Ese fenómeno atmosférico castigó la región oriental durante 93 horas, con lento y errático movimiento de traslación, que le hizo describir un doble lazo sobre los territorios de las actuales provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Holguín, Las Tunas y Camagüey.

A su paso dejó caer mil 840 milímetros de lluvias, lo cual provocó que el agua se acumulara en las partes superiores de las montañas y bajara convertida en rápida y gigantesca ola que arrasó todo en su descenso.

Ello causó la muerte a mil 126 personas; 11 mil 103 viviendas destruidas y otras 21 mil 840 seriamente dañadas, en zonas que no estaban muy pobladas. Arrasó cuatro mil caballerías de arroz y extensas áreas cañeras, cafetaleras y de otros cultivos; derribó tendidos eléctricos y telefónicos y la infraestructura vial quedó destruida. En muchos sitios la topografía fue modificada en pocas horas.

El Comandante en Jefe Fidel Castro se puso al frente de las operaciones y, en las zonas afectadas, que semejaban un inmenso mar enfurecido, participó personalmente en las labores de salvamento, contribuyendo al rescate de no pocas personas atrapadas por las aguas.

La dirección política del país hizo el análisis correspondiente y se dispuso a desarrollar un gigantesco y prolongado programa dirigido a represar los ríos, evitando se escapara el agua al mar; también a crear las obras necesarias para el desarrollo de los planes agropecuarios, así como garantizar el abastecimiento a la población.

La tarea era inmensa, pues la nación no tenía las condiciones mínimas y todo estaba entonces por hacer. Solamente había 13 embalses con capacidad para 43 millones de metros cúbicos, el aparato estatal apenas se estaba organizando y no existía clara conciencia sobre la utilidad del agua para el desarrollo. Baste señalar que se contaba con solo cinco ingenieros hidráulicos.

Desde entonces se ha realizado una obra inmensa que no se detiene y ha transformado totalmente la situación. Se creó una potente base técnica y se llevó a cabo la preparación de miles de especialistas en Topografía, Hidrología y Geología, y quedó plasmada la concepción de que el desarrollo hidráulico exige investigaciones, profundos estudios y exhaustivos conocimientos del ciclo del agua en cada lugar donde se realizan las obras.

Entre 1963 y el 2007 se construyeron 242 presas, con un capacidad de nueve mil millones de metros cúbicos por lo cual el país ha multiplicado 190 veces su capacidad de embalse.

Además de lo anterior, hay 60 derivadoras, 730 micropresas, 76 canales magistrales con 759 kilómetros y 124 obras de protección contra inundaciones, con un total de mil 270 kilómetros. Por su empleo, el agua se dedica: 60 por ciento al riego de los cultivos, 20 por ciento al consumo humano, ocho a la industria y el resto a otros menesteres.

La voluntad hidráulica, ambicioso programa seguido directamente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, cumple 45 años, y es reflejo del empeño de la Revolución por desarrollar la economía, preservar los recursos naturales y la vida de los ciudadanos, como lo más preciado.

Agencia Cubana de Noticias