¡Lo que faltaba! Un grupo de burgomaestres se reunió para expresar apoyo a su par de San Isidro, Jorge Salmón. Días atrás, hampones contratados por el alcalde asesinaron al vendedor ambulante Cristian Venancio y este tipo dijo que se trataba de un “lamentable accidente”. Entonces, si estas hordas salvajes aniquilan a cualquier otro peruano de segunda o tercera categoría, tendremos nuevos “lamentables accidentes”. ¡Qué sinverguencería la que muestran estos sujetos!
Que hoy digan los alcaldes que se necesita una escuela de entrenamiento y capacitación para los servicios de serenazgo no invalida, borra o amengua el hecho criminal contra la persona de Cristian Venancio. Como en la Argentina bajo el régimen militar: ¡primero disparan y luego preguntan el nombre!
La impostura no puede ser más reprobable. ¿Por causa de qué, habida cuenta de múltiples abusos anteriores contra gente común y corriente que se gana la vida vendiendo por las calles, no se hizo esto que hoy claman bajo la figura idiotísima de un respaldo a Salmón?
La verdad verdadera es que ningún paliativo que se refiera a entrenamientos tardíos de los serenos, podrá revivir a Cristian Venancio. Nada hará cambiar el sentido despreciativo, blanco y frío que hizo Jorge Salmón cuando dijo que la muerte de Venancio, era un “lamentable accidente”. El asunto es que, para variar, se reacciona tarde muy tarde y se comete, con toda alevosía, un atentado contra los derechos humanos de los ambulantes que ¡también son peruanos!
He dicho -y reitero- los vendedores ambulantes son -en múltiples casos- compatricios que carecen de oportunidades de trabajo calificado y no pueden hacer otra cosa que dedicarse a este empleo independiente. No roban, no matan, no delinquen, sólo procuran, como cualquier otro, la satisfacción de necesidades elementales de estudio, alimentación, salud y vestimenta. ¡Son personas que merecen desde el saludo hasta la consideración que se brinda a todo ser humano!
No sólo aquí se apalea a los ambulantes. En Ciudad de México también se han producido campañas que incluyen dudosas formas de profilaxia social como el trasladarlos en masa a otros sectores de la metrópoli o el asalto o agresión contra éstos. Se ha procurado aplicarles el Plan Bratton (el mismo que fuera contratado por Alberto Andrade) de abuso selectivo en nombre del ornato citadino. ¡Como si el maquillaje cambiara las realidades sociales de carencia de trabajo y escasez de empleo!
Lo que deberían hacer los alcaldes es no contratar con amigotes dueños de empresas plenas de irregularidades y de manifiesta falta de legitimidad con respecto a sus integrantes. ¡Así por lo menos sabríamos que quienes cuidan las calles NO son asesinos con múltiples cuentas e infracciones criminales!
La vergüenza es algo que se ha perdido en el Perú hace varios años. Y los alcaldes que demuestran apoyo a uno de sus colegas, déspota y frío, Jorge Salmón, son una pandilla de irresponsables. Amén de muchos otros términos que también podría aplicárseles.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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