Como en una cloaca de dimensiones descomunales, por enorme la geografía de éste nuestro país, Perú asemeja al compendio más aberrante y escandaloso de disparates políticos, chanfainas patibularias y mediocridad de payasos que integran una chamuscada y pestífera casta política. Si da un paso a la derecha, se mancha. Si lo hace a la izquierda, también. Para atrás o para adelante, no hay diferencia. ¡Aquí hay miasma por donde uno pise!

Los partidos políticos son sólo clubes que colocan personal para que mame de la ubre del Estado. Y, de paso, ubican a las queridas, a los amigotes, a los primos, a las hermanas, a cualquiera de la calle que ande como caminan muchos cientos de miles, sin trabajo ni pega de ninguna especie. Antaño usinas fabricantes de líderes sociales valientes y heroicos, hoy tan sólo vomitan muñecones e improvisan embajadores de bancos, empresas y holdings dispuestos a vender, si fuera necesario, a su propia madre, previa honesta y durísima negociación.

El Congreso existe en infraestructura y en pelotones de secretarias, brigadas de asesores e inútiles por decenas. Nadie lo respeta, todos descreen del Poder Legislativo, pero son los ineptos más caros de que se tenga memoria en la corporación, como decía González Prada, que hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de formar parte. No representan a nadie. ¡Ni a ellos mismos!

¡Falta imaginación! ¡Hay ausencia criminal de ganas de darle vuelta a la tortilla! Todos los dirigentes -casi sin excepción- se refocilan en el diagnóstico inmediato, la zalema o el dicterio paisajero y no tienen ninguna especie de ideas. ¡Lo que es peor cuando alguien pretende sugerirlas, lo engañan, lo pasean, lo aburren! ¿No es acaso que cuando se cierran las puertas de la legalidad, se abren las de la violencia, como decía Nicolás de Piérola?

La estúpida dirigencia del Perú ha conducido el país al despeñadero. No hay quien se salve porque todos hieden y por omisión o por comisión, la colectividad sale herida y lacerada. ¿No es el momento de pedir ayuda e ideas, más ideas? Es evidente que los que están a cargo del oficialismo, no las poseen, ni por remota circunstancia. Entonces lo humilde, lo procedente, lo naturalmente urgente, es ¡buscarlas en otras canteras y en otros cerebros incontaminados y moralmente con autoridad!

Voces que saben de geopolítica y de intereses supranacionales sugieren que aquí no va a pasar nada porque la gran potencia, Gringolandia, identifica democracia con la suscripción del TLC que propagan aquí los tecnócratas vendepatria, y mientras eso subsista como menú descarado, el apoyo del Big Brother EEUU, seguirá y consistirá en la discutible tabla de salvación de unos descastados. ¡Qué terrible tener que vivir del auxilio foráneo y no del cariño popular y respaldo desde abajo y desde dentro!

Los rumbos de la historia no pasan por el escándalo ni por sus paliativos. Y mucho menos por cortinas de humo. ¡Ahora y aquí hay que actuar! ¡Pensar y organizar! Ciertamente para eso no sirven los cobardes que viven bien sin mucho esfuerzo ni los que se alquilan para lograr que todo esté como está. ¡Las trompetas del Jericó democrático tienen que retumbar y tumbar a todos estos inmorales incurables!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera1

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!