¿Cuál sería la pregunta al pueblo referida a la Convención del Mar? Creo que una sola, simple, monda y lironda: ¿acepta usted que, como dice la Convención del Mar, nuestro mar territorial sea de 12 millas y no de 200 como reza el texto constitucional? ¡A eso le temen todos los gonfaloneros interesados en que no se consulte al pueblo en referéndum y por eso dicen que esto es muy complicado. Como si el pueblo fuera una colección de brutos envilecidos por dólares que sí tienen felices a otros. Decía Bolívar: ¡el pueblo es más sabio que todos los sabios!

La Comisión de Relaciones Exteriores sostiene que la aprobación de la Convemar debe ser potestad del pueblo en referéndum a la par que las elecciones presidenciales del 2006. En buena cuenta, constituirá una bandera electoral que definirá, o por lo menos, todo parece así indicarlo, a aquellos proclives al cercenamiento del mar territorial con aquellos que defienden el patrimonio nacional contra viento y marea. Los vendepatria saben esto, y tan bien, que ahora están virtualmente desesperados porque no aguardaban este desenlace y tildan al Congreso de abdicar de una de sus supuestas funciones. Pero, ¿qué mejor fuente de la soberanía que el mismo pueblo en acto de consulta?

Hubo un contrabando grosero y palurdo, por parte de los regaladores del suelo nacional, cuando esgrimieron que firmar la Convención del Mar llevaba a solucionar el problema de límites marítimos con Chile. Y la mentira se cayó, sin pena ni gloria. Chile no quiere saber nada ni de la Convemar ni de ningún otro foro para arreglar lo que ellos consideran, inexactamente, como cerrado con Perú. Frente a estos embustes monumentales no hay sino que rezar el responso a los farsantes que pretendieron embutir este brulote en la mente de los peruanos.

Cancillería ha impulsado una posición de acuerdo al derecho internacional y el diferendo marítimo con Chile se ventilará en algún foro, distinto, lejano, absolutamente divorciado de cualquier tema que tenga que ver con la Convención del Mar. En esto, el titular de Relaciones Exteriores, Manuel Rodríguez Cuadros, ha sido muy claro. Y hay que asumir que los chilenos no se van a quedar de brazos cruzados. Importa un ardite que Soledad Alvear no sea más la ministro de Relaciones Exteriores, porque Ignacio Walker Prieto, responde a la ordenanza de un Estado que sí sabe qué quiere y cómo lo logra. Y para muestra basta un botón: la Guerra del Pacífico en 1879.

La quincha les cae en la cabeza a los tramposos de la Convemar. Han pronunciado disparates de todo calibre. Y se arropan en el disfraz gratuito como interesado que pagan los grupos de poder enquistados en ONGs, transnacionales y los vendepatria de siempre. Ahora pueden decir cuanto mejor les dé la gana. Lo cierto, verdadero, genuino y raigal es que han sido derrotados en toda la línea y la decisión se traslada al pueblo, fuente única de la soberanía del Estado.

¡Vamos a ver a los convemaristas en plazas y calles defendiendo la mutilación del mar peruano de 200 a 12 millas! Me encantará señalarlos, como hasta hoy, con el dedo acusador y apostrofarlos como lo que son ineluctablemente: la quinta columna y el grito proditor que lacera la patria de Grau, Bolognesi, Cáceres y todos nuestros héroes.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!