Miami ha ganado fama como la ciudad de la corrupción y de las colectas.
Los políticos norteamerinos, sabiendo que hablando mal de Fidel Castro pueden recaudar en Miami fondos para sus campañas electorales, vienen por acá, suenan un discursito en español chapurreado y ya está. Se llevan una maleta llena de miles de dólares. " Mi decir Castro no. Viva democracia". Y después, la colecta, el jarro, o el cepillo, como se le quiera llamar.
Con dinero de Miami hizo su campaña el Senador Demócrata Torricelli como hizo la suya el Republicano Jessie Helms. Por aquí pasan todos los días. Vienen buscar su dinerito, que ya se corrió la bola: " hay dulce para todos". La historia de que con un cuento bien montado sobre la llamada " lucha contra Castro" se consigue dinero en Miami recorre el mundo. Ya se aparecen a pasar el jarro los políticos de América Latina y hasta de la vieja Europa. Hace poco estuvo en Miami un ex-ministro de la eslava Lituania, cuyo nombre nadie grabó en su memoria y se llevó mas dinero que el que se había robado en su pequeño país.
Ahora el que viene es el checo Vaclac Havel. Viene a dictar una conferencia sobre los Derechos Humanos y a pasar el jarro. A Havel lo traen del brazo dos buenos expertos "cepilleros", Carlos Alberto Montaner que monta sus cuentos con elegancia, y el burdo fullero de Ricardo Bofill, el que decía estar moribundo con una piedra en el riñón más grande que el Peñón de Gibraltar.
Habrá un par de discursos en un banquete de gala de mil dólares por cubierto y ya bolsa llega al cuarto de millón de dólares. Hay que decirlo claro: Miami no sólo es la ciudad de la corrupción y de la politiquería. También se le puede llamar la ciudad del jarro y los verracos.
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