Un soldado muere en Ayacucho por impactos de bala. Las autoridades militares procuran desmarcarse de la responsabilidad y ¡por supuesto! el señor Walter Albán, supuesto Defensor, no dice ni pío. En cambio sí que está muy preocupado, con dinero del Estado, de armar el respaldo a su inverosímil candidatura por un respaldo en el Congreso. ¿Se puede ser más necio y frívolo?

En Puno ni Tingo María se sabe algo del Defensor. Y supuestamente su trabajo es en pro de las reivindicaciones que las poblaciones reputan como suyas y legítimas. El único ilegítimo, írrito y, sobre todo, inútil, es Walter Albán. Ni siquiera consiguió el respaldo de los 80 o más votos que necesitaba, por tanto, este inquilino precario, también carece de la verguenza mínima como para ¡irse a su casa en el acto!

¿Qué puede estar ocurriendo en el Parlamento como para que alguien sugiera que hay que reformar la Constitución y que la elección del Defensor del Pueblo sólo requiera de 61 y no 81 votos? ¡Una sola cosa: alguien ya tiene la reforma con dedicatoria! Pero hay una contradicción. Si se baja el número de sufragios para la Defensoría ¿cómo se hace con la presidencia de la república que sí demanda 81 votos? Además, quien obtuviera 61 votos para Defensor del Pueblo se convertiría en un lacayo de cualquier mayoría parlamentaria.

Este Congreso es uno de los peores de la historia. Es más malo que los anteriores fujimoristas donde el beeper y el celular constituían la orden institucional para una patota de borregos inmorales. Los delincuentes del fujimorismo gozaban en la comisión de sus barbaridades porque no otra cosa estaban acostumbrados a hacer en su vida común y diaria. Rufianes sin ninguna moral, alabarderos de la ineptitud y aprovechadores de cuanto podían, estos miserables contribuyeron a confundir al Congreso con un potrero de bestias domesticadas.

Hoy se impulsan reformas constitucionales a granel. Los vendepatria quieren regalar nuestros derechos inalienables sobre el Mar de Grau y quieren la adhesión a la Convención del Mar y para ello se necesita de reforma constitucional. Para afectar a unos cuantos de la 20530, también se pretende otra reforma. Y como ya no tienen qué decir, también se les ha ocurrido una reforma para la Defensoría del Pueblo. La única gran reforma sería la de instaurar el sufragio efectivo y no reelección permanente para parlamentarios y presidentes. ¡Así nos evitaríamos el repugnante disgusto de ver a tanto imbécil encaramado en el Congreso y en Palacio!

La gran revolución que el Perú necesita no es política. Es moral. ¿Qué hacemos cambiando reglas si los que están en la obligación de cumplirlas son desalmados y hampones que hacen todo lo contrario? Las ideas buenas son patrimonio de gente incontaminada y mentalmente sana. En resumen, los políticos actuales en un 95% son colgajos podridos y cancerosos de un país que se cae a pedazos porque el enfermo terminal no puede sanarse con aspirinas ni paliativos.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!