Sostiene hoy el director de Correo, Juan Carlos Tafur, que la legisladora aún de Perú Posible detenta y luce una "ambición irresponsable". ¿Es justa la sentencia? ¿No será conveniente distinguir las marcadas pobrezas conceptuales y auto-censuras que ejerce la Townsend con su gobierno con su aspiración de convertirse en la sucesora de Carlos Ferrero? La parlamentaria es oficialista y el oficialismo le ha impedido por diferentes vías y a costos más bien inexplicables que sea presidente del Congreso.

Anel Townsend llegó con un caudal de votos muy respetable. Su caudal superó inclusive al obtenido por Ferrero. Pero entonces era una invitada a Perú Posible y luego no pudo superar el lobby partidario. El precio de su ambición se vincula directamente a la permanencia de cierto orangután con corbata en Palacio. Este, notoriamente un trepón audaz y descarado, ha protagonizado papelones al por mayor, no sólo por su incultura e imbecilidad indiscutible sino también por su enfermiza angurria de figuración y cámaras que le han ganado motes más bien detestables. Pero dicen las lenguas que tuvo cercanía más que próxima con la señora Townsend y he allí el intríngulis. Pareciera que el precio fue uno muy oneroso.

¿Tiene el continente Anel Townsend, los aires de mesura y la muñeca política como para navegar en las picadas aguas de una presidencia aunque sea de un Congreso tan mediocre y subterráneo como el que tenemos? Es una pregunta difícil de responder. La Townsend, más allá de las campañas habidas de investigación parece no tener más cantera ni repertorio. Ella, como el resto de sus colegas, jamás ha tocado un problema tan álgido como tampoco como la concesión de Camisea, por citar tan sólo un ejemplo. Ni siquiera obra en su imaginación cuanto se refiera al Concordato, robo institucional por el que la Iglesia Católica no paga impuestos y hace negocios pingues en todo el país y mucho menos se ha referido al accionar letal de las sectas como un problema de salud pública y mental que merece un combate a muerte. Su actividad se inscribe en un marco político clásico, busca-noticia, episódico y efímero. Lo suficiente como para no perder cámaras o titulares. Y ella podría mucho más y con temas de fondo y fundamentales para el país. Pero no quiere. O no puede.

El Congreso peruano es profundamente inútil. Los lobbies hacen del hemiciclo un tabladillo de boxeadores muy bien entrenados pero en líos de parroquia o chacras pequeñas. El país no importa. Sí, en cambio, tienen relevancia, discusiones "constitucionales" pactadas en almuerzos cómplices y "concertadores". Si esta es la concertación y la gobernabilidad, prefiero mil veces, la lucha desde la sociedad civil con sus banderas invencibles de reclamo y propuesta genuinas. En síntesis, aquí no ha pasado nada. Este es un parlamento más y de los más malos.

Cuesta aceptar que una legiferante como Anel Townsend sea presa de tantos parámetros que le yugulan una acción creadora, genuina, consustanciada con los grandes y fundamentales problemas del país. Acaso sea eso una maldición insalvable para todos los que llegan al Congreso que comprenden que una cosa es con guitarra y otra con cajón.

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.