Después de los nubarrones dolorosos que produjo la caída del avión de Tans en Chachapoyas, luego de la desvergonzada exhibición de ignorancia vertida en diarios, canales televisivos y radioemisoras, pareciera ser que la claridad y sensatez marcan presencia activa y se perfilan algunas verdades más que polémicas. En este mare magnum han habido dardos venenosos enfilados contra Corpac y también existieron peones y alfiles en un ajedrez conspirativo que tiene que ser desentrañado lo antes posible por la salud moral del Perú.

¿Qué pretendían los ex-pilotos Víctor Girao y César Atala? Según expresiones reiteradas hasta la saciedad por ellos mismos, cuestionar hasta la última fibra a Corpac y su actual directorio en pleno. Atala insinuó angurriento que el presidente de Corpac debía ser un ex-piloto, como él no vuela hace mucho, por tanto está sabiamente desactualizado, pareciera estar clamando por el cargo y la representación. Pero Atala tiene que aclarar muy mucho sus vinculaciones con un avión Hawker Siddley, el retiro de instrumental y su no honra de pago de la aeronave. ¿A quién obedecía o qué perseguía con sus estridentes exclamaciones el señor Atala?

Girao logró un carrusel por muchas televisoras y siempre cuestionó la seguridad aeroportuaria, también endilgó a Corpac la responsabilidad de lo ocurrido en Chachapoyas por, según él, la ausencia de instrumentos de precisión que contribuyeran con los pilotos y sus difíciles aterrizajes.

Hasta donde se sabe el señor Girao ya no vuela desde hace largos años. Dice el reglamento que un piloto, para estar al tanto y apto, tiene que hacer tres despegues y tres aterrizajes en los últimos 90 días. No parece ser el caso de este "especialista" como lo tildó la irresponsable prensa peruana.

Lo curioso es que (cuando los periodistas no leen ni investigan cometen un crimen lesa profesión) es que el inciso k del artículo 9 de la ley 27261 dice que corresponde a la Dirección General de Aeronáutica Civil, DGAC, fijar las condiciones de funcionamiento de los aeropuertos, otorgar, modificar, suspender y revocar autorizaciones de funcionamiento al uso público de todos los aeropuertos del país. En buen romance y castellano mondo y lirondo, la DGAC, a cargo del ex-piloto Wilson Benzaquén, es la comisionada por ley, de custodiar todo lo referente a los aeropuertos. Por tanto, es la responsable de cuanto (bueno o malo) en estos establecimientos acontezca.

Girao y Atala aparecen como peones de un gambito fallido porque enderezan sus mandobles contra el blanco equivocado. Si lo hicieron inocentemente y por ignorancia es un tema que llama a reflexión: ¿pueden "expertos" decir semejante estupidez? Todo indica más bien que son parte de una campaña que pretende colocar a Corpac como un mamarracho administrativo y un engendro burocrático. ¿A quién reportan estos señores? Sus misiles fueron directamente contra Wilson Benzaquén de la DGAC. Otra cosa es que los medios informativos "orientaran" sus despachos con versiones poco serias e interesadas.

¿Qué dice Wilson Benzaquén el único que tiene que explicar cómo es que bajo su mandato recientísimo y también muy discutible, los aeropuertos han disminuido en seguridad y cómo es que tiene a un mecánico Gabriel Delgado encargado de seguridad aérea? ¿No hay una relación, hacia abajo, de cómo se degradan las condiciones de supervisión y garantía para los pasajeros con anomalías de esta naturaleza?

Si los ex-pilotos especialistas, Girao y Atala, sostienen cuanto han dicho ¿por causa de qué no lo dijeron antes que se cayera el Fokker de Tans? ¿volaron ellos en esas condiciones y si fue así porqué no lo denunciaron? Y lo que es peor: pareciera que ellos al silenciar sus sospechas o conocimientos, pusieron en riesgo a cientos de miles de personas que viajaron en aeronaves bajo su conducción. ¿Querría decir que estamos frente a unos irresponsables que sólo atinan a bramar luego de años de años y que pudieron ser protagonistas de accidentes similares o peores que el ocurrido el 9 de enero? Aquí hay gato encerrado y haría bien la Fiscal de la Nación, Nelly Calderón, en investigar la negligencia y procesar a estos sujetos si hay mérito para ello por atentar contra la integridad de las personas.

Pero hay más. ¿Cómo ayuda el desprestigio de Corpac al turismo nacional? Más bien pareciera ser que se lo trae abajo y esto ocurre en momentos en que Lima Airport Partners tiene que demostrar el próximo febrero, es decir en pocos días, una inversión por varias decenas de millones de dólares. A la fecha Ositran tan sólo ha reconocido menos de 10 millones. Una cortina de humo que estaría costando 46 vidas, miles de cancelaciones turísticas y un desprestigio gratuito y ocioso para el Estado que conforman todos los peruanos.

Una información de Perú 21 da cuenta de las bondades del terminal aéreo del Callao, pero oculta que es Corpac la que brinda esos servicios y en cambio sí se permite la reproducción literal del programa que dirige Cecilia Valenzuela que compendió una sarta de inexactitudes y brulotes que los días van respondiendo porque la verdad no puede ser ocultada con dólares ni con marcos.

Hay mucho pan por rebanar en este asunto, pero los indicios apuntan al reconocimiento de una conspiración mediática manejada por intereses subalternos y por empresitas que reciben millones de dólares pero que no invierten en el Perú y que encima de ello, estarían hambrientas de hacerse de los aeropuertos de Arequipa, Tacna, Trujillo, Cusco e Iquitos. La ecuación es perfecta: si Corpac es tan mala como dicen, entonces hay otros que sí pueden manejar "eficientemente" estos terminales. El maniqueísmo es evidente y hace lo hace palmario el Concejo Provincial de Chachapoyas en su carta en ocasión de presentarse el ministro de Transportes, hoy jueves 23 ante el Congreso cuando expresan: "detrás de esta campaña contra los aeropuertos están los intereses de los grupos de poder internacional que quieren concesionar los aeropuertos de provincia".

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.