Una avalancha de artículos que asocian a Hugo Chávez con el programa nuclear clandestino de Irán sugieren que podría ser que a Washington le atrae cada vez más la idea de calumniar aún más a Venezuela mediante el amaño de una nueva arma para una yihád contra Caracas.
El único problema es que la base para una acusación semejante sería una invención total, más digna de ser utilizada en Iraq, donde todo vale, que en Latinoamérica. Un tal guión sugeriría que existen vínculos entre presuntos suministros venezolanos de uranio y el programa nuclear iraní. En otras palabras, se presentaría a Venezuela como una nación terrorista, involucrada ilícitamente en el tráfico de uranio de contrabando para el régimen paria iraní a cambio de artefactos nucleares, y tal vez otras consideraciones.

El complot

En otoño de 2005, funcionarios venezolanos comenzaron a explorar la posibilidad de adquirir tecnología de reactores nucleares de Argentina o Brasil, que tienen sendos programas de energía nuclear e instalaciones para su uso pacífico. Esta acción provocó una respuesta predecible y quisquillosa del Departamento de Estado, que no trató de disimular que no la agradaría que tuviera lugar dicha transacción. Aunque jamás se llegó a un acuerdo o se realizaron embarques, Caracas ya había establecido estrechos vínculos políticos con Teherán, lo que se convirtió en una razón más para que la Casa Blanca sospechara de la intención final de Chávez. La decisión de Irán de reanudar este año el enriquecimiento de uranio, que ha provocado ahora un alboroto internacional, también trajo consigo un nuevo examen de la presunta relación floreciente entre esa nación y Venezuela. En la ONU, Caracas ayudó a alimentar esas sospechas, ya que Venezuela formó parte del puñado de naciones miembro que expresaron su apoyo a la reanudación de la actividad nuclear pacífica iraní, que efectivamente no estaría bajo la supervisión de la ONU.

Los amplios, aunque algo vagos, acuerdos de cooperación entre Irán y Venezuela fueron repetidamente reiterados por fuentes de Washington para sugerir que podrían existir factores más malignos. El rumor más popular decía que Caracas enviaba su uranio a Irán a cambio de tecnología nuclear, y la versión más radical comenzaba con acusaciones de que Caracas trataba de obtener armamento de Teherán. Algunos llegaban a sugerir que ya se habían transportado clandestinamente artefactos nucleares a Venezuela en petroleros fletados. Más intriga especulativa vino después de la expulsión en febrero de la región del Amazonas de los misioneros de los misiones usamericanas de la “Misión Evangelizadora Nuevas Tribus”, ya que comenzaron a circular rumores precipitados de que el grupo evangélico había estado involucrado de alguna manera en actividades de exploración de uranio en el estado de Bolívar y que la pista de aterrizaje de los misioneros estaba facilitando semejantes operaciones contra Chávez. Esas afirmaciones, que incluían supuestos vínculos con la CIA, fueron acaloradamente negadas por el grupo.

Mucho ruido por nada

Sin embargo, todas esas teorías respecto a una cierta conspiración diabólica que vincularía a Irán con Hugo Chávez se han basado en su integridad en un puñado de acusaciones anémicas provenientes de varios antiguos funcionarios de Chávez, los que, en el mejor de los casos, sólo se citan los unos a los otros, pero que no presentan el núcleo de sus acusaciones o suministran la más mínima evidencia de que Venezuela haya sido de alguna manera cómplice de Irán en el suministro de uranio a dicho país. Por su parte, esas diáfanas afirmaciones están siendo tomadas por almas gemelas derechistas domiciliadas en USA que escriben furiosos editoriales en el Washington Times del reverendo Moon (“Enfrentamiento con Chávez”), o que hacen que colegas parlamentarios de ideas afines pronuncien virulentos discursos desde el hemiciclo del congreso acusando a Chávez de esforzarse por tramar un complot nuclear con Teherán o alguna otra conspiración amenazante.

Aunque los rumores a veces incluyen un supuesto informe de inteligencia israelí que habla de minería clandestina de uranio en Venezuela, las así llamadas conclusiones nunca han sido presentadas, y menos todavía confirmadas. En realidad, aunque Venezuela pueda poseer algunos depósitos de uranio que aún tienen que ser comprobados, no existe evidencia de que hayan sido ubicados, y menos todavía operados. Funcionarios venezolanos han rechazado vehementemente las acusaciones de que su país esté facilitando el enriquecimiento de uranio por los iraníes, e incluso el Departamento de Estado ha minimizado semejantes sugerencias, señalando que aunque “sabe de informes sobre una posible explotación iraní de uranio venezolano,” no ve ninguna “actividad comercial con uranio en Venezuela.”Además, los presuntos lazos pasan por alto que Irán no necesita importar uranio desde Venezuela para sus proyectos, porque posee amplios suministros propios.
Todo esto probablemente le importa poco al gobierno Bush, que posiblemente es cada vez más presionado por sus propios partidarios de la línea dura para que adopte una posición contra Chávez. La reciente nacionalización del gas boliviano ha sido citada por eruditos ultra conservadores, cuyo conocimiento de Latinoamérica alcanza apenas para identificar la capital de Venezuela, como evidencia de la difusión perniciosa de la influencia chavista.

También apuntan con sorna a la falta de alguna reacción de USA ante este desafío. Una semejante militancia de su parte, combinada con la creciente tensión de Washington con Irán, podría ser el momento oportuno para algún tipo de reacción diplomática o incluso de represalias ante las afirmaciones de una relación especial de Venezuela con Teherán y otras manifestaciones de conducta contraria a USA.

Un semejante paso de Washington se basaría por completo en rumores, invenciones, y conjeturas – un guión que, por lo menos en este momento, se basaría por entero en evidencias falsas o inexistentes – como el falso yellowcake (forma concentrada de uranio bruto) de Níger que suministró la base para la intervención de USA en Iraq. Al tratar de vincular a Chávez con la crisis iraní, el gobierno Bush posiblemente podría estar edificando los fundamentos para su propia campaña de trucos sucios.

El mundo haría bien en recelar ante semejantes intrigas: frascos misteriosos, imágenes satelitales artificiosas, o fotografías borrosas comienzan a ser empleados ahora con fines tendenciosos, aunque ilusorios, por una brigada de enemigos de Chávez que sirven bajo una variedad de dioses ideológicos interesados.

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