Figaro ha podido consultar, el ministro de Defensa [Le Drian] expresa al primer ministro [Valls] su gran preocupación ante las graves consecuencias militares, industriales y sociales de una reducción suplementaria. [El presidente] Francois Hollande decidirá “en las próximas semanas”. (…)
Para 2014, y para evitar un “impasse político”, el ministro quiere que se recurra a los 500 millones de ingresos excepcionales previstos en la Ley de Programación Militar (artículo 3. [Le Drian] propone la implementación de una nueva fase del Programa de Inversión de Futuro, “combinada con cesiones de activos de participaciones públicas”, dicho claramente [propone] que el Estado venda las acciones que posee en grandes empresas del sector de la defensa.»Dicho de otra manera, vender lo que pertenece al país. ¿A quién?
El contenido de esa carta fue dado a conocer al día siguiente de la reunión de la OTAN celebrada en Bruselas, donde Estados Unidos exigió que todos los países miembros aumenten sus presupuestos militares.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] 1 millardo = 1 000 millones
[2] «El avión de combate F-35, la estafa del siglo», Red Voltaire, 1º de mayo de 2014.
[3] «Budget des armées: la mise en garde de Jean-Yves Le Drian à Manuel Valls», por Alain Barluet, Le Figaro, 23 de mayo de 2014.
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