Se anunció públicamente por televisión que en breve aparecerían diversos nuevos medios escritos. ¿Qué, no hay diarios hasta para regalar en el país? Además, se ha informado que habrían algunos inversionistas nacionales al frente de esas empresas. ¿Desde cuándo -y especialmente en un ambiente donde los dólares fluyen irremisiblemente- los líderes vernáculos poseen tales cantidades de dinero? ¿Y los otros diarios, cruzados de brazos? Bien dice el dicho: cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas en remojo.
Me atrevo a especular que los dineros ingentes que demandan tales inversiones, no son, sino en mínima y deleznable parte, capital local. Es decir, quienes fungen de titulares nacionales lo hacen porque así lo estipula la ley pero también disfrazan la intromisión poderosa, en hardware y software, de grupos de poder financiero provenientes, por ejemplo, de Colombia y Venezuela.
Es más, en alianza estratégica, conchabo a secas, quienes tienen que defender sus conquistas logradas durante el régimen delincuencial de Fujimori y entreguista del actual de Toledo, saben que sin prensa y sin rábulas dispuestos a defenderlos por muy buenos dólares, existe el peligro que sean cuestionados desde la arena política y judicial. Por carecer de prensa y aparato mediático lo suficientemente hábil y profesional, Kenya Fujimori, apenas si es el hampón irresponsable que se las picó al Asia y renunció por fax.
Por tanto, ni son nacionales -y mucho menos nacionalistas- los intereses que tendrán por cometido, los nuevos medios, de defender, internalizar en el cerebro del hombre común y corriente y tampoco promoverán la afirmación de los conceptos fundamentales de patria, historia y recuerdo constructivo de cualquier conjunto social. ¡Mucho menos del peruano que ya está erosionado en grado abrumador!
Los medios funcionales, esos que siempre están en la corriente globalizadora que paga los anuncios, que fleta campañas engañosas, que convierte en donación lo que es un robo y en filantropía lo que es crimen contra el medio ambiente, están de plácemes, porque son parte del tema. Los grandes intereses se juntan convenientemente. En cambio, quienes representan competencia por ser cadenas nacionales, aguardan, si no toman medidas urgentes, valientes y decididas, un final bastante predictible y que tiene que ver también con apreturas tributarias y muchos otros medios de coacción abominable pero real.
¿Se puede ser como los árabes que apostados en el frontis de su tienda de campaña, ven pasar a sus enemigos? ¡Eso es un absurdo de marca mayor! ¡Hay que actuar! Pero hacerlo no en la esperanza que las cosas caigan del cielo o que algún profeta llegue con soluciones maravillosas. Hacer y organizar, golpear con propuestas nacionales y nacionalistas, ilustrar al peruano que aquí sí somos ingeniosos ante las traiciones dolarizadas, que mienten y mienten, niegan y niegan, pero que se van con el desparpajo propio de sinverguenzas aprovechadores del bien ajeno.
¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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