31-7-2003

Se me ocurrió una noche de 1974 pedirle a Víctor Raúl Haya de la Torre que fuera a mi colegio a dar una charla. El “Viejo” sonrió y me dijo: “voy y luego te botan y la dictadura tiene el pretexto que necesita para decir que estoy soliviantando a los escolares, vamos a hablar con Andrés Townsend que es un excelente orador.” Contesté: “pero si yo no lo conozco”, “no te preocupes, dijo Haya, yo te lo presento”. Y así fue y don Andrés llegó por mi querido Colegio América y salió luego de un rico diálogo entre aplausos atronadores. Hoy hace 9 años que partió como polvo en viaje a las estrellas ese peso pesado de la política nacional que fue Andrés Townsend Ezcurra.

Los recuerdos se agolpan, la emoción asciende y los años, sin perdonar a nadie, siguen pasando. Puedo decir, desde la atalaya de más de 40 años, que tuve la suerte de conocer a políticos limpios, integérrimos y batalladores por sus verdades y por lo que ellos consideraban la lucha por un Perú madre y no madrastra de sus compungidos hijos. Entre estos centelleaba ¡qué duda cabe! don Andrés Townsend.

Debo confesar que fui uno de sus alumnos, el peor de todos. ¡Cuántas calaveradas, de esas que desquician al más templado, debió soportarme don Andrés! Siempre con paciencia y tino pedagógico me enseñaba y corregía. Por lo menos aprendí a redactar con alguna fortuna y él es responsable, al igual que el genial Crose (Carlos Roose Silva) que esté metido en estas avenidas peligrosas peleando centímetro a centímetro contra la incomprensión y la mentecatería de los delincuentes o de quienes, por tener dinero y poder real, se creen en el derecho de dictar el guión de la vida del resto de los peruanos.

Injustamente olvidado por su partido, el Apra, don Andrés fue un hombre valioso y un fiel colaborador de Víctor Raúl. Hay piezas maestras que traslucen su estilo, de belleza buida (como alguna vez dijera otro ilustre recientemente desaparecido, Nicanor Mujica) y que interpretan momentos cenitales de la política peruana, como aquel profundo mensaje que leyó Haya de la Torre al inaugurarse la Asamblea Constituyente de 1978. O cuando las exequias del viejo león trujillano frente a las puertas del Congreso el 5 de agosto de 1979 y fue entonces que Townsend le decía al dínamo Víctor Raúl: “fuiste más presidente que muchos presidentes y te fuiste en olor de multitud como transcurrió toda tu vida”.

Hoy se habla de la integración latinoamericana como un deber ineluctable de la política continental. Y los jóvenes, sobre todo, ignoran que en la Constitución de 1933 hubo un artículo que prohibía a los partidos de “organización internacional” y que uno de ellos fue proscrito, sus militantes zaheridos o asesinados, por creer en la unión latinoamericana. Uno de los gonfaloneros más entusiastas y lúcidos de este fenómeno fue Andrés Townsend. A su concurso fundacional se debe la creación del Parlamento Latinoamericano y una placa conmemora su recuerdo en 1964 en el Congreso del Perú.

Hoy cuando el 95% de los políticos son bufones de muy poca especialización, barruntos torpes de cualquier zafarrancho que no de arte o negociación, las estrellas lejanas pero presentes de hombres como Andrés Townsend, brillan con luz incenescente. Vivo con su recuerdo y en el cariño que prodigué a sus enseñanzas fraternales múltiples. He olvidado las desavenencias y los baches.

¡A tal señor, tal honor!