Se trata de la respuesta soberana de la nación antillana ante la aprobación, el 17 de noviembre pasado, de una Resolución de la Comisión de Asuntos Socio-humanitarios de la Asamblea General de Naciones Unidas, eliminando el mandato al relator que Estados Unidos había impuesto contra la Antilla Mayor, en el seno de la fenecida Comisión de Derechos Humanos.

Naciones Unidas reconoció así la razón y la justeza de los argumentos que, sin concesión alguna, la ínsula defendió a lo largo de varios años para enfrentar en Ginebra el carácter politizado, selectivo y discriminatorio de las acciones de la Casa Blanca.

Es, sin duda, una victoria del pueblo cubano en su enfrentamiento tenaz a las manipulaciones de que fuera víctima durante 20 años y reafirmación del creciente aislamiento internacional del gobierno norteamericano en su política anticubana, pues tiene lugar precisamente cuando este recrudece los esfuerzos por sumar a otros a sus propósitos de aniquilar a la Revolución.

Reflejo de los nuevos aires que rigen el funcionamiento del recién creado Consejo de Derechos Humanos deviene también el fracaso de Washington en sus aspiraciones de ingresar en ese órgano, mientras la nación caribeña fue elegida para integrarlo con más de las dos terceras partes de los votos de la ONU.

No resulta difícil imaginar cuánto debe doler a W. Bush y Condoleezza Rice, como diseñadores y ejecutores de la política hacia Cuba, el reconocimiento creciente de este pequeño territorio caribeño, como resultado de su participación activa y constructiva en las deliberaciones de dicho órgano, incluso en el más reciente proceso de su construcción institucional y en defensa de los legítimos intereses de los países del Tercer Mundo.

Evidentemente los tiempos han cambiado. Es particularmente significativo que fuera a La Habana, en su condición de Presidente del Movimiento de Países No Alineados, a quien correspondiera la responsabilidad de presentar la resolución, aprobada por 168 votos y solo siete en contra.

Esta contundente victoria acontece apenas unas semanas después que la Asamblea General de la ONU aprobara con votación récord de 184 votos, una resolución exigiendo el fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a la Isla por Estados Unidos durante casi medio siglo.

Es el premio a una incansable batalla por la verdad frente a la mentira; de la transparencia contra las manipulaciones; de la libertad en oposición a las presiones y el chantaje.

No obstante esas evidencias, nadie debe pensar en el fin de la batalla. La Casa Blanca no cejará en sus intentos de continuar manipulando el tema, con el fin de justificar su guerra económica y agresiones contra la ínsula, aunque, como ahora, siga condenado al fracaso.

Agencia Cubana de Noticias