Anunció el legiferante Luis Alva Castro que en breve se elegirá al grupete de parlamentarios peruanos que nos representarán en el Parlamento Andino y que sus sueldos estarían a cargo del Congreso peruano. En momentos en que el aborrecimiento por el Parlamento está en niveles abrumadores, echar más gasolina al fuego no parece sensato y más tiende a caminar por las rutas torpes de la majadería ociosa.

Además, la prontísima firma de un TLC (Tratado de Libre Comercio) con Estados Unidos, que un Congreso pareciera querer aprobar con irresponsable entreguismo y proditora actitud, harían tragi-cómica la existencia de un Parlamento Andino de excelsa nula influencia. Recuérdese que el espíritu de los TLCs discurre por tribunales ad hoc para la solución de contiendas. ¿Qué o sobre qué discutirían los parlamentarios anodinos, digo andinos, que no fuera sobre naderías y tonterías?

Tengo entendido que para una reforma presupuestal que implique el aumento virtual y real del número de congresistas, según lo dicho por Alva Castro, se necesitaría de una reforma constitucional que habilite este trámite de fondos y pagos porque serían cinco más los legiferantes a cargo del pliego congresal. Si con 120 (y miserables excepciones) en la Plaza Bolívar, hay asco militante sobre los mismos, porque no representan a nadie sino a ellos mismos, ¿qué se puede esperar de cinco super-numerarios?

¿Parlamentarios andinos o anodinos?

Puedo hablar con alguna experiencia luego de haber visto por más de cinco lustros a legiferantes de todas las naciones latinoamericanas. ¡Todos son iguales de idiotas a la hora de estar en la tribuna! ¡La totalidad de sus discursos salvan a la América Morena de sus taras, con la excepción que casi siempre procuran dar mayor poder a los Parlamentos! Poco más de quince años atrás, un festival de Parlamentos inundó nuestro continente: Parlamento Andino, Parlamento Latinoamericano, Parlamento Centroamericano, Parlamento Amazónico, etc. Y todos con sus burocracias bien pagadas, viajeras, frívolas e ignorantes descaradas -en la mayoría absoluta de los casos- porque no es el amor al chancho, sino a los chicharrores de goces efímeros con cargo a la cuenta de los Estados nacionales.

No sólo podría presentarse una crisis de representación, cáncer que aqueja al 95% de parlamentarios locales, sino que también se produciría la aberrante ampliación del presupuesto que a duras penas y a regañadientes pagan los peruanos por 120 inútiles y prescindibles -siempre con excepciones decorosas pero mínimas- que gozan del más amplio y categórico desprecio del hombre y mujer común de la calle.

De repente el sueño bolivariano de una América Latina unida con sus instituciones consolidadas, entre ellas el Parlamento, es uno de muy larga forja y maduración aún. Hoy por hoy pareciera ser un escollo para que las democracias sean reales y no maquillajes de cómo mejor explotar a nuestras empobrecidas e ignorantes poblaciones a las que se obliga a votar con el pretexto manido que así “construimos” una democracia que envilece y embrutece violentamente.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!