En todas las ocasiones más del 80 por ciento de los ciudadanos intervinieron en las asambleas de nominación de candidatos, decenas de miles participaron voluntaria y gratuitamente en la organización de cada paso del proceso y más del 95 por ciento depositó su boleta en las urnas.

Pero bien diferente es la historia de las elecciones en la Isla, desde las primeras celebradas en los albores de la república (1901), y hasta las últimas efectuadas bajo el principio del pluripartidismo, en noviembre de 1958, organizadas por el tirano Fulgencio Batista.

En esos 57 años en la mayor de las Antillas se produjeron tres prórrogas inconstitucionales de poder, una intervención militar (1906-1909) y una mediación en 1933, ambas a cargo de Estados Unidos y cuatro golpes de estado, a los que no fue ajena la Casa Blanca. Sin excepción alguna el fraude electoral, en una magnitud u otra, estuvo presente.

En ese período ningún presidente, salvo Tomás Estrada Palma en 1905, alcanzó esa posición con el 50 por ciento de los sufragios. Ramón Grau, por ejemplo, quien gozó de popularidad en 1944, fue elegido con el 44,71 por ciento y superado únicamente por Fulgencio Batista, con un 45,61 por ciento en los fraudulentos y escandalosos comicios de 1954, a los cuales se presentó como candidato único ante el repentino retraimiento de Grau.

Batista, vale subrayar, fue el "Hombre de Washington en Cuba" durante 25 años, entre 1934 y 1958.

En la década del 40 el país llegó a contar con 13 partidos, en su mayoría verdaderas caricaturas para nada diferenciadas entre si por cuestiones ideológicas, o programáticas.

Proverbial fue el desconcierto y la conducta oportunista asumida por media docena de partidos tradicionales en los meses siguientes al golpe de estado de Fulgencio Batista en marzo de 1952, incapaces de impedir la consolidación del régimen de facto y su "legalización" mediante elecciones dos años después.

Igualmente contrario a los intereses nacionales resultó el comportamiento de estos mismos partidos en el período inmediato al triunfo de la Revolución popular en enero de 1959.

Aunque representantes de algunas de aquellas organizaciones integraron inicialmente el Consejo de Ministros y otras importantes responsabilidades en el Gobierno Provisional Revolucionario, no demoraron en desertar ante la adopción de las primeras medidas dirigidas a rescatar los recursos de la nación y defender la soberanía y la independencia.

Las cúpulas de esas agrupaciones marcharon a EE.UU., adoptaron posiciones contrarrevolucionarias y se pusieron al servicio de una potencia extrajera. Esos partidos quedaron acéfalos y perdieron su escasa base social, debido a su enfrentamiento a la Revolución.

Vale recordar que solo los partidos vinculados directamente con la tiranía, cómplices de horrendos crímenes y del saqueo del tesoro público, fueron suprimidos entonces mediante una ley inhabilitante. Los restantes simplemente se autoexcluyeron mediante el procedimiento ya explicado.

A esa vergonzosa práctica, enriquecida con la experiencia norteamericana del 2000, quieren regresar quienes, encabezados por George W. Bush desconocen la validez del actual sistema electoral cubano.

Al respecto el anexionista Plan Bush propone: "Crear y fortalecer, con el apoyo y asistencia de Estados Unidos, un sistema electoral democrático para la redacción y reforma de las leyes electorales y la capacitación de los funcionarios electorales en cuestiones de inscripción de votantes, mantenimiento de los censos electorales y procedimientos de votación. "

Y en el colmo del ridículo llegan al extremo de plantear: "El gobierno de Estados Unidos ofrecerá asistencia para planear las nuevas elecciones multipartidistas para lo que utilizará el Manual para las elecciones en Cuba en la transición de la USAID en 1998."

Por esta vez los comentarios sobran.

Agencia Cubana de Noticias