A la explosión de Atocha, en Madrid, se la ha atribuido, merecidamente, el papel catalizador en la derrota del gobierno posfranquista de Aznar. El gobierno del enano requeté intentó culpar a los independentistas vascos del atentado pero la opinión pública rechazó el embuste y una ola espontánea de comunicaciones inalámbricas difundió la verdad. Los teléfonos celulares o móviles fueron un factor determinante en la orientación del discernimiento en vísperas de las elecciones. Desde luego, no hay que desdeñar el mal gobierno de los fascistas del PP.

Algo similar acaba en ocurrir en Ecuador donde una estación de radio independiente, llamada La Luna, logró organizar la voluntad de resistencia del pueblo para derrocar al déspota Lucio Gutiérrez. Por la prensa hemos sabido que en los ocho días de la revuelta contra Gutiérrez, centenares de personas llegaban a la pequeña estación y hacían colas de tres o más horas sólo para tener un minuto ante los micrófonos.

Otros usaban a la emisora como el vehículo para informar sobre sus puntos de concentración o sobre las acciones del gobierno. Gracias a La Luna los insurrectos pudieron detener el acceso de acarreados del gobierno, evitar las contramarchas de esquiroles y sicarios. Ante el silencio o el disimulo de los grandes medios de comunicación esa pequeña estación mantuvo el espíritu de rebeldía inflamado.

Los medios electrónicos de difusión llevan a cabo, hoy, la tarea que antes se encomendó a las brigadas de asalto. El encauzamiento de la voluntad ciudadana no pasa tanto por la opresión y el castigo como por la persuasión y la sociedad de control social es un hecho irreversible. Las fusiones de los grandes medios de comunicación masiva se han convertido en una peligrosa tendencia que amenaza con una voracidad insaciable. America On Line, la poderosa compañía de internet adquirió Time Warner.

La Disney se unió a la ABC, después se produjo la consolidación de la Time-Warner con las empresas de Ted Turner. La globalización de la economía está afectando seriamente al mundo de la difusión cultural. Un posible amalgamamiento futuro de Disney, Sony, General Electric, Time-Warner, Westinghouse y Microsoft uniría en una sola empresa, todo el entretenimiento en cinematografía, televisión, discos compactos, videocintas, teléfonos y computadoras. Una posibilidad aterradora. Se crearía -existe ya—, una poderosa maquinaria de persuasión, acicate de voluntades y compulsión consumidora.

Es increíble que un político a quien se le ha demostrado que es ex drogadicto, ex alcohólico, desertor, incapaz en los negocios, psicópata, socio de negocios de la familia Bin Laden, religioso mesiánico, incapaz de entender los informes que se le someten, paranoico, consumidor de antidepresivos, pésimo orador, iracundo incontrolable, dirigente de estrategias confusas que ha hundido al país endeudándolo con una magnitud no conocida antes en la historia estadounidense, haya sido reelecto como Presidente de Estados Unidos. Y eso se debió a la maquinaria de la difusión pública. Los poderes dictatoriales que han asumido los medios masivos de comunicación, todos en manos de la oligarquía, permiten moldear la opinión pública con su plataforma de inducción intensiva.

La propaganda mediática ha sido utilizada con torvos fines. La desinformación durante la invasión a Irak fue una prueba de la parcialidad de esos medios. En Venezuela está ocurriendo un proceso de transformación social y de creciente democratización en beneficio de las grandes mayorías que está siendo obstaculizado y agredido por una maquinaria mediática interna y transnacional animada desde Estados Unidos.

Cuba ha osado defenderse de sus enemigos y ha provocado con ello una tempestad en los órganos informativos, financiada y coordinada desde Estados Unidos, donde se ha sobornado generosamente a numerosos columnistas, comentaristas, periódicos, estaciones de radio y televisión para que ataquen a la revolución cubana, han establecido un aparato de calumnias y distorsiones, esparcido rumores y alentado la guerra psicológica.

Desde hace un tiempo existen periódicos alternativos en internet, como el español Rebelión, que han logrado captar a atención del público atrayendo millones de lectores, usando el sencillo recurso de decir la verdad y publicar lo que otros callan. Ahora llega esta interesante experiencia de Radio La Luna, en Ecuador, la emisora que logró expresar el enardecimiento de un pueblo airado y contribuir al derrocamiento de un fantoche autocrático.

Rebelión