La historia de los límites del Perú con nuestros países vecinos no puede enorgullecernos: el 80% de las pérdidas territoriales ocurrieron por cesiones (o traiciones) de escritorio y no por derrotas militares.

Esta oscura reflexión viene a propósito de las declaraciones que hace en CARETAS del 5 de febrero, el embajador Juan Miguel Bákula, quien admite que la delimitación marítima con Chile se puede hacer ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Y si es así, como que realmente lo es, no se requiere para nada la previa adhesión del Perú a la Convención del Mar. Por eso carece de sentido su afirmación que “no adherirnos a la Convención nos deja sin pie para negociar con Chile o, en todo caso, para acudir ante la Corte Internacional de Justicia”.

El embajador propone que el límite marítimo con Chile, podría no ser (la línea) “equidistante”, como conviene al Perú, “sino (la) equitativa”, y, “cediendo algo de espacio (sic) en consideración al litoral más extenso del país vecino”. Indignante, el embajador Bákula sugiere que el Perú busque la solución, no la que le corresponde según el derecho internacional, sino la que sea “equitativa”, incluso con cesión de mar a Chile, considerando ¡oh absurdo!, la longitud de ese país.

El señor Bákula parece no saber que el Perú jamás aceptó en sus litigios limítrofes la equidad, un concepto que se presta a interpretaciones subjetivas, porque como sostuvo Víctor Andrés Belaúnde, “ningún instrumento jurídico del derecho general americano establece para los Estados la obligación de aceptar soluciones de equidad”, como lo propugna la Convención del Mar (Arts. 69 y 70) y que es precisamente lo que está buscando Chile para desconocer el derecho peruano de invocar la jurisprudencia de la línea equidistante que solucione la delimitación marítima, principio jurídico que, además de razonable, se viene aplicando desde 1909.

Desconoce el entrevistado que la defensa del territorio marítimo es irrenunciable, no sólo porque lo exige la Constitución vigente, sino porque el sentido común rechaza la posibilidad de entregar graciosamente nuestro mar, propiedad que se encuentra internacionalmente acreditada por el Perú. Y confunde tan legítima defensa con “una de las demostraciones más patéticas de desconcierto subdesarrollado y de patrioterismo inconducente”. Le preguntamos públicamente al embajador Bákula, si estaría en condiciones de fundamentar con argumentos serios sus precipitadas declaraciones, o tendremos que resignarnos a esta nueva demostración de la atávica manía de ceder territorio, sin importar que el Perú resulte cada vez de menor tamaño, mientras nuestro vecino del sur continúa creciendo con la contribución de propuestas entreguistas como las que comento.

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.