Dice el ibérico Javier Nadal que el 60% de las inversiones que TdP iba a realizar hasta el 2008, se anularía debido a la rebaja de tarifas determinada por Osiptel. Salvo mejor parecer, esta es una amenaza insolente por parte de un asalariado de una de las empresas más ladronas e inmorales instaladas en el Perú durante el régimen delincuencial de Fujimori. ¿No hay quien le salga al frente al individuo de marras?
La literatura entreguista en los medios ha difundido la absurda especie que a las grandes empresas no hay que aplicarles reglamentos, para “no hacer ruido”. En buen romance, hay que dejar que sigan robando, como TdP, a través de facturas infladas, cobros caros, servicio deficiente y trucos hasta en los teléfonos públicos premunidos de uñas metálicas que impiden retirar las monedas del aparato.
¿Podrá el español Nadal, explicar cómo es que su empresa ha tenido licencia para cobrar lo que le vino en gana, so pretexto de un servicio que cualquier otra empresa similar a TdP pudo haber suministrado y con reglas de juego clara y transparencia en la gestión? Por años he denunciado cómo se espía a los propios empleados de TdP, cómo se roban entre ellos, los que brindan el servicio de cable, los que lo instalan y quienes “arreglan” el circuito telefónico que se interrumpe en cualquier momento sin explicación satisfactoria jamás.
Cuando el fraude fujimorista en pro de su reelección, la primera empresa atacada por la ira popular en Huancayo fue nada ni nada menos que TdP. La sabiduría popular identificaba, como sigue siendo hoy, a TdP con aquella dictadura genial en hacer trapacerías y negocios bajo la mesa y ganar dinero a raudales a costa de sus clientes.
Hoy el tal Nadal se jala los pelos y amenaza con descaro porque habla que las acciones tienen consecuencias. ¡No señor! ¡El negocio no es robar! ¡El gran consenso es dar un buen servicio, masificarlo en todo el país y ganar por las cantidades abrumadoras de nuevos clientes! ¡Pero no como lo han hecho: trucando facturas, cobrando en exceso, cortando servicios abusivamente! ¿Quién le devuelve a los usuarios todo lo que TdP le ha robado durante larguísimos años en que la Confiep callaba y el resto de empresarios se hacía de la vista gorda?
Por desgracia, somos un país de gente apegada a la forma y a la epidermis. Vivimos pensando en el qué dirán, en que, de repente, los inversionistas se van a otra parte si les ponemos los puntos sobre las íes y les ajustamos las clavijas diciéndoles, como a TdP: ¡basta de robos! La ética sí produce y las empresas tienen derecho a ganar bien, si pagan bien, si remuneran mejor y si logran una acción concertada con sus mercados. Si hacen lo que ha hecho TdP, robar a secas, todo termina mal.
Si persiste la amenaza del Nadal éste, en nombre de los inversionistas, hay que noticiarles que aquí aún quedan voces y plumas dispuestas a desnudar su continente inmoral y rentista. Que lo digan sino, decenas de miles de usuarios que han padecido el acoso de TdP a través de estudios jurídicos y especialistas en cobranzas morosas. ¿Y qué pueden decir de los seis juicios que les gané en 1998? Debieron admitir que tenía razón porque pretendieron robarme. ¡Y no pudieron!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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