Ha pasado un año desde que los terroristas tomaron rehenes en un colegio de Beslán. Los tres días, en el transcurso de los cuales ellos retuvieron a casi 1,500 personas, no sólo marcaron la vida de esta ciudad de Osetia del Norte sino que también atribuyeron un nuevo matiz a la situación etnopolítica en la zona rusa del Cáucaso.

La nueva política de Moscú con respecto a esta región fue proclamada precisamente después de Beslán.
Sin embargo, el proceso del cambio va muy lento y pasa casi desapercibido por la gente. También creo que cualquier tipo de reforma política no tendrá sentido hasta que se dé una evaluación objetiva de lo ocurrido en Beslán hace un año.

En primer término, se requiere un análisis de las causas que llevaron hacia aquel atentado terrorista. Inmediatamente después de la tragedia hubo numerosas especulaciones acerca de la eventual reedición del conflicto armado entre Osetia e Ingushetia. Varias horas después de ocupada la escuela de Beslán, algunos medios afirmaron que la acción era obra del Jamaat Ingushe, división ingushe de los grupos armados ilegales que funcionaban en Chechenia. Se mencionaba incluso el nombre del cabecilla, Magomed Evloev alias Magas, aunque la noticia nunca fue confirmada más tarde. Nadie sabe a quién se presentó el comando terrorista responsable de la toma de rehenes pero la información cundió de forma bastante amplia.

A partir de ahí, algunos medios de comunicación, así como politólogos y analistas rusos, conocidos o no tanto, empezaron a atribuirle al atentado de Beslán un carácter étnico y hablar del posible estallido de un nuevo conflicto armado entre los osetios y los ingushes, o entre Osetia y Chechenia. También se decía que no era casual la elección de Osetia del Norte como escenario del atentado, puesto que la república es un puesto avanzado de Rusia en la zona del Cáucaso del Norte.

Algunos políticos rusos e investigadores osetios aludieron también a la presunta implicación de Georgia en el atentado de Beslán, en plan de venganza por el respaldo que Rusia había proporcionado a los secesionistas de Osetia del Sur. Semejantes declaraciones no hacían sino agravar la de por sí complicada situación etnopolítica en el Cáucaso del Norte.

Afirmando que los terroristas responsables de la toma de rehenes en la escuela de Beslán pretendían «provocar un conflicto entre los osetios y los ingushes, los politólogos y los periodistas pasaban por alto el hecho de que nadie, incluidos ellos mismos, había buscado connotaciones étnicas en los anteriores atentados cometidos por comandos chechenos en el territorio de Rusa».

Las incursiones contra Budennovsk, Kizliar y Pervomayski, las explosiones de edificios en Moscú y otras ciudades rusas, en particular, las de Osetia del Norte, los ataques contra Daguestán e Ingushetia, el asesinato del presidente checheno Ahmat Kadyrov y numerosos casos más no son otra cosa sino acciones de intimidación y una prueba de que la guerrilla separatista chechena continúa luchando contra Rusia en su conjunto, sin apuntar sus ataques contra Stavropol, Daguestán, Ingushetia o Moscú en concreto. Sin ser una excepción aquí, la tragedia de Beslán confirma que el conflicto iniciado en Chechenia más de diez años atrás ha rebasado hace mucho tiempo las fronteras de esta república. La guerrilla separatista no hace sino escalar y diversificar sus actividades.

Afortunadamente, los dirigentes y el pueblo de Osetia del Norte han tenido suficiente sabiduría como para no dejarse llevar por quienes predecían y provocaban un nuevo conflicto armado entre los osetios y los ingushes. Y sin embargo, el arreglo de las relaciones entre ambas repúblicas se ha visto obstruido mucho, obviamente.

También es reconfortante que hayan fallado los intentos de usar la tragedia de Beslán para caldear los ánimos antigeorgianos en Osetia del Sur y en la del Norte, que son de por sí bastante incandescentes. Lo anterior no significa, sin embargo, que podamos prescindir de las conclusiones debidas.

Unas cuantas palabras acerca del terrorismo internacional que en su momento aprovechó la debilidad rusa en el Cáucaso para crear allí un nido. No cabe ninguna duda de que las organizaciones terroristas internacionales han apoyado y siguen apoyando a los comandos chechenos. Pero tampoco debemos olvidar el hecho de que el embrollo checheno, formado a principios de los años 90, no ha sido resuelto hasta la fecha. Es más: el Centro federal, en su intento de solucionar este problema, ha restringido la política norcaucásica de Moscú básicamente al tema de Chechenia. Los esfuerzos encaminados a cambiar la situación en la totalidad de la zona del Cáucaso después del atentado de Beslán no han aportado hasta ahora resultados visibles, por lo menos, para los vecinos de Osetia del Norte.

Los habitantes de esta república, quienes hemos vivido la tragedia de Beslán, necesitamos obtener una respuesta a dos preguntas vitales: ¿Qué es lo que pasó exactamente hace un año y quién es el culpable? La investigación dura ya casi un año sin que hasta la fecha haya más claridad en el asunto. Seguimos esperando a que se nos diga la verdad pero hay cada vez más dudas a este respecto, a pesar de lo que prometen las autoridades.

Hay un ambiente muy pesado en Osetia del Norte, al igual que un año atrás. Claro que es imposible vivir siempre de la tragedia pasada pero la gente, para seguir viviendo, necesita saber que se han sacado las lecciones necesarias. Y para ello se requiere la verdad. Es la única manera de restablecer la confianza hacia las autoridades y recuperar la seguridad de cara al futuro.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)