Desde hace poco más de 7 días, con oportunismo descarado, un grupo de funcionales ha descubierto que el Congreso es: ineficiente, dilapidador, inútil, peor que los de la época fujimorista, nepótico. ¡Y sólo lo han visto así luego que el matón Rospigliosi, empezara a ver amenazado su trono y su imperio patán en el ministerio del Interior! Antes de ese período no había que apostrofar al Parlamento. ¿Recién se dan cuenta de semejante colección de verdades que ya había atisbado con dureza fusiladora Manuel González Prada en Los Honorables en el siglo antepasado?

Cuando la prensa ya no informa y en cambio miente sistemáticamente y otorga títulos ciudadanos a estafadores, mentirosos, delincuentes, que ayer nomás hacían mucho dinero en el régimen de Fujimori, da cuenta de su profundo e incontestable envilecimiento. Por eso, más del 90% de la gente, no cree en los medios.

En una sociedad de la información quien no la posea -como la mayoría del pueblo peruano- y la reciba deformada, plena en timos, profundamente torcida y para beneficio de grupúsculos con intereses muy bien financiados, predomina la confusión y la verdad a medias. Al ladrón, llamamos político. Y al monrero, estadista.

Por eso es que individuos que no representan a nadie, salvo a sus ONGs obesas de dólares, llegan a cargos importantes y convierten los ministerios, los juzgados, las instituciones, los diarios, radios y canales, en portavoces de posiciones minoritarias que aparentan ser soluciones sociales mágicas para los graves problemas y carencias del pueblo peruano.

Se habla de refundación del Perú. Y es probable que la expresión sea mucho más que una buena intención política. En esta reformulación, el sector prensa y comunicación tendrá que asimilar una profilaxia intensa y depuradora. Todos los mermeleros que venden su pluma a cualquiera con dinero, deben ser señalados públicamente. ¡Y no hay pretexto ni excusa para cohonestar actitudes divorciadas del buen comportamiento!

Cuando, quienes han callado por mucho tiempo, reaccionan porque sus intereses están en juego, se desenmascaran porque el engaño tiene patas cortas y se descubre más temprano que tarde. Pero hay que fulminar a estos falsos Catones que quieren hacer pasar gato por liebre porque no es el amor al chancho sino a los chicharrones, el principio que guía su accionar y sorpresa de nuevo cuño.

Por tanto, la prensa, tiene un deber ineludible -como el resto del país- de regenerarse, limpiarse, convertirse en decente para ser patrimonio en defensa del pueblo y no meretriz alquilada por pandillas minoritarias y oligopólicas.

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.