Y nosotros también. Como lo están todos los pueblos del continente americano que ven en el recién estrenado mandatario carioca un nuevo "Caballero de la Esperanza". Ignacio Lula Da Silva acaba de inaugurar su mandato presidencial con un discurso de unidad nacional proclamando como su primera prioridad la de servir a los pobres de Brasil. Sus palabras fueron delirantemente aplaudidas por el medio millón de brasileños que asistieron a su toma de posesión.
Difícilmente algún brasileño no esté de acuerdo con su empeño de que todos sus compatriotas podrán disfrutar en su gobierno de un desayuno, una almuerzo y una comida al día, cosa que no sucede hoy en el país más populoso y el primero en desarrollo industrial de todo el continente. Sus palabras, llena de compasión para los pobres de la tierra, por venir de un hombre de extracción humilde y proletaria fueron vertidas por el líder del Partido de los Trabajadores" entre lágrimas de emocionados recuerdos de su infancia de miseria familiar.
Presentes estaban en la ceremonia de investidura presidencial líderes y representantes de 119 naciones, incluyendo siete presidentes de otros países de América Latina, entre ellos Fidel Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela. La nota discordante la dio Estados Unidos, que en vez de tener en ese acto de inauguración al Presidente Bush o por lo menos a su Secretario de Estado Collin Powell, Washington se limitó a enviar a la toma de posición de Lula a su representante de Comercio Exterior como si de lo único que tuviera que hablar este país con Brasil fuera de sus relaciones comerciales.
Si el hecho fuera al revés, es decir, que Brasil hubiera enviado a su Secretario de Comercio a la toma de posesión del Presidente Bush, eso se hubiera tomado como una ofensa. Malos consejeros tiene la Casa Blanca en su política exterior para América Latina. Tal parece que los consejos trasnochados del Pinocho cubano Otto Reich siguieran dictando la pauta en los asuntos de nuestro continente.
En contraste, en Brasilia junto a Lula, estaba Fidel Castro, caminando erecto y bien saludable por cierto, como reportan los cables internacionales. Como también estaba el Presidente Chávez, a pesar de la situación de inestabilidad que en su país sigue creando una oposición insensata que con su conducta irresponsable está poniendo en riesgo el bienestar de esa nación.
Pues a pesar de todo, Chávez estaba allí. Y Fidel estaba allí. Porque Brasil es importante para América y el Presidente Lula es también muy importante para todos los presidentes del continente, menos al parecer para el Presidente Bush, a pesar de que Brasil es la nación más grande, la más populosa, la mas industrializada y la que debiera por lo tanto de ser la de mayor preocupación para Estados Unidos, dada la difícil situación económica por la que atraviesa la economía continental.
¿A qué le teme el Presidente Bush? ¿A participar en un acto protocolar de toma de posesión de un mandatario latinoamericano que por haber sido electo con el respaldo de todos los sectores de la sociedad brasileña tiene la autoridad para decir lo que dijo sin temor ni favor en nombre de los pobres de su país?
¿O acaso le aconsejaron al Presidente Bush que no fuera a la toma de posesión de Lula porque allí estarían en primera fila Hugo Chávez y Fidel Castro? ¿ Se quiere mayor torpeza diplomática?
Es decir que el Presidente de Estados Unidos prefiere quedar mal con todo el pueblo brasileño - casi que es una ofensa - con tal de quedar bien con la extrema derecha de su Partido Republicano y con la extrema derecha del exilio cubano de Miami y con los venezolanos golpistas que tanto se le parecen. Si no es así, nada mas parecido, dirá cualquier brasileño.
Brasil con sus 170 millones de habitantes, el país más extenso del continente con sus 50 millones de pobres está hoy unido junto a su nuevo Presidente. El pueblo brasileño está de fiesta con Lula.
Nosotros también estamos de fiesta. Porque Lula es una esperanza. Allá los sordos que no quieren escuchar la música carioca que cantan los pobres.
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