Los últimos días han sido pródigos en basura mediática. Pandillas pseudo moralizantes se empeñan en embutir al pueblo peruano que ellos sí pueden acusar, sentenciar y lapidar a quienes se les ponen enfrente. La piñatización de la política nacional es aberrante y se acusa, no se construye. ¡Ni un sólo planteamiento original, ni siquiera una postura nueva! La desdeñable y miope mueca apesta con olor de cadáver porque eso y no otra cosa son sus principales protagonistas ¡muertos ambulantes!
Lejos están los días en que la savia ideológica mostraba aristas expositivas de alto calibre. Acaso copiadas de moldes foráneos y de nulo correlato con nuestra realidad, pero levantadas por criollos dispuestos a pelear en polémica, arguir ideas o paradigmas, según el cristal de cada quien. Hoy, una patota, embiste con el poder que da tener eco por escrito y por televisión y en nombre de supuestos principios que no son otra cosa que el apetito de no perder los negocios de presencia y figuración en la res pública.
Para el 95% de nuestros políticos, mercachifles despreciables de nulo intelecto y falsa moralidad, zaherir al adversario constituye su máxima expresión triunfal. Importa poco si su venablo es certero. Con Goebbels repiten: ¡miente, miente, que algo queda! Y el lector o televidente, ya de por sí, semi-enterado, asimila conceptos recortados, dicterios de todo calibre y estupidez a raudales. Lo curioso es que estas monsergas tienen una capacidad de reproducción cancerosa y trocan en “verdades” que todo el mundo repite sin siquiera tomarse la más mínima molestia en comprobar su certidumbre o algo que se le parezca.
La consecuencia es lamentable: Perú es el país de la media verdad. El idiota es político; el delincuente, hombre de Estado; el bruto, científico; el estafador, empresario; y el pueblo, el pueblo, ¿quién habló del pueblo en este reparto de roles a cual peor en la destrucción del país? El pueblo, ¡cómo no! todo lo paga, todo lo sufre y todo lo acepta porque simplemente no tiene avenidas de protesta ni legítimos portaestandartes. ¡Así de simple!
La piñatización de la política convierte a algunos personajes en sacos de arena que aguantan todos los golpes. No hay interés en moralizar nada, sino en construir chivos expiatorios porque en ellos se verifica el morbo público de zaherir y castigar aunque todo sea apariencia y cínico afán de titulares y figuración noticiosa. ¡Los pobres diablos no construyen, sólo pavimentan las avenidas al abismo! ¡Qué lamentable!
Frente a ello, hay que rechazar estas imposturas. Que algunos jueguen con calculado afán de votos, es un tema deleznable propio de pelanduscos sin ningún valor. El Perú y su gente merecen otra clase de políticos y de periodistas. Y si los que hay no están a la altura del deber, pues no les quedará otra cosa que soportar el veredicto de censura que les aplicará la conciencia popular libre de prebendas y sobornos tan comunes en nuestros pagos.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter