Ha dicho el gringo Pedro Pablo Kuczynski que hay que aprobar, antes de noviembre, el TLC con Estados Unidos. ¿Cuál la razón premiosa para semejante afirmación comprometedora del Estado peruano y de 28 millones de habitantes? ¡Una sola: que hay elecciones en el país del norte y que no se sabe qué actitud pueda tomar la nueva administración! La lectura es otra: a PPK le urge que esta acción se haga porque debe de tener algunos buenos negocios ya comprometidos. ¡Así de simple!

La claudicante actitud del equipo que irónicamente se llama “negociador” ha procurado dar todas las muestras posibles de amabilidad vasalla y sigue el patrón norteamericano a rajatabla. El TLC-pollo a la brasa, por llamar de algún modo a esta actitud sumisa y comercial de quienes dicen que por “estrategia” las líneas centrales de la “negociación” son secretas, no ha podido hacer nada contra la terquedad norteamericana sobre subsidios agrícolas y patentes.

En múltiples presentaciones públicas ha anunciado John Kerry, posible ganador de los comicios en noviembre y con el right ticket John-John (el senador Edwards completa la postulación demócrata), que los TLC merecerían revisión escrupulosa. Sin duda que en esto no hay bondad ni consideración simpática con los países latinoamericanos porque Estados Unidos piensa en sí y para sí, pero no hay duda que no todo está dicho ni acordado.

¿Puede un ministro de Economía del Perú apurar una “negociación” y hasta ponerle una fecha límite? Esto supone que éste es peruano, piensa como tal y milita con la blanquirroja de Grau, Bolognesi o Cáceres. ¡Nada más falso! ¡Ni por sangre o tradición, PPK es peruano! Es ciudadano norteamericano, navega en las frías y procelosas finanzas del mundo norteño y le importa un bledo qué ocurra con el ciudadano común y corriente de la patria! PPK es un tecnócrata y, más que eso, un cabildero de excepcionales condiciones. Eso no se puede negar. El Perú, para PPK, es una mercancía como cualquier otra y por eso busca que sus ofertas, en los tiempos adecuados, representen buen dinero para él y sus patrones.

Prueba de lo antedicho es que él conoce a los demócratas y sabe muy bien que el gato encerrado de las actuales trapisondas, de las que él es parte activa, requieren de urgente resolución. Si mañana hubiera que deshacerlas porque así conviene a los negocios, PPK no dudaría un segundo en decir todo lo contrario de lo que actualmente anuncia y proclama con descaro sinverguenza.

En un país pleno en corruptelas que vienen desde arriba y desde abajo, se ha completado el round trip, lleno de idiotas que se llaman a sí mismos estrategas, analistas y profetas del Nuevo Ayacucho, generosamente dotado de los embajadores de la Quinta Internacional, las ONGs, hay un pueblo sin esperanza y sin ningún tipo de aspiración colectiva amalgamada en una ambición común y una disciplinada sensación de pertenecer a la historia como trabajo para mañana. ¡El Perú es una mojiganga denunciaba González Prada y no hay duda que lo de ayer es palabra vigente hoy!

El vituperable descaro de PPK sólo puede ser posible ante el silencio traidor de políticos y periodistas cobardes y profundamente venales.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!