Un importante embajador me hace el siguiente comentario: “Perú es un Estado-puente. Vale decir es un país de tránsito, pues como todo puente, sirve para unir, no para quedarse. Por lo mismo, el Perú tiene una posición tan ventajosa como Países Bajos que lo ha sabido explotar muy bien, pese a carecer de los recursos ingentes que sí tiene nuestro país”. En buen romance, si somos lo que se ha dicho, buena parte de Latinoamérica podría usar al Perú en su tránsito de productos exportables hacia el Asia.
¿Saben de este fenómeno geopolítico nuestros vecinos? ¡Claro que sí y tanto que necesitan atajar o yugular el crecimiento de cualquier megapuerto peruano que hiciera realidad este tránsito o puente hacia el Asia y, en particular, por su ubicación geográfica, Chile! Entonces el propósito es hacerse, vía concesión o privatización, de la mayor cantidad de puertos peruanos.
Nótese que la dirección legal de la empresa portuaria que opera Matarani, el puerto regalado a San Dionisio Romero Seminario, está en Antofagasta una especie de “póliza de seguros” para evitar el despegue velocísimo que sería San Nicolás de Marcona, cuya profundidad para barcos de gran calado sólo es comparable a Santos en Brasil y Miami en Estados Unidos. Marcona sería el ansiado eslabón por el eje sur al Brasil y haría desaparecer todos los puertos situados en el lado austral.
En buen romance, Matarani (que pasaría a ser un puerto auxiliar) y desde Arica, Patillos y Mejillones y el resto ya en Chile, quedarían con su movimiento comercial de modo exclusivo y Bolivia y Brasil utilizarían Marcona. ¿Se entiende entonces el interés inusitado, como comenta un amigo economista, de Chile en hacerse de los puertos peruanos?
“El interés del Grupo Claro chileno, responde a la visión geopolítica de Chile, porque es bueno que se sepa que en ese país el inversionista no contradice el designio político fijado por Pinochet, sino que lo refuerza o fortalece. Al hacer participar al grupo Romero, el Grupo Claro no ve en los peruanos a una empresa de punta. No que va, simplemente los utiliza como testaferros, precisamente para capturar lo más sensible del litoral peruano y tenerlo acogotado hasta que el enteco litoral chileno pueda contar con uno o dos megapuertos insuperables. Tenemos por obra y gracia de la naturaleza más ventajas en nuestro litoral para servir de puente al Asia y viceversa; pero es tal la chatura, el entreguismo y la sumisión de la casta política peruana a los intereses foráneos, que esas ventajas de nada pueden servir a la larga”, ratifica el amigo diplomático.
Fujimori ya puso su cuota desnacionalizante al aniquilar a la marina mercante, de suerte que hoy todo se transporta en buques chilenos, ¡hasta el combustible! ¿Y en casus belli, qué hacemos? ¿Quién podrá salvarnos? Recuérdese que los chilenos niegan cualquier venta de armas a Ecuador, pero históricamente la bisagra entre esos dos países ha sido una constante para presionar, por el sur y el norte, al Perú. Pueblo que no aprende de sus yerros y sus lecciones, vuelve a cometerlos comprometiendo a las nuevas generaciones.
¿Es esta la globalización que moderniza o engrilleta más a nuestras naciones por obra y gracia de minorías insolentes, aprovechadoras a las que aún no se ha puesto frente a un paredón de fusilamiento por traidores a la patria?
Quien no entienda, lo que antaño era ley geopolítica, que quien domine el mar, manda en el continente, seguirá extraviado y persistirá en la contumaz condición de perdedor eterno.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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