En un país latinoamericano cierto simio se encaramó como asesor presidencial. Su ignorancia era olímpica, su estupidez congénita. Pero ¡eso sí! su capacidad rastrera y de intriga, le habían catapultado en un medio donde estas dos taras constituyen carta de ciudadanía, pasaporte a los sueldos altísimos que paga el pueblo a esta clase de mamarrachos. Dicen que ahora ya se fue a seguir una maestría en Nueva York. ¿Se fugó el susodicho cuando la nave empieza su irremisible hundimiento?
Como encargado de la administración de un Palacio de Gobierno protagonizó un escándalo de infidencia cuando una reunión del mandatario latino con sus ministros y amigos que discutían una coyuntura importante del régimen. Enjuiciado por una comisión parlamentaria, quedó libre de polvo y paja y, además, se dio el lujo de leer un texto de su autoría. Es decir, ¡no pasó nada!
He recordado hasta la saciedad cómo en presencia de un periodista lenguaraz, un ingeniero que luego fungiría de asesor de pálidos y temblorosos reflejos y de un presidente que empezaba entonces, hace tres años, su controvertido mandato, este simio se presentó en posición de firmes, hizo sonar los tacos y “pidió permiso para tomar sus alimentos”. El idiota de marras, departía tanto con los edecanes militares que hasta había copiado sus ademanes servilmente.
¿Qué puede estar ocurriendo en una sociedad cuyos mecanismos de control no funcionan y permiten que cualquier pobre diablo se aúpe en puestos que requieren preparación, tino, prudencia, capacidad y que encima, se le repute y premie como a un ciudadano ejemplar por lo que no ha hecho ni demostrado? La mediocridad se arrebaña y aniquila el tejido social. Si nadie lo impugna en el periodismo, en la política, en las instituciones, es que ya se ha llegado a lo más bajo y pútrido de la involución y Perú se merece el gobierno que tiene y el destino que está forjando con tanta concesión vasalla y cerviz gacha para con Estados Unidos.
Anécdota aparte constituye que el simio de marras haya compilado los “artículos” que “escribió” contra la dictadura y los presente en forma de libro. Sin vuelo intelectual alguno, carente de cualquier sensibilidad honesta, procaz hasta durmiendo, el simio de que hablamos, ha abandonado un muy bien rentado puesto de asesor en derechos humanos, tema sobre el cual sabía tanto como el común de la gente en torno al Big Bang creador del cosmos. ¿Qué ocurrió?
En el naufragio hay algunos roedores que son los primeros en procurar ponerse a salvo bajo el supuesto que encontrarán de dónde asirse. Lo común es que todos se ahoguen en la inmensidad de aguas traidoras e infestadas de alimañas. Hoy por hoy, los hampones pueden escapar al temporal pero no eludir el largo brazo de la justicia popular que tendrá que sindicar con su nombre y apellido a los logreros que hicieron de la política vil negociado culpable. ¡Y este es un caso flagrante!
Sólo la capacidad chismosa y socavadora del simio consiguió marrar todas las ofensivas en su contra. Sin embargo, se ha ido. Y hasta ha dejado en incierta posición a la esposa que tiene deberes en el Congreso.
¡Qué desverguenza!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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