Una parlamentaria, célebre por su proclividad a visitar tiendas políticas múltiples y a salirse de ellas, renuncia al grupo oficialista y ¡nada cambia ni sucede en el Perú profundo! Andahuaylas sigue en compás de espera por la tregua planteada, en Chimbote arrecian las protestas, Minera Yanacocha sigue atentando contra las poblaciones en Cajamarca y las campañas para vender a precio de bicoca Sedapal y privatizarla persisten con furia y denuedo sin vergüenza.

El Perú formal se expresa en un Parlamento que no representa a nadie pero que recibe la visita esperanzada de delegaciones que ingresan sus documentos para que quede registro escrito de la gestión que les fuera encomendada en sus lugares de origen. Nuestra cultura, apegada a la costumbre abogadil, de recursos, oficios, escritos de toda laya y calibre, persiste contumaz, aunque se sepa casi siempre que el 95% de estos esfuerzos son puro gesto inútil.

Lo surreal del Perú es que un Congreso aprueba el retorno a la bicameralidad aún cuando casi el 80% de encuestados repudia al Parlamento y cuanto se refiera a él o cuanto allí se produzca. Pero la televisión y los diarios tienen una fuente inagotable de información formal en su recinto y en la persona de sus casi 120 inútiles figurones episódicos. Lo irreal es real, pero nada cambia el destino fatal del peruano que vive en pobreza espiritual, miseria intelectual y profunda desorientación institucional de qué es, qué quiere y cómo ha de lograrlo. En suma lamentable: un país de confundidas gentes.

Es -según dicen los reportes- una realidad que Perú posee casi 14 mil millones de dólares en reservas, pero a nadie se le ocurre que podríamos llevar a cabo múltiples convenios internacionales bilaterales o multilaterales, con cero rentabilidad y con el apoyo de gobiernos amigos dispuestos a financiar proyectos de intensa perspectiva social. Lo malo es que esta naturaleza de vinculaciones no permite coimas o la compra desembozada de malos funcionarios que no han aprendido sino a ser agentes de la corrupción más activa y degradante.

Muchos funcionarios que se dicen peruanos, lo son sólo en el papel, porque sus comportamientos, sumisos a instituciones extranjeras e impositivas, como el FMI por citar un caso patético, son de un antipatriotismo repugnante. El premio es que luego que salgan expulsados o por los escándalos o por rotación normal, del Perú, tienen premios consuelos en Estados Unidos o en otras partes con muy buenos sueldos que gratifican su lealtad traidora a nuestra gente.

La ficción de la vida peruana es de tal magnitud que los banqueros inoculan dólares falsos al mercado y ahora dicen que ellos son los principales perdedores. ¿Puede alguien creer que calculadores fríos y sin alma, patria o corazón alguno, como estos tipejos, arriesgarían un centavo así porque sí? Pero, nadie les echa el guante y los pone en su verdadera casa que es la cárcel, porque son el poder real o una de sus ramas más temibles porque controlan carteras públicas, privadas y secretas.

¡Aquí no pasa nada! La ficción y fantasía rodean cuanto ocurre, disfrazando su pegada aunque el pobre sea cada día más pobre y el rico, descaradamente más rico.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!