Hace exactamente un año, el 1º de septiembre de 2004, un grupo de hombres armados irrumpía en una escuela de Beslán (Osetia del Norte) y tomaba niños, padres y profesores como rehenes. Al cabo de tres días de crisis, de una serie de explosiones y el asalto de las fuerzas del orden, 376 personas encontraron la muerte, entre ellas 172 niños.

La acción fue reivindicada por Shamil Basáyev, un jefe militar checheno. Extrañamente, la prensa occidental, lejos de expresar la menor compasión por los rusos, arremetió con saña contra el presidente Putin, acusado de ser responsable de la carnicería por mantener una atroz guerra colonial en Chechenia y a la vez por haber organizado un asalto a ciegas.

Algunos autores fueron más lejos, acusando a Vladimir Putin de haber provocado deliberadamente el baño de sangre para justificar nuevas medidas autoritarias [1].

Por su lado, el Kremlin respondió afirmando que la toma de rehenes no tenía relación con el conflicto checheno, el cual estaría en vías de normalización, sino que demostraba que Rusia era blanco del terrorismo internacional. Esta versión fue rápidamente modificada cuando expertos rusos dejaron entrever que la operación habría sido preparada en realidad por los servicios británicos para debilitar a Rusia [2].

Un año después ¿qué sabemos de aquel drama, de los objetivos políticos de sus protagonistas y de sus consecuencias?

El drama checheno

Para dar respuesta a estas preguntas, es necesario reconstruir primero el contexto de los hechos. Chechenia es un Estado miembro de la Federación Rusa que vivió dos guerras sucesivas en un decenio y sigue inmersa en el
caos [3]. Para quienes tienen una visión étnica de Rusia, blanca y ortodoxa, el asunto es un caso de guerra colonial clásica. Por el contrario, para quienes tienen una definición euroasiática de la Federación, el problema actual es consecuencia del derrumbe del Estado en el periodo 1991-1999, durante el cual el presidente Yeltsin vaciló entre la guerra contra su propia población y la independencia de facto. El vacío de poder fue aprovechado a la vez por las bandas armadas y los predicadores islamistas según un esquema comparable al que conoció Afganistán durante la misma época.

Ambos puntos de vista pueden sostenerse por igual, pero es importante entender bien las ideologías que les sirven de base. La visión étnica es la que defienden la extrema derecha, en Rusia y en la misma Chechenia, y, en Occidente, los partidarios del «choque de civilizaciones». La visión euroasiática es la que promueve el presidente Putin, quien no deja pasar ninguna ocasión de celebrar el aporte musulmán a la edificación de Rusia [4].

El análisis histórico da la razón a los partidarios de la visión euroasiática, como ha señalado el profesor Francisco Veiga de la universidad de Barcelona [5], quien no desecha sin embargo el punto de vista étnico, que puede constituir un proyecto político.

Como quiera que sea, la cuestión chechena es también, y quizás sobre todo, una cuestión estratégica internacional: a través de ese Estado pasa una red de oleoductos indispensable para la explotación rusa del petróleo del Mar Caspio. Por consiguiente, los rivales y adversarios de Rusia, especialmente Estados Unidos, están interesados en que el conflicto perdure y que se extienda incluso a todo el Cáucaso [6]. Los esfuerzos que este último país despliega en la región son visibles. Ha instalado a sus servidores en Georgia, cuyo ejército controlan, y controlan el espacio aéreo desde su base de Incirlik, en Turquía [7]. En respuesta, los rusos apoyan por debajo del tapete, en Georgia, a los separatistas de Osetia del Sur [8].

Las elecciones de agosto de 2004

El proceso político en marcha permite a la Federación Rusa organizar elecciones en Chechenia, el 29 de agosto de 2004. Los observadores internacionales atestiguan unánimemente, incluso los de la Liga Árabe, la limpieza del escrutinio mientras que, fiel a sí misma, la prensa occidental persiste en denunciar una farsa organizada por el aprendiz de dictador Putin.

Encuentro Chirac-Poutin-Schröder en Sochi, la víspera de la toma de rehenes

El llamado de los independentistas a boicotear el escrutinio obtiene poco resultado y el promedio de participación alcanza el 79%. El general Alkanov, candidato favorable a la Federación, gana la elección sin dificultad. Mala perdedora, la prensa occidental ve en ese resultado la prueba de una manipulación. Dos días después, el presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schroder, quienes tienen una visión muy diferente, viajan a Sochi para felicitar al presidente Putin por haber logrado restablecer las instituciones democráticas en Chechenia.

Sin embargo, los partidarios del caos no habían escatimado esfuerzos para hacer fracasar el proceso político: el 24 de agosto, un Tupolev 154 de la línea Moscú-Sochi y un Tupolev 134 de la línea Moscú-Volgogrado explotan en pleno vuelo provocando la muerte de 90 personas. Después de haber evocado la posibilidad de accidentes, las autoridades rusas admiten que ambos aviones han sido blancos de atentados. Las Brigadas Al-Islambuli (Kata’ib al-Islambuli) [9] se atribuyen la acción. El 31 de agosto la misma organización hace estallar una bomba en Moscú, frente a la estación Rizhskaya del metro moscovita, provocando 10 muertos y unos 50 heridos. Pero, lo más terrible está por suceder.

La masacre de Beslán

El 1º de septiembre, 32 hombres y mujeres armados penetran en la escuela de Beslán (Osetia del Norte, Federación Rusa) durante la celebración de la «Jornada del Saber». Reúnen 1 300 rehenes entre alumnos, padres de alumnos y personal de la escuela, y los concentran en el gimnasio del establecimiento, en el cual siembran gran cantidad de explosivos.

Imagen de un video tomado por los secuestradores, dentro de la escuela

Las fuerzas de seguridad rodean la escuela mientras que el doctor Leonid Roshal (quien había desempeñado ya el papel de negociador durante la crisis de los rehenes del teatro de Moscú) llega para parlamentar. Sin embargo, los secuestradores no plantean demanda alguna, se niegan a dar de comer y beber a los rehenes, y matan a 20 de ellos cada vez que un miembro del comando es herido por las fuerzas de seguridad.

Mientras tanto, el Kremlin, que no cree que el asunto esté vinculado a la causa chechena sino que ha sido preparado por una potencia extranjera, plantea la cuestión al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Éste rehúsa debatir un proyecto de resolución y se limita a un comunicado de condena de la toma de rehenes y de los atentados contra los aviones en el que exhorta a la comunidad internacional a cooperar con las autoridades rusas para detener y juzgar a los culpables [10].

Al día siguiente, el ex presidente de Inguchetia, Ruslan Aushev, trata a su vez de servir de mediador y obtiene la liberación de algunos rehenes. Los niños siguen sin agua ni comida y se ven obligados a beber su propia orina para sobrevivir. Los secuestradores se muestran particularmente insensibles y sarcásticos. El jefe del comando declara que actúa por orden del jefe militar Shamil Basáyev, sin formular exigencia alguna. Su juego consiste en dejar que la situación se deteriore mientras que los medios de difusión afluyen a la pequeña ciudad. Inesperadamente, el jefe del comando exige la presencia de varias personalidades y declara que no dará de beber a los niños hasta que el presidente Putin anuncie por televisión la independencia de Chechenia.

Al tercer día, el comando de secuestradores autoriza a los servicios médicos a evacuar los cadáveres de 21 rehenes que empiezan a descomponerse debido al calor y la humedad. Se oye entonces una explosión sin que se sepa si se trata de un disparo hecho por el padre de algún alumno desde el exterior de la escuela o, lo que parece más probable, el estallido accidental de una de las bombas. La explosión desencadena un tiroteo generalizado en medio del cual las fuerzas del orden se lanzan al asalto. Los disparos y las bombas causaron 376 muertos, entre ellos 11 soldados rusos y 32 secuestradores.

Sólo un secuestrador sobrevivirá y será juzgado. Las autopsias revelarán que 22 de sus compañeros de armas eran toxicómanos que murieron en estado de stress debido a la falta de la droga. La identificación de los atacantes sigue siendo incierta.

Shamil Basáyev reclamó la autoría de la acción, condenada por el vocero del gobierno checheno en el exilio, Ahmed Zakaiev.

Algunos apuntes

Para la realización del ataque de Beslán, Shamil Basáyev no pudo contar con sus fuerzas militantes. Tuvo que recurrir a toxicómanos, pagados en droga y comandados por varios combatientes aguerridos. Basáyev no goza de legitimidad alguna en Chechenia y no tiene partidarios. Es un jefe militar que tuvo una carrera de mercenario en diferentes conflictos antes de tratar inútilmente de entrar en la política en Chechenia y volver, finalmente, a la acción armada.

La operación estaba concebida para que se terminara en una matanza. El comando había emplazado bombas en el gimnasio pegándolas a los techos con esparadrapo, sistema tan precario que uno se pregunta cómo pudo aguantar tres días. Al parecer, la dirección militar del grupo había decidido huir sacrificando al resto de sus compañeros, pero se vio sorprendida cuando los hechos se precipitaron.

El comando no formuló demanda alguna antes del final del segundo día, o sea, antes de la llegada de los periodistas extranjeros, y la exigencia que planteó era irrealista así como puramente formal. El objetivo era, por consiguiente, crear una situación de crisis, en vez de negociar nada.

La toma de rehenes tuvo lugar tres días después de la elección presidencial en Chechenia y horas después del final de la cumbre ruso-germano-francesa de Sochi, que saludó la normalización política en Chechenia. Su objetivo fue detener el proceso político y el reconocimiento internacional de la acción de Vladimir Putin por el establecimiento de la democracia.

Caen las máscaras

Al aproximarse el primer aniversario de la masacre de Beslán, Shamil Basáyev, objeto de una orden internacional de arresto, dio una entrevista a una cadena estadounidense de televisión. Después, fue nombrado viceprimer ministro del gobierno checheno en el exilio en Washington y Londres, aunque ese mismo gobierno había condenado oficialmente la operación de Beslán.

Ese gobierno checheno en el exilio dispone del apoyo del American Committee for Peace in Chechnya, que dirige el ex consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, con sede en los locales de la Freedom House [11], dirigida a su vez por el ex director de la CIA James Woolsey.
Shamil Basáyev dice tener vínculos recientes con Osama Bin Laden, a quien Estados Unidos pretende estar buscando actualmente en vano.

Zbigniew Brzezinski es conocido como el funcionario estadounidense que reclutó personalmente a Osama Bin Laden y por haberle confiado la organización de atentados en Afganistán con el objetivo de provocar la intervención soviética. En diversas obras y conferencias, Brzezinski no ha cesado de predicar el desmantelamiento no sólo de la URSS sino de la Federación Rusa y de aportar su apoyo a todos los movimientos separatistas con tal de que sean antirrusos.

Lo que se puede sacar en conclusión

La operación de Beslán no fue perpetrada por militantes sino por mercenarios. Su objetivo no fue, por consiguiente, la defensa de una causa, ya fuera la independencia de Chechenia o la instauración de un califato. Es parte del «gran juego» en el que las grandes potencias se disputan el control del Cáucaso y de los recursos del Mar Caspio. Su organizador, Shamil Basáyev, es hoy viceprimer ministro de un gobierno en el exilio que tiene contactos en Washington y Londres. Este último dispone de toda la ayuda logística necesaria que provee el gobierno de Estados Unidos mediante instituciones conocidas por sus vínculos con la CIA.

En colaboración con periodistas de Francia, España y Gran Bretaña, el Instituto Europeo por el Pluralismo Político ha emprendido una acción en Londres, París y Madrid con el fin de conmemorar los trágicos hechos de Beslán.

Del 1º al 3 de septiembre de 2005, circulará por las principales avenidas de las capitales de Francia, España y Gran Bretaña una plataforma móvil llevando un cubo transparente de 120 cm por 120 cm que contiene un oso de peluche mutilado y acompañado de las inscripciones «NO OLVIDEN BESLÁN» y «EL TERRORISMO INTERNACIONAL NO ES UN JUEGO DE NIÑOS».

El 3 de septiembre a las 12h un acto de recogimiento tendrá lugar alrededor de ese símbolo en Londres (Potters field – South Bank – London Bridge), en París (Mur de la Paix, avenue de La Motte Piquet, frente a l’École Militaire) y Madrid (Plaza de La Provincia).

Los participantes podrán conmemorar allí la memoria de las víctimas de aquel acto inhumano.

Remember Beslán

[1Así lo hizo el estudio «Beslan – The Political Fallout», redactado por el Dr. Mark A. Smith para la Academia Británica de Defensa.

[2«La responsabilité anglo-saxonne à Beslán» por Marivilia Carrasco y la redacción de la Red Voltaire, Voltaire, 27 de septiembre de 2004.

[3El lector puede remitirse a la investigación en tres partes de Paul Labarique: La primera guerra de Chechenia, Business et terrorisme à Moscou y Le domino tchétchène, Voltaire 4, 7 y 11 de mayo de 2004.

[4«La Russie musulmane» por Akhmet Yarlykapov, Voltaire, 28 de junio de 2005.

[5«El Agujero negro de Chechenia» por Francisco Veiga, El Periodico, 6 de septiembre de 2004.

[6«La stratégie anti-russe de Zbignew Brzezinki» por Arthur Lepic, Voltaire, 22 de octubre de 2004.

[7«Les dessous du coup d’État en Géorgie» por Paul Labarique, Voltaire, 7 de enero de 2004.

[8«Coups de maîtres sur l’échiquier géorgien», Voltaire, 19 de marzo de 2004.

[9El nombre de esa organización hace referencia al teniente Khaled Al-Islambuli quien organizó el asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat, el 6 de octubre de 1981.

[10Referencia ONU: S/PRST/2004/31.

[11«Freedom House: quand la liberté n’est qu’un slogan», Voltaire, 7 de septiembre de 2004.