Así están las cosas en estos días finales de año. Como para no salir a la calle y rezar o soñar en la noche del treinta y uno de diciembre para que el año 2003 sea bien distinto a este que estamos dejando atrás. Las noticias no son nada alentadoras. Repasemos a vuelo de avión supersónico el panorama mundial y entenderemos por que hay que decir que hay poco que festejar en Año Nuevo.
La amenaza por parte de Estados Unidos de atacar a Irak se mantiene en pié. No importa que hasta ahora los inspectores de las Naciones Unidas no hayan encontrado indicio alguno de que en ese país no hay armas químicas, bacteriológicas ni nucleares y sin embargo el Presidente Bush se mantiene en sus trece con sus planes de acción militar contra Saddam Hussein.
Para colmo, el Secretario d Defensa Donald Rumsfield- un hombre que nunca a estado en una guerra - declara paladinamente que Estados Unidos, además de la guerra contra Irak puede hacer a la vez otra acción militar simultanea con otro país, en este caso Corea del Norte. Ha tenido que salir el Secretario de Estado el General Collin Powell a enmendarle la plana al "Halcón" Rumsfield diciendo que no hay planes de un ataque norteamericano a Corea, para evitar que el mundo no se llene de pánico ante manifestaciones tan alarmantes.
En América Latina las cosas no van mejores. La guerra en Colombia no se detiene y los esfuerzos por buscar una paz negociada son cada día menos posible. En Venezuela la oposición insiste en derrocar al Presidente Hugo Chávez con sus marchas y protestas, sino que también intentan paralizar la industria petrolera de ese país. De ahí la incertidumbre en todo el Caribe porque todas naciones de esa región, incluyendo América Central y el sur de los Estados Unidos dependen del petróleo venezolano para su normal funcionamiento. De manera que la inestabilidad en Venezuela trasciende las fronteras nacionales de ese país para convertirse en toda una crisis regional.
Si miramos mas al sur, la Argentina ofrece un panorama sombrío. El país más rico de América Latina se ha convertido en una nación donde impera la miseria y el hambre, gracias los políticos corruptos y a la política neoliberal que se le impone desde afuera.
En Centroamérica la batalla por alcanzar la estabilidad se sigue librando sin que se vislumbren victorias. El reportero de la agencia de noticias Prensa Asociada, Sergio de León, en un informe sobre América Central que se publica hoy - y cito textualmente - dice que " las amenazas comunes para los gobiernos de la región se encuentran en su propio seno: la corrupción, el crimen organizado y frágiles democracias donde la apatía y desconfianza de la población, atribulada por la pobreza se transforma en sus peores enemigos".
La ola migratoria que amenaza a Estados Unidos no hay manera de detenerla mientras el abismo entre ricos y pobres de nuestro continente es cada día mas abierto. Se habla en la propaganda- como crítica permanente - de que en Cuba son muchos los tienen puestas sus esperanzas en emigrar hacia este país. Y es cierto.
¿Pero porque no se dice que República Dominicana y Puerto Rico tienen en Estados Unidos tantos de sus nacionales que han hecho en barrios de la ciudad de New York unas sucursales de San Juan o Santo Domingo? Pero no son solo ellos.
Los millones de mejicanos y de latinoamericanos que viven legal o ilegalmente en todos los estados de la Unión Americana son la prueba más contundente de que algo anda mal, pero muy mal por el sur cuando tanta gente quiere emigrar al "norte revuelto y brutal", como apuntara José Martí en frase que se hizo sentencia.
De manera que cuando el reloj marca las horas para anunciarnos que se acerca un nuevo año, no estamos como para tomar champaña o tirar voladores en señal de aprobación o regocijo. No queremos aguarle la fiesta a nadie. Pero las nubes negras que se presentan en el horizonte mundial no permiten cantos al optimismo. Con amenazas de guerra y con una economía en descenso, el futuro inmediato está lleno de preocupaciones.
Nada hay pues qué celebrar. Este fin de año es como para quedarse en casa. Y si viene la guerra, que Dios nos coja confesados.
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