¡Cómo cunden los malos ejemplos! No ha mucho que el embajador James Curtis Strubble, el gringo deslenguado que habla hasta por los codos, se dio el lujo de “recomendar” algunas líneas de acción al gobierno. Ahora le tocó el turno a la consejera económica, Margaret Hanson, quien ha dicho que los peruanos no apoyan a su “equipo negociador”. ¿Y quién le pidió opinión sobre temas estrictamente de Estado a esta big mouth?

No parecería raro que en cualquier momento algún mecánico o funcionario gringo de última categoría decidiera hablar de cualquier cosa. Ayer la Hanson se dio el lujo de elogiar impúdicamente al “equipo negociador” que conduce el ministro del TLC y Asuntos Foráneos, oficialmente de Comercio, Alfredo Ferrero y su adláter y entreguista, Pablo de la Flor. ¿No hay en Torre Tagle un alma caritativa que por cuerda discreta y con toda cortesía le diga a Margaret: these are Peruvian internal affairs, please shut your mouth!

Casi no asombra el silencio acrítico de los medios. Es más, subrayan en grandes titulares la impertinencia bramada por Margaret Hansen. ¿Ella va a asumir o sufragar los perjuicios que padezcan los agricultores peruanos por causa, precisamente, de un TLC impuesto por Estados Unidos, gracias a vendepatrias que no negocian nada sino que acatan entusiásticamente cuanto se dicta desde la Casa Blanca? ¡Qué desparpajo!

Hasta hace algunos años se pensó que la era de los Spruille Braden a quien Perón le recordó a su madre y en la Casa Rosada, había pasado y que era cosa desagradable del pasado. Pero aquí James Curtis y ahora Margaret Hansen se han encargado de recordar que no es así. ¿Cómo puede ser la prensa nacional tan estúpida y no distinguir claramente la frontera que define límites inexcusables aunque sea sólo por un mínimo sentido de dignidad?

No hay dudas que el “equipo negociador” del Perú ha protagonizado momentos estelares de vergüenza por su vasallaje con Estados Unidos. Son varias las veces que Ecuador y Colombia han marcado distancias de los estropicios causados por los Ferreros, los de la Flor y los que integran esa pandilla. Pero es un asunto nuestro y sobre el cual nadie más que a los peruanos toca opinar. Que un gringo metiche y ahora una gringa de hocico pronunciado digan cuanto les plazca es un asunto que debía frenarse por orgullo y por elementales como irrenunciables cualidades soberanas que los peruanos no podemos dejar de honrar.

El que Hansen se alborote y despeine brindando zalemas al “equipo negociador” dice mucho de la esperanza que Estados Unidos ha puesto en esos sujetos, es decir, los considera como propios, validos, cómplices, de un trato que sólo favorecerá el designio geopolítico norteamericano y con muy pocas -y hasta mínimas- ventajas para el Perú. ¡Total, dicen los vendepatria de nuevo cuño, la globalización es inevitable!

Esta falta de respeto de la prensa a sí misma es un hecho catastrófico. No obstante la subasta de conciencias ambiente, sin embargo de la profunda corrupción que abunda y al margen de la ignorancia adrede que se pretende demostrar, un camino como éste, sólo conduce al envilecimiento más asqueroso de que se tenga memoria. No sería raro, si seguimos este camino, que cuando el embajador de Estados Unidos dé una conferencia de prensa, el primero en llegar, sea cualquier mandatario del Perú, presto a escuchar instrucciones. ¡Qué vergüenza!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!