Los términos son antitéticos, irreconciliables, no obstante ocurre el maridaje avieso y así se puso en evidencia en el vídeo que apareció en el programa El Perro del Hortelano que dirige César Hildebrandt, pocas semanas atrás y sobre la impresionante trampa ocurrida en perjuicio del pueblo mexicano y de su candidato “perdedor” Andrés Manuel López Obrador. En una de sus militantes visitas a Lima el sociólogo peruano avecindado en la hermana nación, había traído el valioso documento.

El fraude es la suciedad, la mentira, el timo, la estafa. Denota y subraya los atajos por los que caminan los delincuentes, los hampones. En Perú casi no hay distinción entre un acto limpio y uno producto del fraude, casi toda nuestra historia republicana es un cuento maquillado a gusto de historiadores pro domo sua y “blanqueada” para convertir en héroes a traidores y en próceres a títeres o embajadores quintacolumnas de potencias extranjeras. Muchas de las calles del país llevan sus nombres y el linaje de castas y apellidos se ha encargado de proteger sus glorias supuestas con mitos, libracos a la carta y decenas, sino centenas, de periodistas venales cantan al son de los timbales y las percusiones ruidosas que dan los doblones que se aceptan en euros o en dólares. La globalización también ha vuelto ecuménica la mermelada.

La democracia pasa por una severa crisis. Desde la revolución es el sufragio de José Martí hasta la insuficiencia de la democracia electoral de nuestros días en que se clavan fraudes en su nombre y crímenes contra ella misma en las urnas y se perpetran presidentes o autoridades mentirosas hay demostraciones indubitables y ominosas que eso es posible. George Bush en Estados Unidos gana de manera rara pero se impone y se da el lujo de bombardear, cometer crímenes contra poblaciones inocentes y hasta de apadrinar la peor crisis económica que el capitalismo ha sufrido en toda su historia. Pero el señor aquél es intocable y vive feliz.

Pero ¿qué hace el fraude democrático? Nada más y nada menos que protege el modelo. ¿Y qué es el modelo? Un encuadre en que minorías menos que microscópicas, sin apellidos o lugares fijos de nacimiento, campean a su gusto y en nombre del lucro que ahora se llama modernización, ganan dinero a carretadas. Cuando se producen vómitos, sus gerentes, no sólo no se van a la cárcel sino que cobran indemnizaciones millonarias. Y acabamos de verlo de manera que es innecesaria mayor demostración. Al custodiar el fraude democrático la imposición de mentiras hechas institucionales por la fuerza del sistema que necesita la gobernabilidad de asimetrías y la realidad de pandillas de hampones en los gobiernos, refuerza a presidentes que prodigan su verborragia a las sacrosantas inversiones y a ministrejas que se jalan los pelos en público por los capitales vengan de donde vengan y en las condiciones que traigan de sujeción económica, renuncia nacional y obliteración traidora de la historia. Pueblo que no aprende su pasado, lo analiza y asume ¡vuelve a cometer los errores que le han llevado a fracasos ignominiosos!

En México el fraude entronizó a un individuo llamado Felipe Calderón. Debió jurar casi en privado porque el repudio popular era –y es- indetenible. Pero el sistema del fraude democrático tiene las armas, a los jueces, a las transnacionales, sus Congresos, protegiendo el modelo que les da vida e insufla sus quince minutos de fama. Luego de su paso sólo hay destrucción, abatimiento y muerte por doquier. No obstante a aquellos no importa el horizonte de los pueblos, sólo el afán sucio de ganar dinero y hacer negocios dudosos es su norte y destino.

¿No hemos escuchado por nuestros pagos que hay que proteger al modelo y que las inversiones pasarán dentro de poco a ser la letanía de todas las jaculatorias oficiales y extraoficiales? Oírlo en boca de supuestos antimperialistas sólo provoca bascas y repudio. Bien me dijo, refiriéndose a cierto individuo, Haya de la Torre: ¡qué raro es este tipo!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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