Sabido es -y cualquier principiante podría confirmarlo- que cuando se inicia una negociación se parte sin alevosía o premeditación porque si no es así entonces la negociación deja de serlo para convertirse en audiencia o toma de dictado. Ha dicho el viceministro Pablo de la Flor que en Cartagena en días pasados se “rayó la cancha”. Pero resulta que Estados Unidos entregó, así de simple, a los tres países: Colombia, Ecuador y Perú un draft agreement (borrador de acuerdo). En buen romance, hay que caminar con las linternas norteamericanas, bajo su guía bondadosa y rentable. ¿Es ese el secreto que había que guardar porque era “estratégico” hacerlo? ¡Hay insolentes que creen que este país todos se tragan cualquier tipo de idiotez! ¡Y ésta es una de ellas!
Hay una diferencia muy grande entre negociar y bailar el libreto que se nos entrega con indicaciones puntuales, exigencias terminantes y órdenes de no molestar a empresas estadounidenses en Perú. ¿Qué se está negociando entonces? ¡El acomodo a un TLC que convenga en porción sustancialmente mayoritaria al país del norte!
¡Cada quien que asuma su responsabilidad! Ni las sonrisas afables o dicciones impostadas de Ferrero o de de la Flor, consiguen despejar las muy serias dudas de lo ocurrido en Cartagena. ¿Cómo es eso que los subsidios que otorga Estados Unidos no serán parte del trato del TLC porque ya se están “viendo” en la OMC? ¿O sea, más de lo mismo? Que se sepa la administración Bush sí sabe lo que quiere y conoce, por cierto y sin ninguna duda, con quienes sí puede contar en países como los nuestros. En días pasados, el embajador James Curtis Struble ensayó un elogio desmedido para con el equipo “negociador” peruano. Ahora es evidente que Curtis tenía razones más que suficientes para decir lo que dijo.
No todos se benefician del TLC. Es más ¿se han previsto indemnizaciones para quienes resulten perjudicados en sus esquemas de producción por la avalancha norteamericana que abaratará costos de bienes y manufacturas en nuestros mercados? Ferrero, de la Flor y todo su equipo negociador, serán responsables ante el país y la ciudadanía de los yerros y concesiones humillantes que se regalen y otorguen bajo el engañoso argumento que todos nos beneficiamos.
Un equipo negociador que sólo asume pasivos y resabios es símbolo de traición y para ser moderno y estar a tono con la globalización no hay que ser sumiso para caer derrotado sin siquiera tener la verguenza mínima de plantear la batalla y morir como los árboles de Casona ¡de pie!
Los tratados económicos no son del gobierno. Son del Estado, por tanto, pertenecen al pueblo y deben de favorecerlo. Si sólo permiten que un grupete de empresarios incrementen su riqueza, entonces se camina por los senderos clásicos y sucios que han hecho del Perú un país con tanta desigualdad e injusticia. Y ni los idiotas que berrean en televisión, radios o diarios, podrán borrar la infamia que significa la entrega a lo Mesalina, de un país a los poderosos de siempre.
¿Y si a esto le llaman “estrategia”, qué se puede esperar en las semanas y meses que vienen? De repente algo de circo, pero muy poco de realidad esperanzada. Dice el dicho que el mono baila al son del que paga. Aquí hay un presumible y oprobioso caso.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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