Todavía no es claro en qué sentido la reaparición de Osama Bin Laden, en un video donde se responsabiliza por los atentados del 11 de septiembre y critica la ineptitud de Bush frente a ellos, afectará el resultado de la reñidísima votación presidencial en Estados Unidos, pero en todo caso no modifica los hechos que han configurado el gobierno de éste último, cuya familia ha compartido fuertes intereses económicos con la de Bin Laden.

Dichos atentados sirvieron al gobierno de Bush como un pretexto para legitimarse luego de su fraudulenta llegada al poder y para desatar a continuación una cruzada mundial contra el terrorismo, ridícula en su concepción a la par que trágica en sus implicaciones, que han incluido sangrientas guerras en Irak y Afganistán, así como la desestabilización de Haití y los intentos fuertemente financiados desde Estados Unidos para derrocar a Hugo Chávez y a Fidel Castro.

En las pantallas de la televisión se han mostrado imágenes de los niños destrozados por los bombardeos estadounidenses, se han exhibido los cadáveres de los hijos de Sadam Hussein asesinados por tropas estadounidenses, las torturas contra prisioneros de guerra y las sangrientas escenas del derrocamiento de Aristide en Haití.

Como demuestra el video de Bin Laden, todo ese sufrimiento ha servido a una lucha tan falsa o ineficaz que uno de los cerebros detrás de la operación del 11 de septiembre, sigue actuando con plena libertad hasta el grado de opacar, al menos momentáneamente, las intervenciones de los propios candidatos estadounidenses, y la revisión de asuntos de primera importancia en la evaluación del gobierno de Bush ante la opinión pública estadounidense, como los escándalos financieros de Enron y de Halliburton.

Si Bush ha sido, junto con esas empresas, uno de los mayores beneficiarios de la llamada guerra contra el terrorismo, Bin Laden ha salido muy bien librado de ella, lo cual prueba la ineptitud de las dependencias de seguridad estadounidenses, incluyendo la CIA y el FBI.

Luego de la difusión del video, Bush se reunió con los jefes de la CIA y el FBI, con el secretario de seguridad nacional, Tom Ridge, y con el fundamentalista procurador John Ashcroft, en lo que es una reedición de la farsa subsecuente al 11 de septiembre. Ahora, Bush pretende establecer estrategias precisamente con los responsables de dependencias de seguridad que en su momento fueron incapaces de prever dichos atentados y que ahora al parecer tampoco disponían de buena información sobre el paradero de Bin Laden, lo cual no sólo demuestra ineptitud sino que incluso sugiere complicidad entre Bush y los grupos terroristas. Lo cierto es que en tres años cumplidos, desde 2001, esas agencias no fueron fieles a la justicia y a sus obligaciones con su país, dedicándose no a localizar a los ejecutores del atentado sino a organizar agresiones contra países que no fueron responsables del mismo.

Tom Ridge, ha tratado de aprovechar el video para crear un clima de alarma entre los votantes, enfatizando la posibilidad de un atentado terrorista simultáneo a las elecciones. La maniobra de Ridge, obviamente determinada por objetivos electorales, puede obedecer a la estrategia de inducir al abstencionismo bajo el supuesto de que Bush no ganará los comicios, a pesar de los datos que manejan medios de comunicación favorables a su gobierno, y dado que resultados difundidos luego de la exhibición de la cinta de Bin Laden, no registran todavía un efecto apreciable del video en las expectativas de los votantes.

Si hay una complicidad entre Bush y los terroristas, no se puede descartar que entre las trampas a las que pueda recurrir para ganar la elección esté la de provocar un nuevo y sangriento atentado que pueda crear un clima de opinión favorable a él, como ocurrió luego del 11 de septiembre. Cabe recordar que semanas antes de la convención republicana, cuando era evidente la derrota de Bush, este trató de recurrir a la “amenaza terrorista” para orientar el voto a su favor.

De hecho, luego de la exhibición, muy parcial por cierto, del video de Bin Laden, la Casa Blanca se apresuró a garantizar su autenticidad en una obvia maniobra para capitalizar de nuevo el miedo al terrorismo, que en tal caso tendría como operador a Bin Laden y como beneficiario a Bush.

Sin embargo, el mensaje de Bin Laden puede influir en formas distintas a sectores diferentes del electorado estadounidense. Bush tiene a su favor el voto irracional de los fanáticos religiosos, a cuyas organizaciones “basadas en la fe”, ha apoyado con muchos millones de dólares, y en contra suya el de los sectores progresistas, críticos y pensantes de la sociedad estadounidense. Seguramente, dentro de ese sector, el video no afectará la imagen de Bush, pero sí podría influir sobre votantes indecisos, que están sopesando los daños que Bush ha causado a su país y al mundo entero con sus pretendidas cualidades como cabeza de una cruzada antiterrorista, los crímenes que esta ha ocasionado en el mundo entero y sus consecuencias en términos del empoderamiento de la ultraderecha religiosa en Estados Unidos y de la impunidad para los crímenes cometidos por Bush y sus secuaces y que son también terrorismo.

Una de las primeras facturas políticas que éste cobró por los atentados del 11 de septiembre fue la emisión de una orden secreta, tan sólo cuatro días después, que permite asesinar a personajes supuestamente amenazantes para Estados Unidos en 80 países del mundo.

Según ha señalado Wayne Madsen en su trabajo “Karl Rove’s White House”Murder Inc.”, Karl Rove, el siniestro propagandista de Bush que busca usar en provecho de los republicanos el video de Laden, aplicó esa disposición para orquestar el asesinato del dirigente libanés Elie Hobeika, en beneficio del primer ministro israelí Ariel Sharon, a quien Hobeika estaba dispuesto a acusar por crímenes de guerra.

Como señala Madsen, el atentado terrorista que hizo explotar el coche de Hobeika en Beirut el 24 de enero de 2002, no fue registrado por el Departamento estadounidense de Estado en su recuento de hechos terroristas ocurridos ese año. “La Casa Blanca quiso asegurarse de que el ataque fuera censurado del reporte, por la sencilla razón de que en él estaban impresas las huellas de la Casa Blanca”.

Leemos asimismo que “Fuentes de alto nivel de la inteligencia europea reportan que Kart Rove personalmente coordinó el asesinato de Hobeika” para ayudar Sharon a evitar un escándalo político desatado por el testimonio de Hobeika.

Como hizo notar Bin Laden en su breve aparición televisiva, la política exterior de Estados Unidos, de apoyo a Israel, desata la ira del mundo árabe, o al menos de sectores radicales del mundo, pero es claro también que los atentados a las Torres Gemelas dieron pretexto a Bush para beneficiar a personajes como Sharon, para reforzar sus vínculos con el estado de Israel, y para dar más libertad de acción a criminales como Rove.

Hasta ahora, los atentados a las Torres Gemelas no han traído beneficios, sino todo lo contrario, a países del mundo árabe, pero sí han acrecentado con miles de millones de dólares las ganancias de empresas armamentistas y petroleras. Uno de los emporios beneficiados ha sido Halliburton, que ha sido dirigida por el vicepresidente Cheney. Otro de los beneficiarios de los atentados fue el entonces alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, quien a partir de ellos instrumentó una mentirosa mercadotecnia que lo describía como un líder “formidable”.

Lo mucho que la mitología estadounidense exalta el éxito material y lo poco que valora la libertad de expresión y de información se pone de manifiesto en la permanencia de esa pandilla criminal en el poder y en la poca cobertura que los grandes medios han otorgado al hecho de que varios periodistas fueran recientemente castigados por sus empresas por haber asistido a conciertos antiBush.

Es visible también el apoyo vergonzante que medios de diferentes países, vinculados a empresarios y políticos derechistas, están ofreciendo a Bush, proclamando anticipadamente que la gente lo prefiere al lado de Kerry, o que lleva siempre ventaja en encuestas con preguntas formuladas tendenciosamente, para no hablar del vergonzoso apoyo que recibe de medios del exilio cubano en Miami. Cabe esperar que ese tipo de medios usarán directa o indirectamente la reaparición de Bin Laden para apoyar la reelección de Bush.

Sin duda, caben muchas interpretaciones para el truculento regreso de Bin Laden a la escena pública mundial, pero no se puede dudar de que la continuidad de Bush al frente de la Casa Blanca significaría más agresiones internacionales, más guerras para beneficio de grandes empresas, menos seguridad social, y más apoyo a grupos de la extrema derecha religiosa, más ataques contra el laicismo y contra los derechos sexuales y reproductivos.