Sostener la especie, como la hace Augusto Alvarez director de Perú21, que con la inclusión del ingeniero Juan Sheput, el abogado Richard Díaz y el anodino e intrascendente Javier Reátegui, se politiza el ministerio del Interior, es una mentira profundamente cínica. ¿Qué era ese portafolio cuando estaba a cargo del matoncito de quinta, Fernando Rospigliosi?

Por absoluta casualidad política, que no periodística, Perú21 acoge a Carlos Basombrío, Gustavo Gorriti, Gino Costa y Susana Villarán con mucha frecuencia. Todos fueron defensores acérrimos de Rospigliosi, como que también gozan del cordón umbilical de ser parte de la planilla de pagos de una ONG que firmó “asesorías” con Interior durante la anterior administración. ¿Entonces, Interior era un ministerio inmaculado, ajeno a cualquier intromisión ideológica? ¡La respuesta es inequívoca: de ninguna manera!

Perú21 jamás ha cuestionado per se temas que atañen al ejercicio fétido del poder en el país. Nunca le han dicho corrupto a Dionisio Romero y sólo publicaron dos artículos de sus colaboradores. Se deshacen en llanto cuando se habla de las regalías que tienen que pagar los sinverguenzas que tienen a su cargo la explotación minera que gusta muchísimo del azúcar caro y el cholo barato. Que derramen mercurio en Choropampa, que contaminen más La Oroya, que asesinen líderes sociales en Tambogrande, importa poco para Perú21. Lo fundamental es que ¡hayan inversiones y más dólares! Que se sepa, nunca Perú21 ha denunciado las múltiples muertes por negligencia que han ocurrido en la construcción del gasoducto de Camisea en Cusco y en Ayacucho.

¿Por causa de qué medir con varas distintas una politización de otra supuesta y de reciente factura? La crítica epidérmica sobre eventos escandalosos pero coyunturales no puede ser la tapadera de un silencio cómplice y muy bien rentado. En el Perú, la gran mayoría de medios de comunicación sólo “denuncia” lo que conviene y calla los grandes traumas y porquerías que hacen del país un lugar ideal para asesinar la esperanza del pueblo; el paraíso de los matones de quinta y la profusión de ONGs con discurso social pero vocación cobradora en dólares ¡indiscutible! ¡Y por cierto que tienen esquiroles metidos en esos mismos medios!

Pocos meses atrás, una comunicación privada de Ricardo Letts y dirigida a este humilde ciudadano, fue publicada en Perú21. Se refería en ella y con ánimo siempre inquieto Ricardo, a que había que juntar esfuerzos para denunciar más aún a uno de los poderosos dueños del Perú, Dionisio Romero. Pedí al señor Alvarez Rodrich que publicara un artículo mío por equidad y por mínimo sentido democrático. Aludí a que ellos daban tribuna a un cómico de Fujimori, a un tarado que hoy funge de periodista y ayer era alter ego de Valentín Paniagua y a más de algún representante de la izquierda caviar. Como era de esperarse, ni siquiera se dio por enterado.

Mientras que los supuestos periodistas, premunidos de miles de dólares, callen y manipulen conceptos para engañar, la corrupción no será patrimonio de los cacos solamente. ¡Hay también otras formas, más sutiles y oprobiosas, de mentir y ser parte de la miasma pestilenta en que se ha convertido la patria! ¡Peor para ellos porque habemos gente en serena y vigilante expectativa!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos el poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.