Entre ayer miércoles y hoy jueves, he sido víctima de una peste que en verano también ataca: la gripe. Y la verdad que no le deseo, ni al peor de mis enemigos, los malestares que ésta trae consigo. Uno que modestamente es un bobo que opina con franqueza, ve turbado cualquier juicio porque en el organismo persisten los virus antipáticos. Creo que una pelea con tres rivales callejeros, no me habría dejado en las oprobiosas condiciones en que me encuentro: tirado en la cama, adolorido hasta para contestar el teléfono y sin poder generar un centavo de esos que pagan todas las cuentas. ¡A veces!
Lima está amaneciendo muy nublada y, a pesar que sentía ya el malestar, todo fanático, decidí entrenar los 5 kms. diarios de caminata y acometer los ejercicios de brazos, cintura y pecho. Después, ciertamente, con sólo estornudar, sentía que me clavaban puñales en esas partes del cuerpo, todo por mi necedad vanidosa de mantenerme en el peso de cuando tenía 18 años.
Estas gripes de verano no respetan ni edad, posición social, profesión, color de piel o pensamiento doctrinario. ¡Una vez que te atrapa, te masacra! Y a pesar del Panadol, píldora que me suministró un amigo que se compadeció de mi mirada mustia y perdida, no ha sido fácil aún, remontar la circunstancia.
Acaso convenga reflexionar sobre algunos temas que dibujan su contorno en el horizonte de los años. Estos, luego de los 40, no pasan en vano. Disminuyen las defensas y la fortaleza ya no es la misma que cuando uno se daba el lujo de levantar en sentadillas más de 150 kgs. y durante 4 largas series. Por tanto, si no se cuida, puede enfermar, por exceso o por deficiencia.
Esta crónica es más bien humana. Cuando caminamos por la vida sin padecimientos de ninguna especie y cuando hemos vivido con una salud de acero casi siempre, un virus lo tumba a uno, lo hace guiñapo y lo estruja como si fuera un limón con muy poco jugo. Tengo que confesar que soy cuasi ajeno a las enfermedades y por eso, anoche, al acostarme a la insólita hora de 6 de la tarde, me preguntaba si iba a amanecer con vida.
Reflexionaba que si no era así, entonces, muchos cobradores, esa raza humana que no deja tranquilo ni a la medianoche, iba a rabiar con acritud. Además, los independientes (eufemismo de los desempleados), carecemos de seguro o facilidades para esas ceremonias de sepelio con toda su parafernalia. En fin, no ocurrió así, y aquí me tienen contando una experiencia más bien desgraciada.
Conclusión fundamental de todo esto es que, si usted tiene salud, entonces, todas las puertas del éxito, están abiertas. Con salud, vence cualquier valla, conquista la victoria de sus ideales y hace del paradigma de su periplo un signo a seguir y a reiterar por quienes más le quieren. Y siempre hay algunos que le demuestran amor en las horas difíciles.
Con los resabios horrendos, tremebundos, de esta gripe de verano, prometo solemnemente, cuidarme más. Ya no tengo, es cierto y lo confieso, la resistencia que 20 años atrás. Ya crucé la barrera de los 40 y tantos, entonces, el tema es más serio y como para no descuidarse. De lo contrario, puede estar como yo, en cama y muriéndose de calor. Y lo que es peor, ¡sin poder trabajar!
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