Por suerte el vídeo propalado por un canal de cable, rescata del olvido citadino, el tremendo daño ambiental que han ocasionado las empresas que tienden el gasoducto en el Valle de La Convención, Cusco, Ayacucho e Ica. Las cabeceras de los cerros han sido destruidas, los ríos envenenados, la fauna asustada y hasta hoy la prensa limeña en general no entendía absolutamente nada de lo que allí ocurría.

En octubre-noviembre del 2002 tuvimos la suerte pionera de visitar in extenso el Valle de La Convención. En numerosos artículos denunciamos el abuso social en que incurrían las empresas Techint, TGP y Pluspetrol en contra de los lugareños a quienes discriminaban. Dijimos entonces que se habían producido por execrables accidentes de trabajo, más de 25 muertes y pudimos filmar in situ irregularidades que mostraban cómo a estas empresas importaba un bledo la sociedad lugareña, el Perú o cualquier otra consideración.

El vídeo se llamó, Valle de La Convención, Cusco: Tierra de Nadie. Sólo pudo verse en Quillabamba, Cusco, Arequipa, Ayacucho, Piura y Cajamarca. En Lima encontré todas las puertas cerradas. Supuse que, de repente, me había equivocado de objetivo y todo lo constatado era un fiasco sin atenuantes. Antes había hecho un pequeño trabajo fílmico sobre los abusos de Shougang en Marcona. Atravesaba entonces una crisis de credibilidad en mí mismo. ¿Había hecho lo correcto?

Redacté sobre lo que había visto, filmado y palpado como realidad injusta y discriminatoria contra el poblador de dentro. Envié emails a todos los medios de comunicación, a ONGs “especializadas”en medio ambiente y a varios parlamentarios. Entonces, nadie hizo el menor gesto de darse por enterado.

A la vuelta de casi dos años, Canal N saca un vídeo que, aunque sea de relansina, reivindica aquella lucha humilde en pro de lo que consideraba -y hoy lo hago con mayor fuerza- la dignidad de los hombres y mujeres de nuestro Perú profundo.

Sea pues ese esfuerzo una señal de alerta que comprueba que la sensibilidad peruana se adentra más aún para buscar soluciones genuinas y no los maquillajes que logran los capitales que son capaces de convertir lo blanco en negro y lo pestilente en perfumado, sólo por el zafio afán de proteger sus inversiones. Y el pueblo: ¡el pueblo no importa un carajo!

Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera.

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.