por Arturo Corcuera
La administración Bush se ha dedicado a sembrar el mal en el planeta. Invade, destruye países, secuestra presidentes, amenaza, presiona, extorsiona, sin que se atrevan a decirle nada. La doblez en la ONU es desmoralizante. Ni mandatarios ni políticos alzan su voz. Sólo Francia y Alemania de la Comunidad Europea, en su momento, se atrevieron a
oponerse en la ONU con energía ante los insensatos afanes de Bush por invadir Irak, y en Latinoamérica sólo los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro no saben callar ni tienen miedo a hablar con el desenfado y la claridad que los pueblos exigen de sus líderes. Sus palabras asustan a sumisos y timoratos. “¿No ha de haber un espíritu valiente?/¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?/¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”, decía don Francisco de Quevedo.
El Perú, con su abstención de reconocer la soberanía palestina y al firmar la condena a Cuba, ha dado su apoyo a una política que merece la repulsa mundial. Si los países que firmaron la declaración de Ginebra fueran coherentes deberían también estampar su rúbrica en el Plan de Bush que aumenta las medidas restrictivas del bloqueo y sobre el cual ya se ha pronunciado en contra la Comunidad Europea.
Alan García, empecinado por las ganas que tiene de que se adelanten las elecciones en el Perú, en sus declaraciones a la prensa mexicana pide a Cuba convocar a comicios. El sabe hasta de más que en la Isla también hay elecciones. Que no le guste el sistema, es su problema. Reclama que en Cuba “se viva dentro de reglas democráticas y universales”. Y esta es la música que le gusta escuchar a Bush. “La democracia -ha dicho el expresidente- es el mejor de los sistemas y no puede ser sustituida por ningún gobierno unipersonal de duración indefinida”. Alan García, aprovechando su cercanía a USA, le ha ofrecido el mejor concierto a Bush, casi en ritmo de ranchera, haciendo dúo con Fox.
Bush puede tildar a Fidel Castro de tirano, declarar impunemente que sitiará aún más a Cuba, apretando el acoso como quien ajusta la soga al ahorcado, aunque implique también arrasar con derechos primordiales de sus conciudadanos y atente contra la salud y el bienestar de todo un pueblo sitiado, acosado, traicionado, bloqueado, calumniado, satanizado desde hace más de 40 años. Sharon puede llamar terrorista a Arafat, amenazarlo a la luz pública con mandar a asesinarlo; se permite liquidar poblaciones de palestinos, matar niños, madres, jóvenes, líderes, sin que nadie se rasgue la piel como lo hacen con Cuba cada vez que las autoridades detienen a ciudadanos que cometen traición a la patria y son descubiertos complotando en el propio local del enemigo, apadrinados en la representación norteamericana por James Cason, el funcionario que los azuza, los acuna y les garantiza protección y abrigo.
¿Alguien en Israel se ha consternado contando los muertos, de ambos lados, desde que
Sharon asumió el poder en Israel? ¿Alguien lo ha hecho con los muertos despedazados en el mundo por obra de la política de Bush desde que gobierna los Estados Unidos? Bush y Sharon están convirtiendo a jóvenes, hombres y mujeres en bombas humanas. Los acorralan, no les dejan otra opción de cómo defender su patria, sus casas, sus familias. Están construyendo un mundo regido por el terror. Un invasor que arrasa pueblos enteros con las armas más sofisticadas, que bombardea colegios, mercados, hospitales, no es un terrorista, y sí lo es el que utiliza su cuerpo (nadie quiere morir) para activar una explosión que siega su vida y vidas inocentes; hecho que por igual nos sobrecoge y condenamos con todas nuestras fuerzas. Estos muertos hay que cargárselos a la cuenta corriente de este par de bárbaros Atilas que donde ponen las pezuñas no crece una flor y no cesa de emponzoñarse el aire.
A Alan García no le importa que los cubanos tengan derecho al trabajo, a la educación, a la salud, al vestido, a la habitación, a las artes y al deporte y a la pachanga. El sabe que no tiene otro sentido la libertad o quizá no lo sabe. Un hombre analfabeto, sin salud, sin trabajo, sin libros, en ningún lugar jamás ha sido ni se siente libre. Nadie ha luchado más contra la pobreza ni ha defendido más con acciones los derechos humanos que Cuba. Por ese mismo “delito” fueron crucificados, perseguidos, encarcelados todos los revolucionarios que en la historia han sido. Ese es el motivo por el cual Cuba está cercada por el país más poderoso del mundo, el país que se jacta de defender los derechos humanos y ha envilecido Guantánamo; el país que tortura a los prisioneros a niveles inimaginables, pero es a Cuba que se condena; Estados Unidos es el único país en la Tierra que no ha suscrito el Código de los Derechos del Niño y el Adolescente. De este modo se siente con las manos libres y así, llegado el caso, como ya ha ocurrido en los últimos años, puede impunemente encerrar en el Corredor de la Muerte a un adolescente.
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