Si gana Bush continúa la ignorancia del cowboy palurdo que a duras penas sabe donde está parado salvo que las transnacionales ganan negocios con dedicatoria y los vendepatria de todo el mundo se solazan -como aquí- porque siguen adelante las concesiones, los TLCs, etc. Si triunfa Kerry, acaso hay moratorias y revisiones pero, en esencia, el modelo estadounidense poderoso, unívoco, insolente, persistiría con matices más o menos similares en su política con Latinoamérica.
¿Está, en cualquier caso, Perú preparado para cualquiera de ambas situaciones? O ¿tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando? Me asalta la sospecha que los únicos con los nervios de punta son los tecnócratas pro-norteamericanos que tienen sus esperanzas fenicias en que Bush prosiga con sus desarreglos urbi et orbi. Total, la globalización de la corrupción, como ha bautizado certeramente Alfonso Ramos Alva a esta faceta perversa del fenómeno contemporáneo, hace que los ladrones sean tan hampones aquí como en la Cochinchina, en Europa, o Estados Unidos.
Los demócratas anunciaron que de llegar al gobierno revisarían los TLCs. Y este comentario aterrorizó a los “negociadores” criollos que empezaron a curarse en salud diciendo que tan solo habría demora de días o semanas, pero que sustancialmente todo seguiría igual. ¿De qué están hablando? ¡Pues nada menos que de la desvergonzada, abierta y claudicante posición peruana tan proclive a aceptar los términos abusivos propuestos -y nunca abdicados- por Estados Unidos, en torno a propiedad intelectual y aspectos del agro!
¿Qué hacen los partidos políticos? En lugar de generar discusiones o polémicas sobre cómo encarar la política norteamericana en tiempos de globalización corrupta y avasalladora, engrasan sólo la maquinaria para ver quiénes y cómo se aúpan en las candidaturas. La conclusión aplastante es que todas las agrupaciones sólo alimentan un sistema de clientelismo pagado por el Estado y en pro del mantenimiento de las cosas tal como están. En buen romance: ¡más de uno ya está ensayando cómo pondrá las posaderas en la curul parlamentaria, edilicia o ministerial! ¡Qué desverguenza!
Si un ciudadano, decía Churchill, nace, vive, se reproduce, pero no hace nada por cambiar al mundo, entonces es un ¡ladrón de su tiempo! En efecto, en el Perú también tenemos ladrones de intangibles, abundan los rateros del tiempo histórico y subjetivo de una nación con millones de niños sin ropa, sin calzado, pésimamente alimentados, ajenos a la educación y en camino ineluctable de convertirse en delincuentes porque no tienen otra opción.
Ni los partidos, menos los medios que casi han confundido principios con facturas, jamás los políticos, nunca los burócratas o los gobernantes, hacen otra cosa que maquillar sus permanencias con la infaltable cuota presupuestal del Estado. ¡He allí el gran negocio! Las sinecuras y ventajismos que se derivan por inercia son las que consiguen becas, estudios, casas, autos, propiedades y participación en directorios! Entran pobres y salen potentados. No todos. Pero un porcentaje arriba del 85% sí que es una demostración oprobiosa de una realidad inocultable. ¡El Perú es lo que es porque así lo han hecho malos peruanos!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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