Para algunos todo lo referido al supuesto senderista “Artemio” no es más que una cortina de humo del gobierno. Me temo, que el gobierno, hace rato que perdió la más mínima noción de qué es gobernar u orientar y sólo está al vaivén que fabrican sectores de la prensa. El bobo aquel que pasa por terrorista no es, dicen Marco Miyashiro y Benedicto Giménez, una amenaza, sino un disparo individual e irresponsable. O manejado, digo yo.

El domingo se supo que James Stone, el traficante de armas, trabó conversación con el accionista de La República, Salomón Lerner Ghitis. ¿Sobre qué conversaron? ¿cómo se supo de esta llamada? ¿quién suministra el listado de repiques telefónicos entre los protagonistas? ¿es Telefónica? ¿por orden de quién? ¿o es el ministerio del Interior bajo la conducción de Rospigliosi?

Stone volvió al Perú bajo condiciones negociadas, ninguna diplomática, de las que no se tiene mayor conocimiento. Sólo hay una certeza: ¡que diría su testimonio parcializado y para dejar contentos a algunos sectores! Sin embargo, alguien soltó el dato sobre su contacto con Salomón Lerner Ghitis y aquí hay algo muy oscuro.

Recordemos. Salomón (Xiomi) Lerner Ghitis firmó en febrero del 2002 por Transparencia y conjuntamente con Enrique Bernales por la Comisión Andina de Juristas, Ricardo Uceda del Instituto de Prensa y Sociedad y Víctor Miyagusuku por Adex y José Ugaz por Proética (que no existía entonces en Registros Públicos), un contrato con el ministerio del Interior a cargo entonces -como hoy- de Fernando Rospigliosi para la supervisión de los procesos de contratación de la entidad.

Rospigliosi ha mentido flagrantemente en torno a Proética y sus contratos en febrero y abril del 2002. Ha negado que se botaran a la basura US$ 30 mil dólares en los profesionales que contrató Proética y hay múltiples pruebas y testimonios que dicen lo contrario. Hay una acusación constitucional en su contra.

De repente, se nota una violenta y súbita reacción mediática que pone -¡por fin!- ante las cuerdas al banquero de los banqueros, San Dionisio Romero (ya es candidato a santo), y al alimón renace un supuesto senderista que debería meternos miedo terrible a todos los peruanos.

¡Aquí hay gato encerrado!

Voy a aventurar una idea. Hay pandillas que se pelean por enormes negocios que están a la altura del poder. El gobierno administra, el poder manda, coloca, enloda y mata. Los mozos cumplen órdenes, los patrones charlan y deciden. El pacto para traer a Stone fue roto por alguien y por así convenir a quienes tienen parte en la fiesta. Es importante que la opinión pública condene a quienes ya están casi muertos y que olvide a los que están tras las bambalinas.

País en que las falsedades de tanto repetidas trocan en verdad hueca, Perú es presa de la feroz lucha que taifas han desatado para no perder sus cuotas de poder y éste trasciende a grupos de prensa televisiva y escrita que no dudan en montar espectáculos para cubrir complicidades, robos, traiciones y crímenes. El tal Artemio es un pobre diablo, como lo es aquel funcionario que acusa a los cocaleros de vínculos con el narcotráfico.

¡Este gato encerrado apesta!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.