La muerte de dos adolescentes electrocutados por huir del asedio policial, por ser de piel algo oscura, fue el detonante para expresar con hechos de violencia lo insoportable. Los ánimos se caldearon y desde un suburbio de Paris, mejor dicho, uno de los tantos guetos de negros y árabes, se extendió al centro mismo de la capital gala, luego a otras grandes ciudades de Francia y, por ahora, a Bélgica y Alemania, mientras toda Europa se aterroriza.
El buen humor no ha desaparecido de París. Ayer recibimos el siguiente correo de Internet, dando el tiempo para mañana.

Los jóvenes rebeldes no descienden de inmigrantes ilegales, sino de trabajadores que fueron traídos de colonias al viejo mundo para utilizarlos en los trabajos más rudos de la reconstrucción luego de la Segunda Guerra Mundial. Tienen su documentación francesa en regla pero no los derechos de los blancos que les han negado la integración social, discriminándolos en materia de educación, salud y empleo. Por ahora han pasado de 8.000 los vehículos incendiados, como numerosos edificios y hasta un gran estudio cinematográfico. Un solo muerto pero muchos heridos incluyendo a miembros de las fuerzas de seguridad.

A doce días de atentados nocturnos, en situación fuera de control, desbordado en la impotencia el recientemente designado Ministro del Interior Nicolás Sarkozy, como la ineficacia del jefe de gobierno Dominique de Villepin, el presidente de la República Jacques Chirac se hizo cargo de la situación, pero también fracasó.

La oposición, como parte del gobierno, descargan las culpas sobre el "joven lobo" Sarkozy, un político que parecía imparable como aspirante a la presidencia; fuera de si, ha comprometido más su situación confesándose partidario de la represión de mano dura y calificando a los rebeldes de "chusmas" y "vándalos".

Por su parte, Jacques Chirac ha decretado el estado de emergencia, medida extrema aplicada por última vez por François Mitterrand en 1985, para ahogar la rebelión independentista de Nueva Caledonia, la colonia francesa ubicada al Este de Australia, en el Océano Pacífico. El estado de emergencia otorga poderes extraordinarios a la policía sin precisar ordenes ministeriales o judiciales para proceder a la detención de personas y el allanamiento de domicilios, como asimismo a disponer el toque de queda por los prefectos, lo cual ya ha sido de inmediato aplicado en varios sitios de Francia, a pedido o no de los alcaldes. En fin, el estado de emergencia tiene más rigor que el estado de sitio en nuestro país.

Opinión en el Consejo de Europa

El Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, el español Álvaro Gil-Robles, en reportaje publicado por el diario El País de Madrid el 19 de octubre pasado decía: "Europa vive un momento de miedo y de pobreza de espíritu", agregando: "Hay que hacer planes para desarrollar África. Si no lo hacemos, mañana habrá 100.000 personas ante la valla de Melilla".

Desde siempre, la inmigración legal no fue integrada a las sociedades del viejo mundo, y el tema es tratado con mucha preocupación por la Unión Europea. La incorporación a este ente de diez nuevos estados miembros, la mayoría del Este que fueran comunistas, provocará un desplazamiento hacia el viejo mundo de grandes masas de trabajadores en busca de mejores salarios y niveles de vida. Y para eso nadie está preparado.

Inmensas pérdidas

El miedo está generalizado en Francia y contagia a Europa. A los costos por los destrozos e incendios aun sin miras de decrecer, se agrega la disminución de ingresos en una de las principales actividades económicas del viejo mundo: el turismo. En estos días las llegadas de viajeros a París se ha reducido notablemente. Los hoteles ofrecen rebajas tarifas pero no cesan de recibir cancelaciones de reservas. Las grandes salas de espectáculos nocturnos, lugares considerados hoy peligrosos, casi no tienen público.

Las compañías de seguros estiman que las pérdidas pueden provocarles desastres financieros con el consecuente desempleo.

Quienes vivieron la revolución popular de mayo de 1968, estiman que la situación actual en París es peor. Aquella duró un mes, pero la de hoy en solo una docena de días se muestra feroz. Es muy común el recuerdo con nostalgia de muchos parisinos. Dicen que reinaba una alegría generalizada, los teatros y salas de espectáculos funcionaban día y noche con interpretaciones tanto de famosos como de espontáneos. Algunas carencias eran soportadas con ejemplar solidaridad. Como no había combustible y muchas avenidas estaban interrumpidas, salíamos en bicicleta y era muy divertido. Aunque parezca extraño, no faltan quienes dicen que fueron los mejores días de su vida.

Pero los sucesos actuales son muy violentos y espantan a los habitantes. En el 68 se hacían barricadas con los adoquines para impedir el paso de la policía, pero sin enfrentamientos graves. Se registró un solo muerto, un hombre ahogado en el Sena. Se habría tratado de un accidente o alguien beodo.

Adital