Bramaba con ojos inyectados y sonrisa que pretendía ser de fiscal auto-erigido, Fernando Rospigliosi, demandando que se acusara penalmente al parlamentario Jorge Mufarech y que el presidente Toledo, emitiera una distancia pública del controvertido legiferante. ¿Qué sabe Rospigliosi que el común de los peruanos, no? Si el Congreso dispone que Mufarech sea pasible de un escrutinio judicial, entonces será investigado. Ni Toledo es juez, ni la grita histérica de Rospigliosi pueden constituir hechos determinantes sobre alguien. Ni sobre Mufarech. ¡Ni en el caso de ninguna otra persona!
Si a Mufarech le es probada la comisión de los delitos que se le presumen y él no puede defenderse con documentos probatorios de todo lo contrario, entonces que se aplique la ley. Si ocurre lo contrario, es decir, que el chiclayano logre parapetarse bien y no se le pueda culpar de hechos delictuosos, entonces, varios quedan en el ridículo más estentóreo. Wait and see!
Meses atrás decenas de ciudadanos demandaban en carta pública que el mandatario Toledo definiese su posición frente a Mufarech. ¿Y qué interesa lo que piense o no Toledo? ¡Aquí lo que son fundamentales son las pruebas que incriminan o no, de los delitos de que se acusa a Jorge Mufarech! Dura lex, sed lex. Dura es la ley, pero es la ley. Que patotas pidan tal o cual, importa poco, porque así es muy fácil condenar, con diarios, canales y radios pro domo sua, con océanos de mitos y milímetros de verdad.
Mufarech es un buen pretexto, una piñata política. Quienes le han escogido pensaron bien en un expediente que les hace hacer “noticia” manipulada en los medios. Importa un bledo si es culpable o no. Lo único que interesa es el circo fastuoso que gana votos. Cuando, si ocurre lo que sospecho, Mufarech, salga más o menos bien librado, varios de sus verdugos, ya serán diputados o senadores, por tanto, garrapatas al servicio del Estado, chupasangres con inmunidad a quienes no se les podrá pedir sino “aclaraciones”. Pero seguirán viviendo del Estado de modo directo o indirecto a través de ONGs, consultorías o trabajos de dudosíma ética y nulo patriotismo.
¿Alguno de estos ha acusado, con la saña que dispensan a Mufarech, a San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros? Acaso, ¿siquiera se han ocupado del tema Yanacocha y sus desmanes contra el medio ambiente y la vida humana en Cajamarca? Por casualidad, ¿han tocado el acápite tremendo de Camisea, donde “trabajan” múltiples ONGs que dan trabajo a sus amigotes? ¿Y el caso de las plantaciones de hoja de coca? ¿Quién o quiénes financian esas investigaciones tan proclives a dar la razón a esa agencia pro-norteamericana, que usa dólares estadounidenses, que es Devida? Silencio, sólo silencio. ¡Y eso es una traición! ¡Otra más!
¿No es acaso Rospigliosi aquél que vivió decenas de años diciendo que era un cuadro político de izquierda, viajó por el mundo, dictó charlas y escribió artículos que luego compiló en libros más bien sedantes y que terminó, no ha mucho, como vocero del presidente Toledo? ¿Y hasta fue su ministro dos veces? ¿No es éste un caso patético de conversión descarada y ahora dice que ya no es lo que lo hizo el gris político que es hoy? Sin Mufarech, Rospigliosi estaría confinado a la oscuridad que siempre fue su hábitat natural.
A las garrapatas del Estado y las coyunturas, hay que pulverizarlas. No construyen, mienten para auparse, sólo dicen pero no atacan al poder ni a los poderosos. Viven para el sistema y el espectáculo. ¡Así de simple!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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